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Díaz-Canel fue por lana a México y volvió trasquilado

Habrá que estar atentos a si el mandatario asiste a la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas

Todo parecía estar saliendo según el guion trazado en La Habana. Miguel Díaz-Canel había sido recibido con todos los honores por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y el espaldarazo iba a completarse con el relanzamiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Pero poco antes de concluir la visita oficial, algo se torció.

En el amplio salón repleto de mandatarios, poco duró el barniz de gobernante democrático con el que el ejecutivo mexicano trató de cubrir a Díaz-Canel, a la carrera. No aguantó nada. Bastó que el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, mostrara su preocupación porque en Cuba, Venezuela y Nicaragua «no hay una democracia plena», para que el secretario del Partido Comunista dejará a un lado el personaje que intentaba representar.

Nada acostumbrado a que otra persona, con un micrófono en la mano, lo cuestione, el ingeniero, por el que nadie votó en las urnas, desplegó su oxidada retórica

Nada acostumbrado a que otra persona, con un micrófono en la mano, lo cuestione, el ingeniero, por el que nadie votó en las urnas, desplegó su oxidada retórica. En lugar de aceptar las críticas, anunciar que lo ocurrido el 11 de julio abría un camino de cambio democrático ineludible y urgente, o aprovechar el momento para anunciar una amnistía de los presos políticos, prefirió apelar al lastimero discurso de culpar a otros de la falta de libertades en la Isla.

Perdió otra oportunidad.

Vale recordar que, quien lo emplazó no es alguien alejado del drama cubano. En los últimos años, miles de compatriotas han llegado a Uruguay huyendo de la miseria y de la represión en la Isla. Muchos han seguido rumbo hacia otras naciones, pero otros se han quedado y establecido en ese país austral. Lacalle Pou sabe muy bien del drama que cargan sobre sus hombros esos «balseros de a pie». Tiene todo el derecho a cuestionar las razones que los han hecho huir.

Así que el uruguayo volvió a pedir la palabra y, en una intervención breve pero histórica, metió el dedo en la herida autoritaria. Le citó algunos versos de la canción Patria y Vida al hombre que ha multado y encarcelado a miles de cubanos que han tarareando lo que se ha convertido ya en la banda sonora de la libertad. Fue el puntillazo que terminó por desinflar el falso «buen talante» de toda la visita a México.

Iracundo, descompuesto y tartamudeando, Díaz-Canel tomó la palabra y respondió. Hubiera sido mejor mantener silencio pero los tiranos tienen algunas debilidades bien marcadas, una de ellas es que no saben quedarse callados y sienten como una derrota que la última palabra la tenga el contrincante. Pecan por querer aplastar al otro con su verbo, cuando no pueden encerrarlo en una cárcel.

Arrogante y molesto, se le ocurrió acusar a Lacalle Pou de mal gusto musical y aseguró que la canción era una «construcción entre algunos artistas en contra de la Revolución cubana», sin percatarse de que justamente estaba confirmando lo que el uruguayo había denunciado: que un clan autodesignado como única voz de Cuba se arroga el derecho de decir qué es la patria y que no, quién puede reivindicarla y quién solo puede estar condenado a la mordaza.

Y así terminó el que podría ser el último viaje de Díaz-Canel a un evento internacional. Lastimado en su orgullo, desnudado en público como el torpe aprendiz de tiranuelo de los Castro, esos últimos metros de camino al avión deben haber sido un infierno. Por mucho que López Obrador y su canciller intentaron limpiarle la imagen, quedó claro que en América Latina cada vez la Plaza de la Revolución convence menos con su discurso y levanta más rechazo por las violaciones de derechos humanos.

La misma semana que perdían a la vieja Europa, tras la contundente votación de condena a la represión de las protestas de julio pasado que tuvo lugar en la Eurocámara

La misma semana que perdían a la vieja Europa, tras la contundente votación de condena a la represión de las protestas de julio pasado que tuvo lugar en la Eurocámara, el gobernante cubano muerde el polvo del ridículo en México. En la Isla, a pesar de los intentos de censurar parte de la escaramuza con Lacalle Pou, el video de este último «cantándole las verdades» se ha hecho rápidamente viral.

Los hábiles y viejos zorros de verde olivo de La Habana han tomado nota. Su muñeco de paja se deshace, es impresentable, resulta un peligro dejarlo a merced de los micrófonos internacionales y al alcance de cualquier figura política que pueda cuestionarlo. Ya no les sirve para eso.

Habrá que estar atentos a si Díaz-Canel va a Nueva York para asistir a la próxima sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. La probable ausencia del gobernante cubano comprobará que su viaje a México fue un «globo sonda» que confirmó el rechazo a su persona en foros mundiales.

López Obrador también habrá sacado algunas conclusiones y, aunque parece bien dispuesto a abrir la cartera y retrasar con su apoyo el largo final del castrismo, debe haberse dado cuenta de que quien se junta con dictadores termina ensuciándose. Este sábado, parte de las inmundicias de Díaz-Canel cayó también sobre el gobernante mexicano.

 

 

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