Detectives de fauna exótica
Beastwatch UK, es una organización con sede en Leicestershire, Inglaterra, establecida en Facebook, que desde hace veinte años se ocupa sin pausa y de forma absolutamente gratuita de documentar la fauna salvaje en el Reino Unido, en colaboración con observadores voluntarios y grupos ambientalistas y profesionales, para alertar al público de los peligros que acechan al reino animal.
The Guardian refiere la saga de su fundador, Chris Mullins, que ha canalizado la pasión que le anima desde que, siendo apenas un niño, fue víctima de un incidente que le produjo amnesia y forzó a pasar dos años en un lecho de hospital y después en una institución de rehabilitación, donde su interés por los animales explotó, literalmente, correteando tras un venado por los jardines y en compañía de un murciélago que velaba sus insomnios.
Después le sedujeron las historias de walabies, mapaches, pitones, felinos y un luengo etcétera de especies raras que reemplazaron a Robin Hood en las forestas británicas y, cuando la curiosidad alcanzó su apogeo, decidió emprender la aventura de Beastwatch para buscar y rescatar tan exótica fauna que, por cierto, ha sido endémica del panorama británico desde tiempos inmemoriales.
Y es que, según recuerda el diario londinense, Guillermo el Conquistador mantenía en Woodstock, Oxfordshire, un zoológico privado con leones, linces y camellos y la Torre de Londres encerraba no sólo a los enemigos de la Corona sino leopardos, osos y elefantes africanos, que, inexorablemente, escapaban del cautiverio; papagayos, por ejemplo, que en la época victoriana sumaban 30 mil parejas en el condado de Kent y una colonia de puercoespines himalayos en Devon.
Sólo que ahora el fenómeno ha caído bajo la lupa burocrática, porque las especies invasivas perturban el equilibrio de los ecosistemas e infligen un daño que rebasa anualmente los 1.8 millardos de libras por su impacto en la agricultura y en la propiedad privada; sobre todo desde que en la segunda mitad del siglo anterior se registró una explosión en el comercio legal y su aliado, irregular, de reptiles, anfibios, aves e invertebrados.
Mullins verificó por primera vez, en 2006, la existencia de 5.392 grandes felinos, 51 walabies, diez cocodrilos, siete lobos y tres pandas, errantes muchos de ellos, liberados de sus propietarios, y como la Real Sociedad Protectora de Animales carece de recursos para las pesquisas, los atiende una vez encontrados y mientras una legislación ad-hoc sortea los meandros parlamentarios, los voluntarios encuadrados por Mullins prestan una coordinación invalorable con los vecinos para lidiar con las serpientes y los felinos realengos que infestan las verdes praderas de su Real Majestad.
Eran al comienzo criptozoólogos – especializados en animales de índole mitológica, folklórica o legendaria- a quienes tan dudosa existencia obligó a ocuparse de ejemplares de carne y hueso, integrando poco a poco un equipo profesional dotado de la tecnología sofisticada que exige una búsqueda a veces urgente porque el cambio climático implica un riesgo vital para las mascotas vagabundas.
Son ya 3.300 miembros en Escocia e Irlanda del Norte que realizan un centenar de operaciones mensuales, conectados con gentes benévolas que brindan refugio, y Mullins, septuagenario y liberado de funciones ejecutivas, acompaña eventualmente las excursiones y mientras se confiesa apabullado por el éxito de su iniciativa, invierte su energía en un motor-home con el cual seguirá esparciendo por toda la región un Beastwatch devenido auténtico evangelio.