Editorial: Populismo religioso en las urnas
El pastor evangélico costarricense Fabricio Alvarado en el colegio electoral donde depósito su voto. RODRIGO ARANGUA AFP
Las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo en Costa Rica arrojan una interesante lectura sobre la preocupante irrupción de la religión mezclada con tesis populistas en el discurso electoral. Máxime cuando Latinoamérica vive un año de importantes citas electorales.
En Costa Rica, la presidencia de la República irá a parar finalmente al candidato oficialista Carlos Alvarado, quien obtuvo más del 60% de los sufragios. El país centroamericano es un referente histórico de estabilidad política en Latinoamérica. Se trata de una democracia consolidada desde 1949 que además no posee Ejército y que ha sorteado en estos 69 años importantes dificultades sociales y económicas sin que por ello haya resultado perjudicada la naturaleza democrática del Estado.
Por eso mismo resulta preocupante la irrupción en el panorama político del otro candidato en liza, Fabricio Alvarado, que obtuvo la victoria en la primera vuelta y cuya derrota en la segunda no ha sido particularmente abrumadora. Fabricio Alvarado es un pastor evangélico que, al frente de un partido político confesional —Restauración Nacional (PRN)—, ha promovido un discurso donde se combinan la denuncia de la corrupción y los ataques al establishment político con el ensalzamiento de la discriminación sexual y los “valores cristianos”, entendidos estos como negación de derechos tales como el matrimonio igualitario o el aborto.
Y no se trata exclusivamente de un fenómeno costarricense. En otros países —como Brasil o México, que próximamente celebrarán elecciones presidenciales— determinados cultos evangélicos han logrado introducir en la agenda política planteamientos profundamente regresivos en cuanto a la conquista de derechos sociales, como la denuncia de lo que la extrema derecha denomina “ideología de género”. Conceptos arropados por un lenguaje populista que está calando entre el electorado.