Dostoyevski como síntoma
¿Cómo se explica que un relato decimonónico y pacato resulte tan actual para chicos que han crecido bajo los auspicios de la igualdad entre sexos y de la libertad sexual?
Según datos facilitados por la editorial británica Penguin Books, tradicionalmente su edición de ‘Noches blancas’, de Dostoyevski, vendía una módica cantidad de ejemplares por año. En 2024, en cambio, se convirtió en la cuarta obra más vendida de todas las traducciones extranjeras, incluidas obras recientes de alta tirada. ¿Nuevas generaciones de intelectuales y estudiosos habían encontrado de pronto inéditos enfoques en este pequeño opúsculo publicado en 1848 por el autor de ‘Los hermanos Karamazov’? No exactamente. La explicación hay que buscarla en una de las redes sociales más exitosas del mundo, con mil millones de seguidores. Si uno entra a TikTok podrá comprobar que un número creciente de jóvenes de lugares tan dispares como China, México, España o Corea comentan y debaten lo mucho que los ha conmovido las tribulaciones de cierto joven (nunca se revela su nombre) que, una de esas noches de verano en San Petersburgo en las que el sol no llega a ponerse del todo, encuentra llorando cerca de un canal a una chica de unos dieciséis años que espera desde hace días y en vano al hombre que ha prometido casarse con ella.
NIETO
Nuestro joven protagonista sin nombre es un soñador solitario que ha preferido vivir hasta entonces lo más lejos posible de la realidad, permitiéndose solo amores platónicos. En cuanto a ella, de la que sí conocemos su nombre, Nastenka, vive con su anciana y ciega abuela que, al perder la vista, ha obligado a la muchacha, literalmente, a coser su falda a la suya para así controlar sus movimientos. A pesar de tan férrea medida, Nastenka se ha enamorado del hombre misterioso y culto que les alquila unas habitaciones y él parece corresponderla. De pronto, un día su amado anuncia que debe marchar a Moscú, aunque le promete regresar en un par de semanas y casarse con ella. Nastenka lo espera cada vez más angustiada en el punto de la ciudad en el que acordaron citarse y es ahí donde conoce al nunca nombrado protagonista de esta historia, al que le hace prometer que no se enamorará de ella. Un vez sentadas las bases de la relación, y a lo largo de cuatro noches blancas, la joven le confía sus cuitas amorosas, vuelca su corazón, le hace mil confidencias hasta que, en la noche final, Nastenka, al ver que su amado la ha traicionado, acepta al soñador, que para entonces está rendidamente enamorado de ella, y acuerdan casarse lo antes posible. En ese momento (y perdonen el espóiler, pero si no no se entendería el fenómeno del que quiero hablarles) irrumpe en escena el desaparecido e ingrato amante de la muchacha. Ella vuela a sus brazos y nuestro héroe ve cómo su felicidad, que solo han durado un suspiro, se desvanece entre los claroscuros de la cuarta de las noches blancas. A la mañana siguiente recibe una carta de la que ya nunca será su esposa, en la que ella ruega su perdón y le ofrece su amistad eterna. Él, entonces, acepta la situación y la agridulce amistad que Nastenka le brinda y jura que jamás la molestará con sus quejas ni sus reproches al tiempo que añade: «¡Que Dios te bendiga por el minuto de bienaventuranza y felicidad que regalaste a este otro corazón solitario y agradecido!». Y luego concluye: «¡Dios mío! ¡Solo un momento de bienaventuranza! Pero ¿acaso es esto poco para toda una vida humana?».
Para mí esta frase es la más interesante del libro, la más filosófica y paradigmática. Pero son otros aspectos del relato los que suscitan el fervor de los jóvenes lectores de ‘Noches blancas’. Obvio es señalar que los buenos libros nos ‘dicen’ cosas diferentes según qué edad tenga uno cuando los lee. También juegan un papel evidente los desiderátums, carencias y valores que primen en la sociedad en ese momento. Por eso me parece sintomática la lectura e interpretaciones que hacen estos muy jóvenes ‘tiktokers’ de rincones tan diversos del mundo. ¿Y qué destacan ellos? Por un lado, los hay que encuentran un alma gemela en ese soñador solitario e incomprendido que ha elegido aislarse de la sociedad para que la realidad no le dañe. Las lectoras, en su gran mayoría, reprochan a Nastenka que prefiera al tipo que le ha hecho sufrir antes que al soñador que la adora, pero comprenden su actitud. Al fin y al cabo ella ha advertido al soñador de que no se enamore. Y por fin hay un aspecto de la historia que destacan casi todos los ‘tiktokers’, sean del sexo y/o del género que sean, y es el fenómeno del ‘friendzone’, que no es otra cosa que esa desairada situación en la que la persona que amas te cuenta con todo lujo de detalles sus penas con otro, te toma por paño de lágrimas y suplica un hombro –y quede bien claro que nada más que un hombro– sobre el que llorar. Total, y dicho en román paladino, te convierte en el pagafantas de toda la vida.
¿Cómo se explica que un relato decimonónico y pacato resulte tan actual para chicos de generaciones que han crecido bajo los auspicios de la igualdad entre sexos y de la libertad sexual? ¿Será que se sienten cada vez más aislados e incomprendidos en una sociedad hiperconectada? ¿Será que, precisamente por esa razón, cada vez haya más soñadores voluntariamente aislados que temen abandonar el mundo virtual y encontrarse con una (o un) Nastenka que les dé unos instantes de felicidad a cambio de un posterior e indefinido sufrimiento?
Hasta aquí las ‘Noches blancas’ de Dostoyevsky como síntoma. Pero existe otra explicación menos romántica a este curioso e inusitado fenómeno fan. Los ‘booktokers’ o, lo que es lo mismo, las personas que generan y comparten contenidos sobre libros en las redes, son cada vez más numerosos e influyentes. En sus comienzos estos creadores de contenidos recomendaban libros de gran consumo, en especial de fantasía o novela romántica, y fomentaban entre sus seguidores maratones a ver quién leía más volúmenes a lo largo del año, algo así como muescas en el revólver. Pero ahora se están sofisticando. Siguen con sus retos virales de quién lee más, pero buscan ahora obras que les aporten lustre intelectual. Y ‘Noches blancas’ cumple todos los requisitos: es una novela de amor, es fácil de leer, presenta conflictos con los que el lector joven se siente identificado y, dato a no desdeñar: tiene apenas 128 páginas, cortito y exquisito. Habrá quien diga que estas son razones muy frívolas para convertirse en devoto de la literatura, que se trata de un capricho pasajero y que esos mismos adolescentes que ahora pontifican sobre ‘Noches blancas’ mañana perorarán sobre Spiderman o Bob Esponja. Yo no lo creo.
Pienso que, con un poco de suerte, el próximo reto viral de tan nuevos y entusiastas lectores será adentrarse en las páginas de ‘Otra vuelta de tuerca’, de Henry James, o ‘La metamorfosis’, de Kafka, que tienen más o menos la misma extensión que ‘Noches blancas’. Y después comenzarán a sumar más y más páginas maestras a sus lecturas. Y no por el prurito de decir que han leído a tal o cual autor y sumar libros a sus retos virales, sino porque quien se asoma una vez al mundo de la gran literatura queda por siempre atrapado en ella. Basta con franquear esa maravillosa puerta.