Ecuador: turbulencia en el horizonte
Rafael Correa ha llevado al país a una situación de fragilidad económica e inestabilidad política
Pocos días atrás en su cuenta de Twitter, el Presidente Correa reconoció la dificultad económica que vive el país y lamentó no contar con el tipo de cambio como herramienta de política monetaria. Si bien en el pasado Correa se había negado a abandonar la dolarización, ello no fue debido a su convicción personal sino a los altísimos niveles de aceptación popular del sistema actual.
A Correa la dolarización le significa una traba en su proyecto populista, pero una salida del sistema podría intensificar el clima de tensión que se vive actualmente. Es que Ecuador se encuentra en una crisis. En lo económico, el exponencial crecimiento del gasto público, los altos niveles de corrupción visibles principalmente en los faraónicos pero inconclusos proyectos de infraestructura, el insostenible déficit y el grave error de no haber creado un fondo anticíclico durante los años de bonanza, han dejado al país indefenso ante el nuevo escenario con precios del petróleo a la baja.
Informes internacionales así lo indican. Un reporte reciente de Bank of America /Merrill Lynch presenta un panorama de extrema fragilidad para el país en términos macroeconómicos, y sugiere que Ecuador podría ser la próxima “Grargentina” (Grecia-Argentina). Del reporte se desprenden tres datos insoslayables.
Primero, el excesivo e incontrolado gasto público. Sin ajustes significativos, el déficit fiscal para este año y el próximo sería superior a los $10 mil millones, llevando el nivel de deuda por encima del 40% del PIB. Segundo, esta situación fiscal se vio aún empeorada tras la caída de los precios del crudo, en un país en el que las exportaciones de petróleo representan el 52% de las exportaciones totales y el 28% de la recaudación fiscal. La caída en su precio significó una caída del 21% en la recaudación proveniente del petróleo, una caída del 26% en las exportaciones, y un aumento significativo del déficit comercial. Y tercero, ante la imposibilidad de controlar el tipo de cambio, la única forma de volver al equilibrio dadas las nuevas condiciones es a través de un recorte fiscal de entre el 8.5-10.5% del PIB, y una depreciación del tipo de cambio real que pudiese llegar al 43%.
En este contexto, la pregunta no es si ajustar o no ajustar, la pregunta es cómo realizar el ajuste. Tras el intento por ahora fallido de instalar una moneda electrónica, y con un mercado internacional probablemente menos dispuesto a continuar financiando el derroche, a Correa le quedan dos opciones. Por el lado nominal, la solución sería abandonar la dolarización y devaluar el tipo de cambio. Esta decisión podría traer consigo un desenlace similar al ocurrido en Argentina a fin de 2001, es decir, caída de depósitos en el sector bancario, corralito y “pesificación” de los depósitos del público. En otras palabras, los activos convertidos a la nueva moneda perderían significativamente su valor.
Alternativamente, el ajuste podría venir por el lado real, recortando el gasto y buscando una reducción de los salarios en términos reales. De acuerdo con el informe de Bank of America, los salarios deberían ajustarse a la baja en un 27%. En la práctica, esto solo sería posible a través de un aumento del desempleo y una caída de la producción. Un ajuste de este tipo podría ser manejado políticamente si el país tuviese un marco institucional saludable, con instituciones capaces de manejar una crisis de tal magnitud y, sobre todo, con la existencia de un fondo anticíclico que permita suavizar el aterrizaje. Pero lejos de haber construido estas instituciones y de haber generado estabilidad política, durante su largo mandato Correa ha hecho exactamente lo contrario.
En el frente político, Correa ha llevado al país a una crisis, reflejado en la fuerte caída de su popularidad y en las masivas protestas sociales que han tenido lugar durante los últimos meses. Estas protestas han estado motivadas por el intento del mandatario de enmendar la constitución e intentar la reelección indefinida, por sus comportamientos autoritarios contra la prensa y la disidencia en general, por los cada vez más visibles escándalos de corrupción, y por su control total sobre un sistema judicial que jamás investiga al poder.
La situación no es culpa de la caída de los precios y el cambio en el contexto internacional. Si bien Correa ya está buscando un enemigo externo a quien culpar por los problemas que vive el país, la única razón de esta situación es su propia irresponsabilidad e incapacidad de entender que todo ciclo económico positivo en algún momento se revierte. En lo económico, Correa gastó mucho más allá de sus posibilidades, dejando al país desprotegido. Su irresponsabilidad fiscal no fue consistente con la dolarización. En lo político, no solo no supo construir instituciones capaces de resistir una crisis, sino que llevó al país a altos niveles de confrontación.
* Ezequiel Vázquez-Ger es Director del Centro de Investigación Periodística en las Américas. Twitter: @Ezequielvazquez