Decadencia del bajosanchismo
Estamos en los estertores del sanchismo, que son como los del felipismo pero con olor a fuet
Yo soy hijo del altofelipismo, de esa España de señores de barbas muy negras y gafas muy grandes que llevaban cazadoras de ante, conducían Supermiriafioris y se fumaban los Winston de tres en tres. Una España bonita que los domingos tomaba el vermú y que no solo conocía a los vecinos sino que acababan siendo los padrinos de la prole. Nos pasábamos agosto tocándonos las narices entre la sequedad ocre de Tierra de Campos y la humedad paparda del ‘Chozu’, en Comillas. Esa España pasó del vinilo al casete y, el día que llegó el CD, se entregó por completo a una inesperada melomanía. En casa los Reyes nos dejaron el ‘Money For Nothing’ de Dire Straits y el ‘White Album’ de los Beatles y montamos una fiesta para ponerlos en bucle. Mi padre sigue en ese bucle y yo creo que podría vivir con esos dos ‘compactos’ y aquel transistor Sony que perdió la antena cuando Aznar y que sigue bajo su almohada. Luego vino el VHS, aunque aún estoy dando las gracias a aquel visionario que nos aseguró que el futuro era el Beta. Y después los videoclubs y los primeros sábados de telepizzas, ‘Superdetective en Hollywood’ y Lakers-Celtics.
En Joy Eslava la ‘beautiful people’ bailaba ‘agarraos’ con el rojerío de palco y Moët Chandon y, en una curiosa interpretación de la redistribución de la riqueza, el PSOE les daba la pasta a los ricos y estos les devolvían el favor cediendo a aquellos paletos con patillas la clase que les faltaba. En ese milagro de la termodinámica el PSOE se compró el concepto de progreso y, adherido a él, a España y a los españoles. Pero aquello terminó en el 93, cuando los escándalos eran insoportables y se acabó la fiesta. El cachondeíto y el ‘semos uropeos’ dejó paso a la podredumbre del PSOE de los GAL, Filesa, Roldán y Juan Guerra. Luego la fiesta volvió con Aznar, es cierto, una fiesta como de comida de constructores y conga en el Toni2 de la que algunos aún nos estamos recuperando. Pero ese es otro tema. Lo que venía a contarles es que todo esto ya lo hemos vivido y estamos en los estertores del sanchismo, que son como los de felipismo pero con olor a fuet. De Roldán a Koldo, de Juan Guerra a Begoña, del GAL a la amnistía y de Filesa a las mascarillas. Y por ahí Ábalos, Rubiales, Cerdán y Tito Berni con las chapetas coloradas por el fósforo del marisco y esa cara de satisfacción que les sigue intacta cuarenta y ocho horas después de haberse puesto morados de coquinas, que me recuerdan a los del ‘Tratado de las buenas maneras’ de Ussía, el padre de mi vecino.
La comisión de investigación en el Senado será un museo de los horrores, un bestiario que el futuro verá como el catálogo primavera-verano de la decadencia del sanchismo. Aquella España bonita ha dejado paso a esta cosa tan tonta y todavía nos queda ver a Puigdemont entrando en la cárcel un viernes de lluvia para salir bajo palio un sábado de sol. Y en la plaza de Sant Jaume le oiremos decir: «Ja soc aquí». Si el altofelipismo murió de pena, el bajosanchismo lo hará de amor.