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Diario de la cuarentena (48): Son lentejas

Miguel me hizo saber que no abriría este lunes, tampoco el siguiente. Poner en marcha el bar para un aforo del treinta por ciento no le compensa

Miguel es dueño de uno de los mejores bares del barrio. Se trata de un lugar sencillo y alegre. Un local iluminado por amplias cristaleras, donde preparan una sopa de pescado perfecta y puede que los mejores mejillones con guindilla del planeta. Comerlos con mi padre haciendo un reguero con la salsa es de las cosas que más echo de menos.

Como yo, Miguel es del Real Madrid. En las paredes del bar se puede ver a toda la constelación de los primeros galácticos posar junto a él y su familia en los vestuarios del Bernabéu. Entonces los hijos de Miguel eran niños y Míchel Salgado no estaba gordo. También cuelga, enmarcada, una carta manuscrita de un cliente que asegura que en ese bar se siente como en casa.

Antes de todo esto, al bar de Miguel iban muchas personas mayores, incluso uno hizo colocar en la cubitera una botella de vino blanco que él mismo llevó para hacérsela servir, de lunes a domingo, a la hora del aperitivo. A la una y media de la tarde de todos los días hábiles, la cartera tomaba un zumo de tomate preparado antes de seguir repartiendo la correspondencia y los profesores del pequeño colegio concertado pedían bocadillos de lomo con queso para llevar.

Las lentejas las sirve Miguel los lunes, la ministra se las sirvió el jueves en un táper para llevar

Hace unos días, mientras paseaba a su perro, Miguel me hizo saber que no abriría este lunes, tampoco el siguiente. Poner en marcha el bar para un aforo de treinta por ciento no le compensa. Con quince menús por día no le salen los números. Mejor esperar hasta que pueda servir, al menos, la mitad de las mesas. No habla de cerrar, ni se lo plantea. No entramos en harina, pero la barruntamos: algo en esta desescalada huele a descalabro.

La ministra y vicepresidenta cuarta Teresa Ribera dijo en la radio que de normal, la nueva normalidad tenía poco. “El que no se sienta cómodo, que no abra”, aseguró para referirse a los requisitos que deben cumplir hoteles, cafeterías y restaurantes.  Si alguien cree que es mejor esperar, pues que espere, remató, como si de una elección se tratara. No sé si la ministra sabe que Miguel, como muchos otros, no gozan del privilegio de la elección.

Las lentejas las sirve Miguel los lunes, el día de las legumbres. A él se las han despachado este jueves, con todo y patatas, para que se las coma él solito. La ministra se las sirvió en un táper para llevar, y con empatía incluida. Ahí las tiene: o las toma o las deja. Miguel no espera porque pueda elegirlo, lo hace para no echar el cierre. Mientras tanto, saca a pasear sus preocupaciones por el barrio como quien tira de la cuerda de una mascota rabiosa. A ver cómo le explico yo a mi padre que nos hemos quedado sin mejillones y Miguel sin bar.

 

 

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