Editorial La Prensa: Ortega sabotea el diálogo
La jornada de instalación del diálogo nacional puso en evidencia dos cosas fundamentales.
La primera, que no era cierto que los representantes de la sociedad iban a someterse a Daniel Ortega, o que caerían mansamente en su trampa, porque el único objetivo del dictador es aprovechar el diálogo para recuperar fuerzas y salir airoso de la profunda crisis en que se encuentra.
Los representantes de la sociedad en el diálogo, encabezados por una delegación de bravos y lúcidos estudiantes, encararon valerosamente a la pareja dictatorial y al cortejo de serviles que la acompañaban. Ante la sorpresa de los obispos, los representantes del Gobierno, del Cuerpo Diplomático y de la prensa nacional e internacional que estaban presentes, le enrostraron a Ortega los crímenes de lesa humanidad que ha cometido con la represión contra las protestas estudiantiles y de la población en general. Y dejaron claro que el diálogo solo puede ser válido si es para que se haga justicia con los masacrados y acordar un plan para la democratización de Nicaragua.
El segundo aspecto principal del diálogo que quedó claro este miércoles es que Daniel Ortega no tiene voluntad ni interés en llegar a acuerdos honorables, como los que demandan los estudiantes y la sociedad, y que los necesita Nicaragua. Ortega no planteó en su discurso ni siquiera algo aproximado o una propuesta intermedia. Más bien se enjuagó la boca reiterando sus acusaciones, insultos y amenazas contra los estudiantes.
Ortega llegó al diálogo con un aparato de seguridad desmesurado, incluyendo helicópteros de combate, para intimidar a la gente y dejar establecido que él es el dueño de la fuerza bruta, que la usa y puede seguir usando a discreción, y que los demás tienen que someterse.
Pero también Ortega llegó a repetir los absurdos argumentos y acusaciones contra los estudiantes, de que ellos son los asesinos, los perturbadores, los enemigos de Nicaragua, y que si alguna justicia hay que hacer es contra ellos.
Ortega no vive en la realidad. Ni siquiera anunció, como ha sido la exigencia de los obispos y la sociedad, que iba a retirar de las calles las fuerzas de represión policial y disolver las fuerzas de choque asesinas.
De manera que no se ve ninguna posibilidad de que este diálogo vaya a tener éxito, en el caso de que los obispos decidan continuarlo. Ir a discutir con los representantes de Ortega sobre distintos temas económicos y sociales, carece de sentido. El diálogo es para que Ortega y Murillo dejen el poder en condiciones decorosas para ellos.
A fines de 1977, cuando la dictadura de Anastasio Somoza Debayle entró en crisis y se comenzó a hablar de diálogo nacional, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal dijo que si el problema de Nicaragua era la dictadura somocista, pues el único diálogo posible era para que Somoza dejara el poder. Es lo mismo ahora, el problema de Nicaragua es la dictadura orteguista y el diálogo solo puede ser para que entregue el poder.