Democracia y PolíticaDictaduraEconomíaRelaciones internacionales

Dilema europeo: ¿Xi o Trump?

«Europa no puede seguir jugando al equilibrista cuando los vientos soplan con fuerza desde Oriente y Occidente. El momento exige decisión, unidad y liderazgo»

Dilema europeo: ¿Xi o Trump?

Ilustración de Alejandra Svriz.

 

 

La Unión Europea parece haber perdido el rumbo. Incapaz de definir su lugar en el tablero geopolítico, se debate entre el egocentrismo imprevisible de Donald Trump y el autoritarismo meticuloso de Xi Jinping. Entre el león de melena naranja, rugidor teatral y territorial, y el panda de aspecto apacible, pero corazón calculador, nacionalista en casa y asertivo en el exterior.

Trump ha convertido su segundo mandato en una ofensiva frontal contra la democracia. Indultó a los asaltantes del Capitolio, persigue a sus adversarios políticos desde el Departamento de Justicia, ataca sistemáticamente la libertad de prensa y reestructura el Gobierno para situar a leales en puestos clave. Todo ello a golpe de orden ejecutiva: 124 firmadas en menos de 100 días.

Xi, por su parte, es un dictador sin complejos. En 2018 eliminó el límite constitucional de mandatos para perpetuarse en el poder. Controla el Partido Comunista, el Estado y el Ejército. Su figura es omnipresente en medios, redes sociales y aulas, al más puro estilo maoísta. Dirige un Estado hipervigilado con tecnología de reconocimiento facial, reprime a minorías como los uigures, silencia a activistas y criminaliza toda disidencia, incluida la de Hong Kong.

Y en Bruselas, Ursula von der Leyen deshoja margaritas. Mientras Trump impone aranceles a diestro y siniestro y China mantiene una rígida asimetría comercial, la presidenta de la Comisión Europea evita tomar posiciones firmes. La UE sufre una fuerte dependencia económica de China y serias dificultades para acceder al mercado asiático sin sacrificar tecnología. A la vez, Estados Unidos ha llegado a calificar a la Unión como «enemigo» comercial, dejando a los 27 Estados miembros desconcertados, tambaleándose como un tentetieso que no logra mantenerse en pie.

La Unión Europea, pese a tener una política comercial común, no responde con la firmeza necesaria. Trump solo respeta a quienes le plantan cara: China y México lo han hecho y han logrado exenciones. Su estilo de negociación es bien conocido. Empieza con amenazas desestabilizadoras, sienta al adversario a la mesa, pasa de un maximalismo teatral a concesiones mínimas que vende como victorias absolutas. Todo envuelto en un espectáculo mediático donde él siempre busca presentarse como el gran ganador ante su electorado MAGA. Divide si puede, y desprecia a quien titubea.

«La globalización hace que la idea de un desacoplamiento total con China, como promueve Trump, sea poco realista»

Xi, en contraste, es paciente. No tiene prisa, ni urnas. Su diplomacia es silenciosa, pero eficaz, presiona con instrumentos de baja intensidad: comercio, deuda, tecnología. Aspira a redibujar el orden mundial, consolidar su modelo de globalización a medida, y ampliar su influencia en Asia, África o incluso en la propia Europa, aprovechando los vacíos que deja una América en retirada.

La interdependencia económica fruto de la globalización hace que la idea de un desacoplamiento total con China, como promueve Trump, sea poco realista sin generar severos costos internos. Aislarse de China implicaría que los ciudadanos estadounidenses paguen el doble por productos electrónicos, sufran olas de calor sin aire acondicionado asequible o enfrenten escasez de componentes clave si Pekín decide restringir la exportación de tierras raras, lo que desataría disrupciones globales y aumentos de precios.

Y Von der Leyen sigue en el centro del tablero, más árbitro que jugador. Presenta libros blancos, marcos regulatorios y discursos sobre la autonomía estratégica, pero sin músculo político ni unidad real entre los 27. Aspira a reducir la dependencia en defensa de Washington, pero choca con la escasa voluntad presupuestaria de los Estados miembros (que se lo digan a Sánchez o a Meloni). Habla de de-risking, un desenganche controlado, frente a China en economía y tecnología, pero los líderes europeos actúan por libre. Mientras la Comisión calificó a China como «rival sistémico» en 2019, y condena los aranceles de Trump, el presidente español viaja a Pekín y evita ese término, y la primera ministra italiana prepara su propio acercamiento a Washington.

En este cruce de caminos, la UE tiene varias opciones: alinearse con Estados Unidos, confiando en unos valores comunes que quizá ya no lo sean tanto; acercarse a China, apostando por su peso económico y su creciente influencia global; dividirse internamente, con algunos países mirando a Washington y otros a Pekín; o reforzar su unidad y convertirse en un tercer bloque con voz propia en un mundo cada vez más dominado por la rivalidad entre potencias y una cooperación internacional cada vez más limitada.

Europa no puede seguir jugando al equilibrista cuando los vientos soplan con fuerza desde Oriente y Occidente. El momento exige decisión, unidad y liderazgo. Porque mientras el león ruge y el panda avanza, el tentetieso europeo amenaza con caer.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba