Déficit democrático: la amenaza silenciosa que enfrenta el mundo de hoy
En tiempos recientes la democracia, históricamente considerada el sistema de gobierno perfectible, ha enfrentado desafíos crecientes a nivel global. Desde el debilitamiento de las instituciones hasta el ascenso de liderazgos autoritarios, el sistema democrático está siendo cada vez más cuestionado en su capacidad para garantizar derechos, representar a sus ciudadanos y adaptarse a los retos contemporáneos.
En tal sentido, es crucial distinguir entre crisis política y crisis de credibilidad en los políticos, ya que ambas afectan de manera diferente a los países. Una crisis política generalmente implica conflictos entre diferentes ramas del gobierno, partidos políticos o grupos de interés, y puede llevar a la parálisis legislativa, inestabilidad gubernamental o incluso cambios de régimen. Por otro lado, una crisis de credibilidad en los políticos se refiere a la pérdida de confianza de la ciudadanía en sus líderes, lo que puede resultar en una disminución de la participación electoral, protestas masivas y un aumento del escepticismo hacia las instituciones democráticas. Lo anterior afecta tanto a democracias jóvenes como a aquellas con raíces firmemente establecidas, planteando serias interrogantes sobre el futuro de la gobernabilidad mundial.
América Latina y Europa del Este son ejemplos claros de esta crisis. En Europa del Este, países como Hungría y Polonia han adoptado medidas que socavan la independencia judicial y la libertad de prensa. En América Latina, donde el autoritarismo ha sido un fenómeno recurrente a lo largo de la historia, muchos países experimentaron un largo período de democratización y estabilidad política. Sin embargo, en las últimas décadas, ese espacio democrático se ha fracturado por líderes autoritarios como Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y la familia Castro en Cuba. Estos regímenes han consolidado su poder de manera desmesurada, eliminando la división de poderes y debilitando las instituciones democráticas.
En Asia, hace poco menos de una semana, en una decisión sin precedentes en la historia reciente de Corea del Sur, el presidente Yoon Suk Yeol decretó la ley marcial, argumentando una supuesta amenaza “antiestatal” vinculada a fuerzas opositoras y presuntas conexiones con Corea del Norte. Durante las seis horas en que la medida estuvo en vigor, cerca de 300 militares rodearon e ingresaron al edificio del Parlamento, mientras helicópteros y vehículos blindados ocupaban las calles de Seúl. Según el secretario general del Parlamento, Kim Min-ki, las tropas ingresaron al recinto utilizando helicópteros y escalando las vallas, rompiendo ventanas para acceder al interior.
Yoon justificó la ley marcial como una medida para “proteger el orden constitucional”, sin presentar pruebas sólidas sobre las amenazas que mencionó. Desde su llegada al poder en 2022, el presidente ha enfrentado múltiples escándalos de corrupción, tensiones con la oposición y una disminución en su popularidad. Entre las acusaciones más recientes destacan señalamientos de tráfico de influencias que involucran a su esposa y la supuesta manipulación en la selección de candidatos para las elecciones parciales de 2022. A esto se suma su incapacidad para mantener un diálogo constructivo con un Parlamento dominado por el opositor Partido Democrático, lo que ha intensificado las críticas hacia su gestión. Estos factores, han sido determinantes en el estallido de esta crisis.
Tras la declaración de la ley marcial, el jefe del ejército, el general Park An-su, emitió un decreto prohibiendo la actividad política y las fiestas, la propaganda falsa, las huelgas y las “congregaciones que inciten a la agitación social”. Los medios de comunicación también quedaron bajo la autoridad de la ley marcial. La primera víctima de esta medida fue el ministro de Defensa, Kim Yong-hyun, quien presentó su renuncia poco después de que el Partido Democrático registrara ante el Parlamento una moción para destituirlo. Su ministerio confirmó que fue Kim quien aconsejó a Yoon imponer la ley marcial.
El Parlamento surcoreano inició de inmediato una moción de destitución contra Yoon, un proceso que requiere el apoyo de dos tercios de los 300 escaños y la ratificación de la Corte Constitucional. Si la moción prospera, Yoon sería suspendido de sus funciones y el primer ministro Han Duck-soo asumiría el liderazgo interino del país. La votación estaba prevista para este sábado 7 de diciembre de 2024, y el Partido Democrático solo necesita convencer a una decena de legisladores más para garantizar su aprobación. Cabe destacar que, al momento de redactar este artículo, no se habían alcanzado los votos necesarios para materializar la destitución del presidente surcoreano.
Este hecho me hace reflexionar sobre cómo el autoritarismo en el mundo actual puede compararse con las cucarachas que se infiltran por todas las rendijas de una casa. Al igual que estos insectos, el autoritarismo se cuela silenciosamente en las grietas de nuestras sociedades, aprovechando cualquier debilidad o descuido. Aunque al principio pasa desapercibido, su presencia se vuelve cada vez más evidente y difícil de erradicar.
Las cucarachas, con su capacidad para adaptarse y sobrevivir en casi cualquier entorno, reflejan cómo los regímenes autoritarios se ajustan y prosperan incluso en contextos donde la democracia parecía estar firmemente establecida. Así como una infestación de cucarachas puede comprometer la salud y seguridad de un hogar, el autoritarismo pone en riesgo los derechos y libertades fundamentales, erosionando la confianza en las instituciones y debilitando el tejido social.
La reciente crisis política en Corea del Sur ha captado la atención mundial no solo por sus implicaciones internas, sino también por su impacto en la estabilidad regional y global. La declaración de la ley marcial por parte del presidente Yoon Suk Yeol y su posterior revocación han puesto de manifiesto las tensiones políticas y la posible fragilidad de las instituciones democráticas en el país. Este intento de retroceso democrático se enmarca en un contexto global donde cada vez más países enfrentan desafíos similares.
En el ámbito regional, la inestabilidad política en Corea del Sur podría ser percibida como una debilidad interna que Corea del Norte podría aprovechar para intensificar sus actividades provocadoras, exacerbando las tensiones en la península coreana. En el pasado, Corea del Norte ha aprovechado cualquier signo de vacilación en Seúl para realizar pruebas de misiles, ataques cibernéticos o provocaciones militares.
En Asia, una región de economías dinámicas, la democracia enfrenta presiones específicas. Países como Filipinas e India han visto una creciente concentración de poder en líderes populistas, mientras que Corea del Sur, una de las democracias más exitosas de la región, atraviesa una crisis política que amenaza su estabilidad. Aunque ha sido un ejemplo de cómo combinar desarrollo económico con gobernabilidad democrática, los recientes escándalos de corrupción y la polarización política han puesto en duda la resiliencia de sus instituciones.
El caso de Corea del Sur tiene un impacto significativo en las democracias del mundo. Su éxito económico y político ha sido una inspiración para otros países en vías de desarrollo, demostrando que el progreso y la democracia pueden ir de la mano. Sin embargo, su situación actual subraya que incluso las democracias consolidadas son vulnerables a las tensiones internas. Esto plantea una advertencia global: la democracia no es un logro permanente, sino un proceso continuo que requiere esfuerzo para adaptarse a los cambios sociales, económicos y tecnológicos.
Este retroceso democrático es global. En los últimos años, se ha observado un aumento en el número de países que experimentan la erosión de sus instituciones democráticas. Según un informe del instituto sueco V-Dem, el 71% de la población mundial vive bajo autocracias, frente al 48% de hace una década. Este retroceso afecta a más de la mitad de los 60 países que celebraron elecciones nacionales en 2024, convirtiendo este año en un punto crucial para el futuro de la democracia a nivel mundial.
Corea del Sur, una de las democracias más sólidas de Asia, no ha escapado a la influencia de estos cambios. Su sistema democrático enfrenta presiones internas y externas que cuestionan su capacidad para mantener su modelo de gobernanza en medio de una creciente incertidumbre política y económica. A pesar de sus logros en desarrollo y gobernanza, los escándalos de corrupción y la división política están erosionando la confianza pública en las instituciones.
No puedo dejar de lado otro aspecto crucial: la globalización y el avance tecnológico han cambiado también la dinámica política. Las redes sociales y los algoritmos amplifican la desinformación, fomentan la radicalización y facilitan la manipulación del discurso público. Corea del Sur es uno de los países con una de las infraestructuras digitales más avanzadas del mundo, lo que facilita el uso generalizado de plataformas sociales. Estas redes y algoritmos influyen en el panorama político como en la manera en que los ciudadanos se informan, se movilizan y participan en los procesos democráticos.
Con un PIB de US$38,000 per cápita, Corea del Sur supera a países como España y México y se encuentra cerca de potencias europeas como el Reino Unido. Aunque aún está lejos de alcanzar el nivel de Estados Unidos, en 50 años de democracia, los ingresos medios de sus habitantes han reducido la distancia con el ciudadano promedio estadounidense en un 60%. En cuanto a su democracia, el Índice de Democracia Global de The Economist sitúa a Corea del Sur en el puesto 23 de 167 países evaluados, por encima de países como España, Francia y Estados Unidos. Si bien se le considera «el milagro económico del este asiático,» también enfrenta sombras. La corrupción al más alto nivel sigue siendo un problema grave, con varios líderes políticos, incluida la expresidenta Park Geun-hye, involucrados en escándalos que han sacudido la confianza pública.
La crisis política en Corea del Sur no solo afecta la gobernabilidad interna, sino que también tiene un impacto significativo en la percepción global de la democracia como sistema de gobierno. En un contexto de retroceso democrático mundial, el caso surcoreano subraya que incluso los países más avanzados enfrentan los mismos desafíos.
Luis Velásquez