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Derecha a favor

Temo que, si las élites siguen en su fantasía constitucional, veamos emerger otras consignas como la del General Carlos Ibáñez del Campo, «a barrer con los políticos».

 

Quisiera responder a la columna de Luis Larraín (2 de noviembre) publicada en este mismo medio. Lo primero, agradecerle la oportunidad de explicar algunas de las razones de fondo que tenemos personas de derecha para estar en contra del proyecto de nueva Constitución que para la izquierda lleva el sello de José Antonio Kast, la derecha y la extrema derecha. Iré punto por punto.

Larraín plantea que Tere Marinovic y yo afirmamos que el proyecto contiene ideas de izquierda radical. Pero no estamos solas, puede sumar a Natalia González y a Marcela Cubillos, la primera en su discurso a los consejeros de la izquierda les dice que parte importante de sus anhelos están contenidos en el texto y, la segunda, en conversación con Luis Silva (podcast constituyente de El Líbero) se pregunta por qué podría la izquierda estar en contra, dando a entender que es un texto de ideas de izquierda. Y no son las únicas, desde Sebastián Sichel a Arturo Squella, han dicho públicamente que este no es un texto de derecha, pero nadie ha querido decir por qué no lo es y hacerse cargo de las consecuencias. Respondamos a una interesante pregunta de Larraín: “¿(…) por qué entonces (si el texto es de izquierda) toda la izquierda se alinearía en contra de una Constitución que les entregaría ese regalo?”.

El golpe de Estado del 18-O tenía dos propósitos, derrocar al Presidente Piñera y cambiar la Constitución “de Pinochet” por una de su autoría, apodada “el mamarracho”. A quien lea dicho documento le queda claro que el objetivo de dicho sector no es construir “la casa de todos”, sino saciar las ansias de poder total vía revolución legal. Sobre este punto la derecha del “A favor” no quiere hacerse cargo; prefiere tapar el sol con un dedo y creerse el cuento de que el problema de la actual Carta Magna es su origen. De dicha premisa se sigue que “una nueva” traerá estabilidad institucional y cambiará el ethos de los octubristas que serán obedientes a la nueva institucionalidad por el solo hecho de estar limpia de la herencia militar, contener sus ideas y estar firmada por el descendiente ideológico de Allende. Mi convicción es que se equivocan y que se está transando la Constitución a cambio de más revolución. El “noviembrismo” ha demostrado ser impotente frente al octubrismo.

Volvamos a la pregunta de Larraín con un interrogante: ¿cómo ha podido un sector minoritario dar un golpe de Estado, pasar incólume volando bajo el radar del derecho (no hay nadie preso ni investigado), desmantelar nuestra institucionalidad y estar gobernando el país? Respuesta, porque tiene la llave maestra: la extorsión con la que corre el cerco y pasa la retroexcavadora, cual es que la Constitución es de Pinochet. En parte, es dicha llave la que mantiene a la derecha en estado de genuflexión, aceptando que avancen sin resistencia. ¿Cree Luis Larraín que van a entregar tan fácilmente la llave maestra, dándole, además, un triunfo electoral a su acérrimo enemigo? Ellos siempre van a estar en contra hasta que logren lo que quieren y, a diferencia de la derecha, jamás van a ceder en materia simbólica o ideológica; la izquierda va a impedir a toda costa que JAK y la derecha capitalicen el triunfo incluso, de un texto habilitante. En este punto la derecha del “En contra” se distancia de la derecha del “A favor”. Entendemos que estamos hablando de nuestra Carta Magna y no de una elección presidencial. Los efectos serán irreversibles.

¿Cuál es el costo para la izquierda de que gane el “A favor”? Ninguno, porque gana tanto si se aprueba un texto habilitante como si se rechaza, aunque el mejor de los mundos es conservar la llave maestra, la extorsión por el origen pinochetistas del texto. Sin embargo, no están desesperados haciendo campaña por el “En contra” -¿desde cuándo la izquierda guarda un silencio de esta magnitud ante un evento electoral?- pues la kastitucionalización del proceso cambia una llave por otra, a Pinochet por JAK. Vea las declaraciones de Jadue, Quintana o Gutiérrez, entre varios más. Ellos no van a parar. Además, le echarán la culpa de todos los males al proyecto aprobado.

Como si fuera poco contarán con un texto habilitante gracias a lo cual el proyecto de deconstrucción de nuestro país será un éxito. Ellos, la vanguardia, habrán probado que tenían razón. En este punto la derecha del “A favor” y la del “En contra” también nos distanciamos. Mientras los primeros no entienden el proyecto de deconstrucción de la nueva izquierda ni ven a mediano y largo plazo lo que significa para nuestra vida común, los segundos tenemos claridad. Hagamos un breve resumen de las ideas matrices del texto.

Derechos sociales garantizados y con ello aumento de la captura, la corrupción y del tamaño de un Estado de corte socialista. Reemplazo de la igualdad formal por la igualdad sustantiva. Aumento indiscriminado de la injerencia del Estado en todas las esferas de la vida nacional para cambiar nuestra cultura fundada en el mérito por otra cuyos cimientos hunden raíces en la ideología de género y el neomarxismo. Con esto se anula la autonomía de los cuerpos intermedios y se reduce al ser humano a su sexo biológico, sea este natural o artificial. Sume el capítulo ambiental que impone una misma educación climática para todos los niños de Chile (recomiendo leer La Carta de la Tierra que está a la base de dicha educación; marxismo puro) con lo que se anulan el derecho y deber preferente de los padres a educar y elegir la educación de los hijos. Además, se cambia la matriz energética por una verde. En este punto a Luis Larraín le interesará saber que Alemania, país mucho más desarrollado que Chile, se encuentra en una tremenda crisis económica por haber implementado este tipo de iniciativas.

El tema climático y la ideología de género son el caballito de batalla de la nueva izquierda para desmantelar la cultura cristiano occidental que los políticos de la derecha chilena no conocen ni entienden. En otras partes del mundo sí lo saben: Vox en España, Meloni en Italia, Orban en Hungría, Trump, Bolsonaro, etcétera. Quienes estamos “En contra” sí entendemos la batalla de la derecha a nivel internacional frente a una izquierda que ha cambiado de piel, pero no ha abandonado su proyecto totalitario. Y es este el punto de inflexión; como la derecha del “A favor” no ha querido ni estudiar ni enterarse, es imposible explicarles parte importan de nuestras razones. Si no me cree, trate de entender las siguientes palabras de Irina Karamanos en las que se contiene el proyecto político de la nueva izquierda que hoy está presente en el texto que, muchos, sin tener la menor idea de lo que hay detrás, quieren votar a favor:

“Somos sujetas en el mundo porque estamos relacionándonos con el mundo permanentemente entonces nos vamos formando mutuamente, por eso la idea de que estemos separadas del poder y de la norma es ficticia en el sentido de que nos puede servir para hacer análisis teóricos pero, en realidad, nos vemos permanentemente formados y formateados por la norma creada por el poder y como sujetos también estamos sujetos a aquel poder (…) tenemos la posibilidad de ocupar, como sujetas, una potencia para subvertir y en el poder institucional ahora, ya no solamente el poder que está en todos lados, sino que el poder institucional y político; existe la posibilidad por supuesto de reconfigurarlos. Porque la institucionalidad política ha sido creada por personas, por ende, si la dejamos andar sola por supuesto que van a existir inercias, se van reiterando cosas sin cuestionamiento y sin agencia; cuerpos con agencia que ingresen a aquel lugar en donde se está ejerciendo poder y tomando decisiones y esos sujetos con agencia pueden desviar esa reiteración de la que ya algunos nos olvidamos. Hay instituciones que siguen funcionando simplemente porque nadie las modifica.” (Coloquio Feminismo y mujeres en la disputa por el poder, Karamanos, España, 2022) Si no lo entiende no podrá entender el sustrato ideológico del proyecto de nueva Constitución y seguirá preguntando por qué parte de la derecha está en contra.

En lo que respecta a los quórums de modificación es extraño que no se hagan los cálculos adecuados. Los 4/7 de un total de 155 diputados, son 88 votos para modificar la actual Constitución mientras, 3/5 de 138 diputados (la disminución de parlamentarios viene en el proyecto) son 83 votos. Hablamos de apenas cinco votos de diferencia en la Cámara Baja y uno en el senado. ¿Cómo tomarse en serio este argumento para votar, por miedo a las reformas, favorablemente una Constitución habilitante?

Sobre la estabilidad, la inversión y el crecimiento económico llama la atención que no se sepa que la provisión garantizada de derechos presionará por mayores impuestos y endeudamiento (no creo que personas como el ministro Marcel tengan el mismo concepto de “responsabilidad fiscal” que economistas responsables). Tampoco se considera que una nueva Carta Magna demora al menos 10 años en implementarse y que las bajadas jurídicas las harán jueces de extrema izquierda. Es decir, lejos de aportarnos estabilidad institucional para la inversión, sólo generaremos más incertidumbre.

En el otro escenario, si gana el “En contra”, la izquierda quedará más debilitada puesto que sus miembros habrán legitimado la Constitución de Ricardos Lagos y quedará en evidencia que el problema nunca fue el origen.

El problema es que, como los más extremos no van a abandonar la idea de la Asamblea Constituyente a través, probablemente de otro golpe de Estado, planeado para el próximo período presidencial, la situación se va a complicar para la élite que se verá obligada a aplicar la ley a quienes usen medios violentos para destruir nuestra democracia. Ya no podrán escudarse bajo el pretexto constitucional para evitar la cárcel a los miembros de su casta. La moraleja de toda esta historia es que, en política, no se gana con las ideas del adversario; menos aún, después de que te han dado un golpe de estado.

Finalmente, sólo queda confiar en el hastío y la rabia de la ciudadanía en contra de la casta política y la deslegitimación completa del proceso con un triunfo aplastante del “en contra”. El mandato entonces será claro: «hagan la pega que Chile necesita». Temo que, si las élites siguen en su fantasía constitucional, veamos emerger otras consignas como la del General Carlos Ibáñez del Campo, «a barrer con los políticos».

 

 

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