Días 23 y 24: La falta que nos hacen ahora los carretilleros
Las limitaciones cerraron la puerta a un sector privado que ahora podría ayudar en el abastecimiento de alimentos a la población
Las ruedas las usó para hacer un juguete al hijo, con las tablas del fondo reforzó el sofá y la estructura de hierro ahora soporta el tanque de agua de la casa. Mi vecino Yunier, de 38 años, desarmó el improvisado vehículo en el que vendía frutas y verduras después de la última razzia oficial contra los carretilleros. Hoy, echamos de menos su carromato con tomates y cebollas.
En tiempos en que las aglomeraciones y largas colas se vuelven una trampa mortal en la que se regodea el coronavirus, el pequeño comerciante que iba ofreciendo sus mercancías por los barrios es un recuerdo doloroso de las limitaciones impuestas por las autoridades a un sector privado que ahora podría ayudar en el abastecimiento de alimentos a la población. En aras de evitar el «enriquecimiento» de esos vendedores, dejaron a barrios enteros sin suministro.
Así que este domingo tuve que salir a caminar una larguísima distancia -ya no hay transporte público- para encontrar algo de fruta y verdura porque en el mercado estatal más cercano las tarimas están casi vacías. Un pequeño kiosco cerca de la Calzada del Cerro fue mi salvación pero el vendedor me advirtió de que esta semana no va a abrir. «Antes tenía una carretilla, pero me la confiscaron», me cuenta.
Cada cierto tiempo hay un «enemigo» en el que se centran los ataques oficiales. Una vez fueron los artesanos de la plaza de la Catedral, otra los macetas o nuevo ricos, a los campesinos privados también le tocó su andanada de insultos, los «intermediarios» fueron satanizados y desde hace unos años el blanco de los improperios han sido los carretilleros. La prensa oficial los acusa de no respetar los precios topados, de querer lucrarse con las necesidades y de comprar barato para revender caro.
Cree que espoleado por el colapso de la economía y necesitado de descentralizar los puntos de venta, el Estado volverá a permitir y a fomentar al pequeño comerciante a corto plazo
Las escenas de confiscaciones de mercancía, multas abultadas y arremetidas policiales contra estos comerciantes de barrio se hicieron frecuentes. El resultado: donde antes en La Habana había diez ahora queda malamente uno y si hace cinco años bastaba bajar y recorrer varias esquinas para regresar con ajos, pimientos y plátanos frutas; actualmente solo es posible adquirir estos productos en los mercados de gestión estatal o cooperativa con peor suministro, precios más baratos y calidades dudosas.
Mi vecino Yunier quiere recuperar las piezas para armar de nuevo su puesto rodante. Cree que espoleado por el colapso de la economía y necesitado de descentralizar los puntos de venta, el Estado volverá a permitir y a fomentar al pequeño comerciante a corto plazo. «Yo tenía muchos clientes que eran viejitos que no podían moverse de sus casas y me compraban en la puerta. ¿Y ahora cómo hacen?«, se pregunta. Pero las carretillas no se llenan solas.
En el interior del campo hay quienes esperan una decisión oficial que autorice la entrega a particulares de tierras estatales y facilidades para trabajarlas, elimine los altos impuestos, y erradique ese aparato disfuncional que es la estatal Acopio, que solo ejerce como una camisa de fuerza para los campesinos, y se permita la importación directa de semillas y útiles agrícolas. «Estamos esperando pero no avisan de nada», me cuenta un productor porcino de Alquízar que esta semana ha vendido sus últimos animales. «No tenemos comida para ellos y así no se puede seguir. O abren o el hambre será mucha».
Después de hablar con él, me dediqué a lavar meticulosamente unos ají cachucha que conseguí junto a unos plátanos burros y unos boniatos. Pelé, corté y guardé en varias bolsas los productos que me permitirán alimentar a la familia en los próximos días cuando los suministros empiecen a desaparecer en la calle.