Diego Aristizábal: Libros libres
Y se nos acabó la 12ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Para mí fueron los 10 días más rápidos de la historia. Las puertas se abrían y casi en un abrir y cerrar de ojos el reloj marcaba las 9 p.m., hora de cierre. La gente empezaba a marcharse lentamente con sus bolsas repletas de libros, con sus sonrisas, con sus vidas alargadas; porque detrás de la compra de libros siempre he pensado que hay un elixir de la eterna juventud, una forma de prolongar los años de vida. ¿A quién le gusta irse sin terminar los pendientes? Mis pendientes son más de 500 libros de mi biblioteca que han llegado y yo espero leer algún día, así, después de esta fiesta, hayan llegado otros 20 y creo que seguiré sumando el resto de la vida hasta que me vuelva un lector inmortal.
¿Y qué hacer con esta nostalgia que le queda a uno en el corazón después de vivir intensamente la Fiesta? Yo creo que abrir, como si fuera un acto mágico, cada uno de los libros comprados. Leerlos tan rápido como cada quien crea conveniente, compartirlos, hablar de ellos con otros amigos que sientan lo mismo que uno, pero más con aquellos que todavía no se sienten enamorados por la lectura. Después de vivir una gran Fiesta, es necesario hablar mucho, no de ella, sino del gran anfitrión de la Fiesta, que es el libro, el único que hace posible que confluyan niños, jóvenes, adultos, todos los estratos económicos, todos los habitantes visibles e invisibles, todos los que nos conocemos y desconocemos cuando caminamos por las calles desoladas y ocupadas de nuestra ciudad. La Fiesta tiene que continuar en nuestros corazones, en nuestras palabras para sumar más libros libres. Los libros no deben estar en los anaqueles, deben volar por todas partes.
En Medellín están pasando cosas muy bellas alrededor del libro, no podemos dejar que esa magia desaparezca. Estamos haciendo del libro una noticia constante, una necesidad, nos estamos enamorando cada vez más con intensidad de las historias. Yo, que soy un iluso, sueño con ver a todas las personas por ahí en el metro o en el bus con un libro bajo el brazo como si fuera un pan o un banano; así cuando alguien sienta hambre de palabras y de frases, le pueda dar un buen mordisco al libro para saciar el hambre tan berraca que da la curiosidad.
Ahora que la Fiesta está en los corazones, ahora que esperamos con ansias la del otro año, nunca debemos olvidar que las librerías y las bibliotecas de nuestra ciudad están abiertas todo el tiempo; en esos lugares encantados también debe continuar la Fiesta, también debe perdurar el interés para seguir soñando. Por lo pronto, yo seguiré hablando de los muchos libros que día a día llegan a mi casa como si fueran los invitados más especiales de mi vida.