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¿Debe tener la Unión Europea armas nucleares?

La guerra de Putin contra Ucrania alimenta un debate sobre un asunto considerado tabú durante décadas: ¿necesita Europa armas nucleares propias para, en caso necesario, usarlas como elemento disuasorio frente a Rusia al margen de Estados Unidos? Un dato: en Alemania, muchos no lo ven descabellado.

El 12 de julio de 2018, poco antes de las nueve de la mañana, Donald Trump le espetó a su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton: «¿Quieres hacer historia?». El presidente de Estados Unidos había pasado la noche en Bruselas, iba a acudir a la cumbre de la Alianza Atlántica y tenía ganas de acción. La comida con los jefes de Estado y de Gobierno de la víspera le había puesto de mal humor. La mayoría había vuelto a rechazar aumentar su gasto en defensa. Además, la canciller Angela Merkel seguía negándose a paralizar la construcción del gasoducto Nord Stream 2. «Estamos fuera», le dijo el presidente a un perplejo Bolton. Y añadió, refiriéndose a Putin: «Le están financiando países de la OTAN».

Bolton cuenta en sus memorias que se planteó presentar su dimisión ese mismo día si Trump hacía lo que tenía en mente: sacar a Estados Unidos de la OTAN. Al final, consiguió disuadirlo. Pero si Trump volviese a la Casa Blanca en 2024, el destino de la Alianza estaría sentenciado. «De haber tenido un segundo mandato, le habría dicho adiós a la OTAN –ha contado Bolton–. Y creo que es justo lo que Putin estaba esperando».

alternative textEl intimidatorio poder ruso. El 9 de mayo, Rusia exhibió en la Plaza Roja sus misiles balísticos intercontinentales. Celebraban el 77.o aniversario de la victoria sobre los nazis, pero servía de mensaje en medio de la guerra con Ucrania.

 

¿Qué tendría que hacer Europa si Estados Unidos abandonara la OTAN y se quedara sola ante un dictador que no duda en masacrar civiles? Aunque parezca increíble, esta pregunta preocupa más a los estadounidenses que a los europeos. Según Max Bergmann, del Center for American Progress, un laboratorio de ideas próximo a los demócratas y con sede en Washington, «los europeos hacen como si nada hubiese cambiado y los americanos fuesen a acudir siempre en su ayuda en caso de crisis».

Trump tenía en la agenda sacar a EE.UU. de la OTAN y no es descartable que gane las próximas elecciones con una campaña anti-OTAN

 

Aunque puede que sea así mientras Joe Biden ocupe la Casa Blanca, las encuestas le dan al presidente demócrata unos resultados malos y no hay a la vista un candidato de recambio con posibilidades de éxito de cara a las elecciones de 2024. Por su parte, entre los republicanos se ha consolidado un ala fuerte encantada de decirle adiós a la OTAN. Según una encuesta del instituto Pew, solo el 55 por ciento de los republicanos piensa que Estados Unidos se beneficia de su pertenencia a la Alianza. Así que no es descartable que Trump ganase las próximas elecciones con una campaña claramente anti-OTAN, dice Michael O’Hanlon, miembro de la Junta de Política de Defensa del Pentágono. «En ese caso, Europa se enfrentaría a decisiones trascendentales, como el desarrollo de una disuasión nuclear propia».

Esta posibilidad ya estuvo en la agenda europea. En los años cincuenta, el canciller Konrad Adenauer negoció con Francia e Italia la construcción de una bomba atómica europea. Finalmente, la idea no prosperó por la oposición del nuevo presidente francés, Charles de Gaulle, partidario de que su país contara con sus propias armas nucleares. Tras aquel episodio, nunca se volvió a retomar la idea. Hoy el arsenal ruso, con casi 6000 armas nucleares, podría borrar a Europa del mapa.

«Que Putin no juegue la baza nuclear en Ucrania demuestra que la OTAN es fuerte», afirma Maximilian Terhalle, profesor de Ciencias Políticas en el King’s College de Londres. Pero, ojo, la disuasión nuclear de la OTAN descansa casi exclusivamente en Estados Unidos.

Este profesor y analista lleva años defendiendo la necesidad de hacer de Europa una potencia nuclear independiente ante la evidencia de que el interés de Estados Unidos ha virado hacia China.

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En 2018 abogó, junto con el analista político François Heisbourg, por que Francia ampliara su hasta ahora limitado paraguas nuclear y protegiera a los países europeos que no cuentan con armas atómicas. Las cosas en Alemania también se están moviendo. «La agresión de Putin contra Ucrania y sus amenazas nucleares han vuelto a poner de relieve la importancia que la OTAN y el paraguas nuclear de Estados Unidos tienen para nuestra seguridad», afirma Christoph Heusgen, antiguo asesor de Merkel en política de seguridad. «Por eso debemos mantenernos atentos a posibles cambios en el panorama político norteamericano».

Estas palabras del alemán encierran una exhortación planteada en términos muy diplomáticos: hay que prepararse para un escenario en el que Estados Unidos ya no sea un socio fiable. En su opinión, los europeos deberían hacer mucho más. «Creo que se debería iniciar un diálogo estratégico con Francia sobre cómo colaborar en la disuasión frente a Rusia. Un modelo sería que países miembros de la UE se comprometieran a contribuir económicamente al esfuerzo nuclear francés a cambio de tener voz y voto en la planificación y uso de las armas atómicas francesas».

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A Heusgen le gustaría que estas conversaciones estuviesen dentro de un esfuerzo sincero por crear una verdadera unión política europea que mantuviese su cooperación con Estados Unidos. Pero el diplomático sabe bien que en París todavía existe la tentación de desconectarse de Washington. No hace mucho el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó que la OTAN se encontraba «en muerte cerebral», una expresión que muchos encontraron muy desafortunada. ¿Qué necesidad había de descalificar de ese modo a la Alianza?

Para Heusgen, el paraguas nuclear europeo no sería un fin, sino una garantía en el caso de que la OTAN fallase. Y, desde el brexit, Francia es la única potencia nuclear de la Unión Europea. Por ese motivo, la vía más práctica sería que el país galo europeizara su force de frappe, su fuerza de disuasión nuclear.

Pero los problemas para poner en marcha esta alternativa comienzan con las cuestiones técnicas. Francia posee cerca de 300 cabezas nucleares. En teoría, suficientes para ejercer una disuasión efectiva. Pero tienen como plataforma de lanzamiento cuatro submarinos, de los cuales solo dos suelen estar operativos. Los expertos dudan de que una flota tan pequeña baste para dejarle claro a Putin que un ataque suyo sería respondido con un golpe devastador. A modo de comparación, Estados Unidos cuenta con más de 18 submarinos de propulsión atómica de la clase Ohio, cada uno de los cuales puede lanzar 24 misiles intercontinentales.

A esto se suma el hecho de que Francia solo posee armas nucleares estratégicas. Rusia, en cambio, dispone de pequeñas cabezas nucleares tácticas, cuyo uso no produce daños tan graves, pero puede bastar para llevar al contrincante a la rendición, en lo que se ha denominado escalate to de-escalate, ‘escalar para desescalar’. En la Revisión de la Postura Nuclear de 2018, un documento elaborado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, se afirmaba que Rusia no solo había ampliado su arsenal nuclear en estos años, sino que contemplaba la posibilidad de un ataque nuclear limitado. Por ese motivo, añadían, el presidente estadounidense necesitaba un catálogo amplio de armas atómicas para poder contraatacar de forma flexible.

La falta de flexibilidad de la opción francesa

Y esto es algo que la force de frappe francesa todavía no puede hacer. Uno de sus misiles del tipo M51 puede albergar hasta seis cabezas de combate, cada una de ellas con una potencia de 100 kilotones, el equivalente a ocho bombas como la que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima. «Si se quiere disuadir eficazmente a un país como Rusia, es necesario disponer de opciones más flexibles», dice Oliver Thränert, director del Centro de Estudios de Seguridad de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Según Thränert, sin esta flexibilidad, Rusia podría llevar a Europa a la capitulación rápidamente: París solo podría responder al empleo de una cabeza nuclear rusa de pequeño tamaño con un misil estratégico mucho mayor, con lo que se arriesgaría a que toda Europa Occidental resultara arrasada en el contraataque posterior. ¿Qué presidente querría eso?

Lógicamente, Francia podría ampliar y diversificar su capacidad nuclear con ayuda de sus socios europeos. Pero, entonces, «el problema sería la cadena de mando», manifiesta el experto en seguridad François Heisbourg, de la Fundación para la Investigación Estratégica de París. «El problema sería quién decide cuándo y con qué objetivos, porque esto exige que haya una estrategia y una planificación política comunes».

Y no las hay. Las bombas atómicas son el núcleo de la soberanía francesa. La force de frappe surgió durante la presidencia del general De Gaulle, un hombre marcado por la fulgurante victoria de la Wehrmacht en 1940 y que estaba convencido de que las armas nucleares impedirían que algo así volviera a repetirse. Por eso, siempre se opuso a dejar los temas de defensa en manos de terceros y en 1966 sacó a Francia de la estructura militar de la OTAN. El país no regresaría a ella hasta 43 años más tarde, ya con Nicolas Sarkozy como presidente. No obstante, París sigue sin formar parte del Grupo de Planificación Nuclear de la Alianza, encargado, entre otras cosas, de elaborar escenarios para la utilización de armas atómicas.

alternative textLas armas de Francia. En julio de 2019, Macron posó frente al nuevo y poderoso submarino nuclear francés Suffren. Francia posee 300 cabezas nucleares y 4 submarinos. En la imagen superior que abre este reportaje, una de las detonaciones de bombas atómicas realizadas por Francia en el atolón de Mururoa (Polinesia Francesa) en 1971. Desde 1966 hasta 1996 se detonaron en estas islas 193 bombas como pruebas controladas de armamento nuclear.

Este simple hecho basta para evidenciar lo complicado que resultaría colocar las armas nucleares francesas al servicio de Europa. Además, ¿Francia estaría dispuesta a esgrimirlas como amenaza en caso de un ataque a Polonia o Letonia, por no hablar ya de usarlas? Teóricamente, todos los miembros de la Unión Europea están obligados a ayudar a otro país si este fuera atacado. «Si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance», figura en el artículo 42 del Tratado de la Unión Europea. Suena contundente, pero en el fondo también puede significar que la ayuda se limite a enviar mantas.

La force de frappe refuerza la seguridad en Europa por su mera existencia «y tiene también una dimensión europea», dijo el presidente Macron en febrero de 2020 durante un discurso en la Escuela Militar de París. Macron lleva años pidiendo una política de defensa conjunta, política que haría a Europa más independiente de los norteamericanos y la OTAN. Cuando Australia canceló en septiembre del año pasado un contrato de adquisición de submarinos franceses para sustituirlo por otro con Estados Unidos y Gran Bretaña, Clement Beaune, secretario de Estado de Asuntos Europeos, habló de una «llamada de atención a los europeos», y ahora, sobre la invasión de Ucrania ordenada por Putin, ha dicho que se trata de un verdadero electroshock y que esta guerra «traerá consigo cambios de calado».

Un problema añadido sería que el número de expertos en armas nucleares es reducido, asegura Ekkehard Brose, presidente de la Academia Federal Alemana de Política de Seguridad. Pero esto, como otras muchas cosas, podría cambiar en breve. «A diferencia de antes, hoy, cuando alguien dice que necesitamos contar con opciones nucleares para protegernos de las presiones rusas, halla una actitud receptiva entre la población y la clase política». En el caso de que Francia no estuviera dispuesta a extender su paraguas nuclear sobre la Unión Europea, añade el experto, es posible que unos pocos países tomaran la iniciativa, solución que no sería ni mucho menos la ideal. «Pero por algún sitio habrá que empezar».


Con el colapso de la Unión Soviética en los noventa, tanto Rusia como Estados Unidos dejaron de temer un ataque nuclear masivo. Era el fin de la doctrina de la destrucción mutua asegurada. Sin embargo, mientras las armas nucleares entraban en horas bajas, Estados Unidos demostró la eficacia de las convencionales de alta precisión en las campañas balcánicas e iraquíes de los noventa. Ante este nuevo tipo de armamento inteligente, los militares de Rusia fueron conscientes de su desventaja estratégica. Así nació la doctrina de escalar para desescalar, firmada por Putin en el año 2000. Se basa en que un ataque nuclear limitado es una disuasión eficaz contra un ataque convencional de Estados Unidos o la OTAN. Es decir, activar un ataque nuclear limitado permitiría ganar y terminar con un conflicto convencional. Ante esto, jefes del Estado Mayor americano han afirmado que «esta etiqueta es peligrosamente engañosa. Cualquiera que piense que puede controlar la escalada mediante el uso de armas nucleares está literalmente jugando con fuego. La escalada es la escalada, y el uso nuclear sería la escalada definitiva».

 

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