Un desafío en auge
El yihadismo global no ha estado nunca tan extendido como ahora. Tampoco ha sido con anterioridad un fenómeno igual de polimorfo e internamente competitivo. Además, la amenaza terrorista inherente al mismo es actualmente, en el mundo occidental, la de mayor intensidad conocida después de los atentados del 11 de septiembre. Se trata de una amenaza terrorista que en modo alguno había desaparecido, como quedó muy especialmente de manifiesto no sólo con los atentados de Madrid y Londres, sino con numerosos otros hechos y tentativas posteriores, pero que se ha agravado recientemente al hilo de la inestabilidad política y los enfrentamientos sociales que asolan a distintos países árabes desde 2011. Es un desafío en auge.
Ninguna sociedad occidental queda exenta de esa amenaza terrorista, aunque los antecedentes y procesos de movilización yihadista relacionados con la misma no se distribuyen de manera uniforme y varían según los casos. Francia fue, en 1995, escenario del primer atentado yihadista ocurrido en Europa occidental, es enemigo preferente de Al Qaeda en el Magreb Islámico desde la existencia como tal de esta última en 2007, sufrió los atentados de Toulouse y Montauban en 2012, y desde este año es origen de una tercera parte de los más de 3.000 europeos que se han trasladado a Siria e Irak para incorporarse a organizaciones yihadistas activas en ambos países, aproximadamente un 80% de ellos reclutados por el denominado Estado Islámico (EI).
Este es el contexto en el que analizar la matanza de este miércoles en París. El atentado contra Charlie Hebod, que no sólo lo es contra la libertad de prensa sino contra la fibra misma de las sociedades abiertas, es una de las expresiones posibles de la principal de cuantas amenazas terroristas se ciernen hoy en día sobre los europeos. En un polo del rango de la misma se encuentran los actos de terrorismo perpetrados por individuos aislados, retornados o no de zonas de insurgencia yihadista, normalmente contra blancos accesibles y con significativo potencial mortífero. En el otro polo se situarían los atentados ideados y planificados con el concurso de organizaciones yihadistas dotadas de liderazgo, estrategia y recursos. Entre ambos polos caben diversas manifestaciones compuestas de la amenaza.
Ante un desafío de semejante magnitud, a corto plazo no cabe sino reforzar y actualizar las capacidades estatales de inteligencia y actuación policial, proteger infraestructuras críticas, adecuar el tratamiento jurídico a las vicisitudes de un fenómeno cambiante, reforzar los mecanismos de cooperación bilateral y multilateral, favorecer iniciativas legítimas de la comunidad internacional en regiones que son foco de terrorismo global y asegurar la resiliencia de nuestras sociedades abiertas ante lo peor. En pos de resultados a medio y largo plazo, es asimismo urgente reflexionar sobre el fracaso de los programas nacionales de prevención de la radicalización violenta, pues no están impidiendo la reproducción social del terrorismo yihadista.
Fernando Reinares es investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y Adjunct Professor en la Universidad de Georgetown. Autor con Bruce Hoffman, de The Evolution of the Global Terrorism Threat (Columbia University Press).