Esto de Donald Sánchez me recuerda a Warren Sánchez, el líder de aquella secta que inventaron Les Luthiers y que prometía a sus fieles que, a cambio de darles todo lo que tenían, recibirían una humildad tan grande que les llenaría de orgullo y de soberbia. Pero es que la alternativa era Pedro Trump y no es lo mismo. Yo leo Pedro Trump y me imagino a un Pedro Sánchez muy moreno con la gorra de los Leones del Caracas y un bigotillo de dictadorzuelo teñido de negro, quizá hasta replicando la mecha blanca del pelo, tipo Charly García.
Pero lo de Donald Sánchez tiene un aire cutrón más acorde al personaje. Llevo pensando unos días que todo lo que hace últimamente tiene como único objetivo volver a presentarse como candidato del PSOE a las siguientes elecciones. Lo mismo que Trump, vaya. Y lo mismo que Kirchner. Qué grandes referentes para un socialdemócrata europeo, pensarán, pero esto es lo que hay. Nunca el PSOE estuvo tan desprestigiado ni tan denigrado. Les recuerdo que el PSOE, durante un tiempo, fue el partido de las élites, de la gran empresa, de la ‘beautiful people’ y representaba a una España moderna, culta y europea que avanzaba social y económicamente. Cuesta creer que se hayan convertido en una asociación de vecinos transhumantes tras la estela de un pastor que los dirige a un precipicio mientras les hace cantar una de Julie Andrews: «Con un poco de azúcar esa disciplina de voto que os dan, pasará mejor».
Ni rastro del prestigio, de la reputación ni de nada que se lo parezca. La hecatombe es ya inevitable y solo espero que sea histórica, apabullante y hasta humillante. Solo así podrán comenzar el proceso necesario para borrar toda huella del sanchismo y que el PSOE sea el partido de centro progresista cabal que España necesita. Porque la alternativa no es que la izquierda desaparezca, sino que la lidere Yolanda Díaz, sus santeras y su comunismo rosita y bochornoso.
Donald Sánchez descuenta la debacle en julio, sabe que va a perder y necesita que los noventa diputados que salgan elegidos sean los más mediocres, los más serviles y los que, por edad, menos ambición puedan mostrar para dar un paso al frente y enviarle de vuelta a Pozuelo. Su plan es volver, no lo duden. Esta tesis se la he leído también a Abelardo Bethencourt en ‘Vozpópuli’ y cada vez la tengo más clara. Nos enfrentaremos a un congreso extraordinario que supondrá la segunda parte del ‘Manual de Resistencia’ a la espera de que llegue la enésima crisis grave entre PP y Vox –no se hagan ilusiones, la primera llegará en octubre– para presentar una moción de censura por año. Y vuelta a empezar.
Queda claro que su modelo es Trump: incapacidad para asumir la derrota, populismo, obsesión con el poder, imposibilidad para dejar paso, victimismo, bulos, conspiraciones –«hablarán de que hay que detenerme»– y maneras totalitarias. Solo esperamos que, llegado el momento, en lugar de una cabeza de Búfalo, lleven la de un Garcigrande. Y, ya que estamos, media verónica de Ábalos. Si no es mucho pedir.