Djokovic, campeón en París y a un paso del cielo
Supera las extraordinarias maneras y el arrojo de Tsitsipas, suma su Grand Slam 19, a uno de Nadal y Federer y se convierte en el único tenista de la Era Open en ganar los cuatro grandes más de una vez
En 2016, ganado por fin Roland Garros, Novak Djokovic descubrió el vacío. Habían sido tantos años construyendo el objetivo de alcanzar los cuatro grandes títulos que, una vez en sus manos la Copa de los Mosqueteros, la ilusión se acabó. Ya lo dice la cultura popular: ‘ten cuidado con lo que deseas’. Había conseguido todo lo que se había propuesto, y le costó entender que, aún así, todavía faltaba muchísimo. Tardó casi un año en reconducir los anhelos y la ambición, en construir otra meta por la que salir cada día al entrenamiento y obligarse a volar de nuevo por todo el mundo. De no haberlo hecho, tampoco hubiera pasado nada, ahí estaban sus récords, y deportistas como Flavia Penetta, Casey Stoner o Nico Rosberg decidieron que con un título tenían suficiente. Pero Djokovic apostó por seguir adelante. Y adelante solo tenía a Rafael Nadal y a Roger Federer. Ellos pasarían a ser sus objetivos. Su decisión ha creado la carrera por alcanzar más títulos de Grand Slam más emocionante posible.
Cuando Djokovic ganó su primer gran título, el Abierto de Australia en 2008, Nadal ya tenía en su vitrina tres Roland Garros (2005, 2006 y 2007) y Federer atesoraba 5 Wimbledon, 3 Abiertos de Australia y 4 US Open. El serbio, entonces, apuntó hacia el español, pero como este se puso de reto alcanzar al suizo, los tres, al final, protagonizan la batalla de las batallas. Así lo definía Federer al felicitar a Nadal cuando consiguió igualar sus 20 grandes en Roland Garros 2020: «Como mi mayor rival de los últimos años, nos hemos empujado el uno al otro para ser mejores jugadores. Es un gran honor para mí felicitarte por tu título 20. Es especialmente increíble que hayas conquistado 13 Roland Garros, que es una de las mayores hazañas del deporte. Espero que el 20 sea solo un paso más en este camino que compartimos. Bien hecho, Rafa. Lo mereces». Por el momento, ahí han quedado los dos, sin poder sumar Federer ese noveno Wimbledon de 2019 en el que tuvo dos bolas de partido; apartado Nadal de la decimocuarta final en París 2021. Ambos frenados por el mismo hombre, Novak Djokovic.
El serbio perdió dos sets contra Musetti, perdió los papeles ante Berrettini, pero ganó Roland Garros en esa semifinal contra Rafael Nadal. Tan preparado el cuerpo y la mente que se presentó el Djokovic más calmado y centrado de estas dos semanas. Remontó dos sets y superó con esa actitud las extraordinarias maneras de Stefanos Tsitsipas, muy cerca del olimpo pero al que se le hizo larga la final. Eran 29 finales de grandes torneos contra la primera, y esa experiencia acabó pesando tras cuatro horas y 11 minutos. Y son 19 Grand Slams para el serbio, a un solo paso de alcanzar la eternidad que defienden por el momento Rafa Nadal y Roger Federer (20) y convertido por méritos propios en el único tenista (masculino) de la era Open en ganar al menos dos veces todos los títulos. Honores para el número 1.
Busca Djokovic su propia era, y da un buen mordisco en París. Y con otra prueba de gallardía y de escapismo. No había miedo en la mano del griego, contumaz y atrevido en su primera gran final, desenfundado el florete para golpear profundo, y angulado, de derecha y de revés, y finísimo a la hora de las dejadas y las voleas; arte en movimiento, nada que ver con la tosquedad de algunos de sus congéneres. La Chatrier se divertía de lo lindo, puntazos a cada cual más bello y con los ánimos volcados con un poco más de intensidad para el que, en apariencia, mostraba la presencia más débil, por falta de títulos o de experiencia, pero nada más. Y mantenía el serbio también su propia legión, bandera en mano gritos de Nole, Nole en la garganta.
Se jugaba en las esquinas, procurando uno y otro desestabilizar al rival sacándolo de su puesto, igualdad en arrojo, potencia y control. Pocos errores no forzados. Estupendo el griego en la variación de ritmos, invitando al serbio a un baile de línea de fondo y subidas a la red que aceptó gustoso, también mano firme e ilegibles golpes cuando esconde la intención.
Tuvo que hacer uso de su primer truco de escapismo el número 1, que por algo está ahí desde hace semanas y semanas, con 5-4 del primer parcial, y atizó para llevarse el primer break del partido en la primera oportunidad que tuvo. Si faltaban más muestras para confirmar que este Tsitsipas estará presente en muchas finales de Grand Slam, se lanzó el griego al resto y atrapó la rotura a continuación para firmar la sentencia del set al tie break; en pie la grada, ¡Tsitsipas! ¡Tsitsipas! en el eco de la Chatrier, y 4-0 que se impulsa el heleno.
Escapó, segunda vez, el serbio, de 0-4 a tener una bola de set. Pero si pretendía achantar solo por presencia y currículo -83 títulos- al griego, le iba a costar. Se jugó Tsitsipas una derecha feroz para despejar el peligro con toda la intención: ‘no tengo miedo’. Y no tembló cuando la opción del set fue para él. Una hora y 9 minutos de lucha de gallos.
Tsitsipas es el jugador con más victorias este curso, 39, también en tierra batida, 22, y no es casualidad. Ya estuvo a punto de llevarse el premio de una primera final el año pasado, y ante Djokovic, en ese otro París otoñal (6-3, 6-2, 5-7, 4-6 y 6-1). No aguantó el griego aquella vez, pero aprendió, y de qué forma, a resistir al serbio y a maniatarlo cuando era preciso. Break a las primeras de cambio y otro más al final para sentenciar la segunda manga en un suspiro (35 minutos).
Mil vidas de Djokovic
Le había costado mucho al serbio llegar hasta este momento; sobre todo esa final de 2020 con la que seguro tuvo pesadillas. Sabe mejor que nadie lo que cuesta el camino y lo largos que se pueden hacer los partidos a cinco sets. Se fue a cambiar de ropa al vestuario, esa táctica que tan bien le había funcionado contra Lorenzo Musetti, también agobiado con dos sets en contra. Pareció funcionar, cuatro bolas de rotura que se trabajó en el cuarto juego, salvadas con entrega y fe por el griego, y una quinta con la que encontró, otra vez, el resquicio para respirar y comenzar el contragolpe. Si contra Nadal tuvo que hacer mucho y más, no le fue más sencillo con el griego. Pero halló la fórmula, levantado de sus cenizas para ganarse una vida más, tercer set a su favor con una marcha más de agresividad, más lejanos los golpes, en busca de la línea, sobre todo con el resto, para no dejar que el griego armara brazo encima de la pelota.
En el intermedio, alarmas, la parte baja de la espalda de Tsitsipas acumuló toda la tensión de las dos horas y media de partido. Hubo de salir el fisio para descargar esa zona. Normales las molestias por la fuerza y la intensidad mostradas. Pero lo atenazó en el cuarto set, roto su servicio y con ciertas prisas en los intercambios porque las fuerzas ya iban menguando. Al otro lado, un Djokovic calmadísimo, ni un aspaviento, ni con un eterno tercer juego que ambos sabían decisivo para el devenir del set, fuerzas al límite, tres horas de final. Para mostrar el resurgir del número 1, el 3-0 llega con una dejada fruto de la genialidad, la sangre fría y la capacidad para saber que el griego andaba tocado. No presionó más el de Belgrado, pero le bastó para llevar la final al quinto set.
Abusó entonces Tsitsipas de los cambios de ritmo con las dejadas, pero se las empezó a leer bien Djokovic, que a experiencia y a trucos no hay quien le gane: una bola a la línea obligó al griego a devolver de bote pronto y se fue largo. Puñetazo al raquetero porque se había protagonizado un partido impecable y se perdía por apenas unos centímetros.
No es Zverev este Tsitsipas, ni siquiera es Medvedev, es capaz de levantar dos bolas de break con 2-4 y seguir remando. El maestro más joven, aunque aún tiene que crecer un poquito más, no mucho ya. Aunque solo sea en paciencia, saber que esto son cinco sets y que hay que ganar desde el primero hasta el último punto y para eso la muñeca no puede desfallecer. Maestro en esas circunstancias es Djokovic, apretó con 5-3 al resto, pero no se desgastó. Ya con servicio, mirada firme y convencida, todas las bolas dentro y tiempo para limpiar la zona de saque del exceso de tierra, respirar, incluso tras esa volea fácil que chocó en la red. Más paciencia, más frescura, el Djokovic más número 1.
Segundo título en París, 19 Grand Slams, a un paso de alcanzar la eternidad que defienden Nadal y Federer. Pero ya es el único en ganar, al menos, dos títulos de cada.