Editorial: La estafa política del indigenismo
No extraña mucho que Podemos haya reaccionado poniéndose de parte de López Obrador y en contra del nombre de España
Se reconoce al político populista por su capacidad para crear conflictos que polarizan a la sociedad a cambio de réditos electorales. Es lo que ha hecho López Obrador al agitar el espantajo de la leyenda negra contra España, como si esta España fuera responsable de lo malo que pudo hacer Hernán Cortés o como si este México no fuera heredero directo de todo lo bueno que los españoles llevaron al Nuevo Mundo. Resulta entre desalentador y enojoso tener que ocuparse de la artificiosa polémica alimentada por un líder populista que, a falta de capacidad para afrontar los graves problemas que padece el pueblo mexicano, desvía la atención hacia un espectral enemigo exterior de hace 500 años. El populismo siempre camufla su incompetencia tras el ruido de las guerras culturales, pues se sabe incapaz de ofrecer soluciones eficientes a problemas complejos.
Exige López Obrador por carta tanto al Rey de España como al mismo Papa que colaboren en la elaboración de «un relato de agravios» y que «se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones de lo que ahora se conoce como Derechos Humanos». Quien contempla el pasado desde las lentes deformantes del presente para ahormarlo a un cálculo instrumental de futuro incurre en corrupción intelectual. Ni un relato de agravios corresponde fijarlo a un monarca o a un pontífice sino al rigor de los historiadores ni cabe reclamar que pida perdón a quien no puede ser responsable de falta alguna. Ni siquiera nos molestaremos en descender al recuerdo elemental de las propias atrocidades cometidas por los «pueblos originarios» entre sí antes de la llegada de los españoles, o al salvajismo de las propias élites mexicanas contra las clases indígenas después de alcanzada la independencia. Hechos históricos que invalidan la base argumental del populismo indigenista según el cual existe un nosotros prístino e inmaculado oprimido por un ellos malvado y ajeno. Por lo demás, «lo que ahora se conoce como Derechos Humanos» fue precisamente una creación del humanismo español, que floreció en la Escuela de Salamanca a raíz del coraje moral y la valía intelectual de hombres como Francisco de Vitoria.
No han pasado ni dos meses de la visita de Pedro Sánchez a México. Ya entonces la esposa del presidente mexicano exigió a Dolores Delgado que pidiera perdón; el Gobierno lo ocultó, pero ahora nos explicamos mejor la renuncia de José Guirao a celebrar el año de Cortés como merece. Pero no debería sorprendernos este intolerable desplante considerando la progresiva pérdida de peso de España en el mundo.
López Obrador aspira a prorrogar el declinante indigenismo de Evo Morales y del chavismo venezolano. Por eso no extraña mucho que Podemos haya reaccionado poniéndose de su parte y en contra del buen nombre de España. Jamás pierde una oportunidad de perder una oportunidad. Ni siquiera en precampaña.