Democracia y Política

Derechos civiles y laborales, prioridades para una apertura en Cuba

Ocurrió hace un año en Dacca la capital de Bangladesh. Los medios la destacan como la peor tragedia laboral de la historia. El derrumbe del edificio Rana Plaza donde se asentaban numerosos talleres de la industria textil internacional, con marcas de renombre como Mango o Benetton, provocó 1138 muertes y más de 2000 heridos. Según análisis de expertos el desplome fue causado por la sobre población del inmueble y la fabricación de tres pisos adicionales, carga esta que no pudo soportar la estructura.

Detrás de todo la desmedida ambición de producir más a menor costo para obtener mayores ganancias. Es fácil suponer esto último cuando los salarios pagados antes del accidente promediaban los 30 euros al mes. Posterior a la catástrofe los sueldos se aumentaron a 48 euros. De los 30 millones de indemnización acordados para los damnificados solo se había pagado un tercio. Familias que quedaron en la peor miseria al morir la persona que les sustentaba con su trabajo en las textileras solo recibirán 460 euros, una octava parte de lo previsto por organismos de la ONU atentos al problema. Un monto que aún en su tope nunca será suficiente para equiparar la vida de un ser humano.

Lo ocurrido en Dacca llegó a otras regiones del planeta sacudiendo la conciencia de sociedades ajenas al problema. Consumidores al margen de estas situaciones supieron por vez primera del origen de las mercancías que compraban. En un mundo cada vez más inter conectado mucha gente apenas sabía del coste humano de una producción que apenas daba para vivir a los que la producían y que rendía pingues ganancias a sus empleadores.

Poco después del derrumbe en Dacca cobró mayor connotación ‘Manufacture New York’, una idea surgida en la gran ciudad en el 2012 para renovar el sector de la costura en Estados Unidos. Una plataforma de producción textil que devolvía trabajo a los neoyorquinos con la reinserción de industrias que salieron para buscar mayores ganancias con menos coste. Hecho en Nueva York tiene en cuenta valores y prácticas responsables de producción, ética laboral y derechos del trabajador; una producción basada en conceptos tales como el respeto a los trabajadores y al medio ambiente. Las condiciones laborales totalmente opuestas a la que tenían los trabajadores textiles de Rana Plaza contemplan salarios mínimos de 8 dólares por hora, el pago de horas extras y un número de teléfono de emergencia.

En Cuba donde se abren cada vez mayores espacios a la inversión de capitales y se espera con los brazos abiertos la entrada de empresas extranjeras, es bueno señalar la importancia de recuperar derechos y libertades que lleguen sino antes, al menos junto con las reformas económicas. En una sociedad dominada durante medio siglo por un sistema que anuló todos los avances conseguidos hasta 1959 en el campo de derechos sindicales y laborales, con logros que aún hoy en día son una aspiración en buena parte del planeta -incluso en algunos del llamado Primer Mundo- resulta fácil que ocurran abusos, explotaciones y todo tipo de quebrantamientos legales.

El caso de Rana Plaza o los miles de ejemplos que ocurren en China y otros países envueltos en este tipo de trasformaciones hace evidente el riesgo que llega junto a estos cambios y pueden repetirse de alguna manera en la Isla donde la gente pone todas sus  esperanzas en un futuro de libre empresa. La ecuación entre ese capitalismo de estado que se instaura, sus socios foráneos y los empresarios emergentes que surjan en la misma sociedad hace temer el  florecimiento de negocios y factorías cuyo objetivo de obtener gangas gananciales sin importar como ello afecte a trabajadores o al medio ambiente.

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