Diego Aristizábal: Confianza
Como seres humanos, pienso que solo necesitamos un poquito de confianza para fluir; que alguien nos diga, no sé si como al Sagrado Corazón: “en vos confío”. Confiar en el otro no debería caducar nunca; por más decepcionados que estemos de la humanidad, pienso que siempre hay que guardar un pedacito de confianza. Creer en el otro es una muestra sutil de que también alguien puede creer en mí. Y así, yo creo que esta vida puede ser más amena, menos amarga, más esperanzadora.
El fin de semana me encontré con una imagen muy bella. Paseaba tarde por un mall del alto de Las Palmas cuando afuera, vi un montón de libros puestos sobre una mesa. Un aviso en el vidrio de la tienda cerrada decía lo siguiente: “Libros a 10 mil pesos, favor dejar el dinero debajo de la puerta”. Mi sorpresa fue mayor cuando miré debajo de la puerta y había un buen número de billetes.
En estos tiempos donde todos somos sospechosos, y el negocio de las cámaras se ha vuelto más que rentable, dejar algo al aire libre para que alguien observe, se sirva y pague por el importe sin mediación alguna, es un aire fresco que nos hace pensar bien del otro. Cuando dejamos la confianza abierta, pasan cosas muy bellas, hay un sentido de responsabilidad natural, espontáneo, que nos hace sentir bien. Y cuando el ser humano se siente bien quiere seguirlo haciendo.
Publiqué esa imagen en Twitter y me sorprendió gratamente la reacción de la gente. Alguien escribió, por ejemplo, que sí se puede confiar en Colombia y que eso es justamente lo que deberíamos hacer, “confiar elimina el odio y crea lazos insospechados”. Yo estoy de acuerdo con eso. Otros decían que los ladrones no leen y los que leen no son ladrones. No creo que sea cierto, no me gusta ser tan categórico, conozco gente que lee y deja mucho que desear; sin embargo, me emociona profundamente que esto pase con libros, y podría replicarse en otra escala de valor; los libros siempre nos están enseñando algo, así no sea su propósito.
De una carta que le escribió Susan Sontag a Borges, 10 años después de su muerte, me quedo con lo siguiente: “Algunos creen que la lectura es solo una manera de evadirse: una evasión del mundo diario ‘real’ a uno imaginario, al mundo de los libros. Los libros son mucho más. Son una manera de ser del todo humanos”. Los libros con su silencio, con su piel suave de papel, nos siguen dando lecciones de carne y hueso, nos recuerdan lo bonito que es el verbo “confiar”.