Colombia: Doble bajada de pantalones
Cuando esperábamos que, en respuesta al vil asesinato de diez militares en el Cauca el Gobierno le diera un golpe estratégico a las Farc o que, al menos, endureciera su posición en la mesa de La Habana, con perplejidad observamos que lo que decidió fue bajarse, aún más, los pantalones frente a la guerrilla.
En lugar de fijar un plazo perentorio para la firma de un acuerdo de paz, como todos creíamos que iba a hacer, Juan Manuel Santos decidió complacer a las Farc en dos de sus más caprichosas peticiones: la suspensión de las fumigaciones a los narcocultivos y la liberación de ‘Simón Trinidad’.
El Gobierno está actuando como la esposa a la que el marido le pega, que en lugar de pedir el divorcio decide premiar al agresor con una romántica noche de pasión. Y a la que, por supuesto, le siguen dando muendas peores.
Y que no nos venga ahora el doctor Santos con el cuento de que estas iniciativas no están motivadas por el ánimo de complacer a las Farc. La ‘culipronta’ decisión, como la tildó el Procurador, de suspender las fumigaciones con glifosato no puede obedecer a estudio científico alguno. Porque el que realizó el Instituto Nacional de Salud lo que dice es que no hay ninguna prueba definitiva de que las aspersiones con ese químico causen daños a los seres humanos.
Hay sospechas, pero pruebas, ninguna. De lo que sí existe certeza es que en los lugares en donde se suspendió la fumigación, como en el Catatumbo y en la frontera con el Ecuador, los narcocultivos se multiplicaron. Como dijo un perspicaz amigo, el mejor argumento para no interrumpir esas aspersiones es que las Farc están clamando por esa medida.
Lo de ‘Simón Trinidad’ es para Ripley. Luego de que el Gobierno lo negara mil veces, al comisionado de paz Sergio Jaramillo, en entrevista con la BBC, se le ‘chispotéo’ la infidencia de que los gobiernos de Colombia y Estados Unidos han sostenido diálogos “del más alto nivel” para analizar la liberación de Trinidad. Y el nivel debe ser muy alto porque el único ser en capacidad de tomar esa decisión se llama Barack Obama.
Para justificar esa petición, los defensores hirsutos del proceso de paz nos han pretendido convencer de que Trinidad es una especie de Nelson Mandela vallenato. Incluso el abogado del jefe guerrillero no tuvo empacho en afirmar que Trinidad, alias de Ricardo Palmera, es un ‘intelectual’.
En Valledupar lo califican de una manera muy diferente. Lo que dicen allá es que Palmera decidió volverse guerrillero tras percatarse de que sus jefes en el banco en el que trabajaba estaban a punto de pillarlo en maniobras no muy sanctas. Y que antes de que le echaran el guante, se fue para el monte. Llevándose, de paso, los listados de sus clientes que luego a las Farc les resultaron muy útiles para escoger a las víctimas de sus secuestros y extorsiones. Ese es el ‘intelectual’ al que las Farc buscan liberar, con los buenos oficios del gobierno.
De seguro lo que busca el gobierno al hacer estas concesiones, es que las Farc cedan en sus obstinadas posiciones para que el proceso de paz avance. Pero me temo que esa actitud mendicante está causando un efecto contrario, porque la guerrilla está logrando lo que quiere sin necesidad de firmar nada.
¿Si alcanzan objetivos tan preciados para ellos como que suspendan los bombardeos en su contra, no fumiguen más los narcocultivos y que liberen a ‘Simón Trinidad’, qué motivación les va a quedar para firmar la paz?