Día 1 tras el fraude electoral en Venezuela: sin celebraciones y sin el apoyo popular que heredó de Hugo Chávez
«Hoy Venezuela despierta con un nuevo amanecer de paz, alegría, reencuentro y fortalecimiento de la institucionalidad democrática». Ni celebración por todo lo alto ni resaca triunfal más allá de declaraciones espirituales que nada tienen que ver con la Venezuela de hoy. Nicolás Maduro asumió como una «gran victoria» política el resultado de la farsa electoral montada por el chavismo, pese a unos datos pírricos que ni siquiera son confiables.
Las cifras aportadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE) atribuyen una participación del 31% del censo electoral, algo más de 5 millones cuanto todavía no ha terminado el recuento. Con el 69%, la abstención «arrasó» en las urnas, sobre todo si se compara con el 71% de participación y 14 millones de votos en las elecciones parlamentarias de 2015, cuando se produjo el histórico triunfo de la oposición.
Expertos electorales estimaban, por el contrario, que sólo habrían votado entre el 25% y el 30% del electorado. El Observatorio Contra el Fraude, creado por el Parlamento, reducía aún más esa estimación para situarla en torno al 20%, unos datos apoyados por la soledad en las calles y los centros electorales semivacíos durante todo el día.
Fiel reflejo del escaso apoyo popular que conservan los bolivarianos también se vivió en las calles desiertas. Nada queda de las fastuosas fiestas en los alrededores del Balcón del Pueblo en el Palacio de Miraflores, habituales en tiempos de Hugo Chávez. Con Maduro se había pasado a concentraciones mínimas hasta el domingo, cuando el jefe chavista se conformó con una arenga agridulce dentro de un despacho después de haber votado de forma ilegal en un cuartel militar.
«Maduro votó en un centro protegido para no exponerse al rechazo público en el barrio popular de Catia. Tanto en el voto como en la celebración estuvo blindado por el poder militar. Maduro está sostenido y protegido por el poder militar, no tiene base social», concluye Luis Salamanca, antiguo rector del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Los mecanismos de extorsión social y la famosa Operación Remate también engordaron las cifras, una práctica habitual. En las presidenciales de 2012 el chavismo empujó a un millón de electores con un operativo de última hora que mezclaba coacciones y transportes masivos con fondos del Estado. En 2013 fueron 800.000. En las presidenciales de 2018 se calcula que supuso el 6% del censo.
A la cabeza de la Operación Remate se situaron el propio Maduro, quien ordenó su puesta en marcha, sus gobernadores y su propio hijo, quienes lanzaron mensajes a sus subordinados para que se acelerara la recogida y traslado de votantes. «Aprieten, no estamos conformes con los resultados», avisó el gobernador Jorge García Carneiro.
No se trata, ni mucho menos, de la única trampa. En los comicios para la Asamblea Constituyente de 2017 el oficialismo introdujo más de un millón de votos en las urnas de forma ilegal, según la denuncia efectuada por el empresa tecnológica encargada del recuento.
El bloque chavista, como no podía ser de otra forma, obtuvo el 67,6% de los apoyos, frente a la principal alianza conformada por los grupúsculos autodenominados «opositores», con el 17,95% de los votos.
«El régimen necesitaba una participación electoral masiva y una Asamblea con visos de pluralidad. Ninguna se ha conseguido. El 31% oficial refleja que incluso dentro del chavismo hubo abstención. Además la credibilidad del CNE ha quedado totalmente en entredicho», resume el experto electoral Jesús Castellanos.
«Este resultado deja muy claro que la base de sustentación de que gozó el régimen hasta 2015 ha desaparecido. La base popular que le dejó Chávez ha desaparecido gracias a la gestión desastrosa de Maduro en lo económico con sus efectos destructivos sobre la sociedad. Hemos pasado de una democracia sometida a un déspota, que era Chávez, a una dictadura de nuevo tipo, no convencional. No es electo democráticamente y ejerce el poder sin freno ni control», detalla Salamanca.
LAS CRÍTICAS DE GUAIDÓ
La coalición conformada por la versión fake de Acción Democrática (histórico aliado del PSOE), el ex gobernador chavista Henri Falcón, el evangélico Javier Bertucci y Timoteo Zambrano, hombre en Caracas de José Luis Rodríguez Zapatero, ni siquiera alcanzó un millón de votos en el primer boletín. Un nuevo fracaso para la falsa oposición pese a contar con el empuje del ex presidente del Gobierno español, convertido en la vedette del Gobierno durante la jornada electoral.
Su sorprendente aparición desvió durante un tiempo la mirada de las calles solitarias y de los centros electorales vacíos, un silencio que gritó a lo largo y ancho del país. Una actuación criticada duramente por Juan Guaidó, quien acusó al «abogado de Maduro» (Zapatero) de ser «cómplice» de las violaciones de derechos humanos cometidas por el chavismo. Maduro está señalado por la ONU por cometer crímenes de lesa humanidad.
«No entiendo cómo hipotecan lo que les quedaba de prestigio», sentenció el líder opositor, quien agradeció que 45 países de América y de Europa no reconozcan el «fraude» bolivariano.