Derrida sobre la (im)posibilidad de la traducción
En los ochenta la obra de Jacques Derrida estaba por ser traducida al japonés. Sin embargo había un obstáculo colosal que superar: el término “deconstrucción” no tenía equivalente en aquel idioma y por lo tanto, la traducción de uno de los conceptos más importantes del pensamiento de Derrida, si no es que el más, ponía en riesgo la posibilidad de traducir sus obras completas. En una carta dirigida al profesor Toshihiko Izutsu, el encargado de la traducción, Derrida presentó, a través de un desvío de la pregunta principal (la de cómo traducir “deconstrucción” al japonés), la paradoja a la que se enfrenta cualquier traductor.
Según Derrida toda traducción conlleva un movimiento doble: de adición y sustitución. Por un lado a un término en un idioma original se le añaden otros términos parecidos en otro idioma. En ocasiones esta operación es relativamente sencilla como por ejemplo entre “abstracto” en español y “abstract” en inglés. Sin embargo, este primer instante puede hacerse más complejo o llegar al extremo de presentarse como una trampa como el caso de “librería”, que en español se refiere a una tienda de libros y “library” que alude a una biblioteca.
El segundo movimiento es el de la sustitución. Una vez que se ha encontrado el término que mejor significa la palabra que se quiere traducir entonces ésta se sustituye por otra en un segundo idioma. Aquí, como en el primer movimiento, la cosa no es tan sencilla. El traductor debe discernir todo lo que un texto reclama en un idioma, toda esa realidad que presenta frente a nosotros, y expresar ese mismo pensamiento en otro idioma. El problema está en que esa sustitución nunca es totalmente equivalente. No existe una relación de identidad absoluta entre los términos del primer idioma y el segundo. Lo que se pensaba que iba a ser A = A, termina por ser A ≠ A o, dicho de otra forma, uno no traduce dos cosas iguales sino que se traduce del español (A) al inglés (B).
En ese sentido la traducción es un fenómeno imposible, según Derrida, pero también necesario. No es posible porque siempre hay una falla semántica. Es decir, una equivalencia que no es totalmente idéntica con el valor que se quiere traducir en el segundo idioma. Sin embargo, más allá de la imposibilidad de lograr cualquier tipo de traducción “literal”, esta actividad es necesaria. ¿Por qué? Porque, como Derrida argumenta, la traducción es un ejercicio constante de la diferencia que a través del ensayo de contrastes muestra la distancia a la que siempre nos enfrentamos entre aquello expresable y lo que no podemos explicar con palabras.
La traducción sirve aquí como un pretexto para referirse al fenómeno del lenguaje en su totalidad visto como un juego de adiciones y sustituciones, de diferencias y equivalencias entre significado y significante. En ese sentido la palabra traducción es mucho más rica si se regresa a la raíz latina que alude a la acción de pasar de un lugar a otro y, en consecuencia, la referencia al término mismo apunta a un desplazamiento y una transformación y no una equivalencia.
¿Hay forma de salvarse de este juego de posibles e imposibles? No, dirá Derrida. La caída de la Torre de Babel, aunque metafóricamente, pone de manifiesto esa condena de la humanidad a vivir presa de la multiplicidad del lenguaje y por lo tanto de la incapacidad de reducir a relaciones de identidad un idioma con otro. Es esta multiplicidad lo que hace que la traducción fracase. Sin embargo no todo está perdido porque aunque sea imposible la traducción de un idioma a otro, en este intento siempre se gana un espacio que flota entre estos dos universos. Es por ello que, siguiendo a Derrida, el objetivo de la traducción no es el de encontrar el término que en japonés equivale “deconstrucción”, sino el de crear un campo de oposición en el que la traducción no se afilie ni con la lengua supuestamente original ni con la segunda lengua. Y es este espacio diferencial lo que permite que el lenguaje crezca.
Al principio se había dicho que Derrida se desviaba de la pregunta que le hizo el profesor Izutsu sobre la mejor manera de traducir “deconstrucción” al japonés. El término desvío no es un mero pretexto, es la ilustración misma de esta (im)posibilidad de la traducción. La valía de este fenómeno no radica en un resultado o destino final que para Derrida siempre va a ser incompleto o imposible, sino en la necesaria e ineludible desviación que nos lleva a este viaje de bifurcaciones en donde lo que se gana no es la equivalencia de una palabra en dos idiomas sino el espacio que flota entre dos universos y que permite que el lenguaje no cese de transformarse.
Jacques Derrida. “Letter to a Japanese Friend. (Prof. Izutsu).” In: Derrida and Differance, ed. Wood & Bernasconi, Warwick: Parousia Press. 1985, p. 1-5
Jacques Derrida, “What is a ‘Relevant’ Transaltion?”, Critical Inquiry, Vol. 27, No. 2, (Winter 2001), pp. 174-200.