DeclaracionesDemocracia y Política

Editorial: Recomposición del bipartidismo

Del encuentro mantenido ayer entre Pedro Sánchez y Pablo Casado no salió ningún pacto de investidura. Más bien al contrario. Ni se fraguó acuerdo de legislatura alguno. Pero la toma de contacto sí sirvió para presenciar un elocuente reposicionamiento de estrategias

Del encuentro mantenido ayer entre Pedro Sánchez y Pablo Casado no salió ningún pacto de investidura. Más bien al contrario. Ni se fraguó acuerdo de legislatura alguno. Pero la toma de contacto sí sirvió para presenciar un elocuente reposicionamiento de estrategias. Los dos líderes que siguen representando a la mayor parte de los españoles escenificaron una ansiada normalización de relaciones. Así, Sánchez destacó la cordialidad de la reunión y Casado se congratuló de que, aunque demasiado tarde, el PSOE vuelva a ver en el PP un interlocutor con el que abordar de manera fluida cuestiones de Estado en un futuro próximo. Sin embargo, aunque cabe definir como positivo que el ambiente de crispación guerracivilista nacido en la moción de censura comience a diluirse, no puede esconderse tras esta imagen de unidad y naturalidad institucional un calculado fin común que no se corresponde con la realidad electoral: intentar revivir un bipartidismo moribundo.

Sánchez ha querido dar una liturgia especial a la entrevista para encumbrar como líder de la oposición a Casado, consciente de su debilidad parlamentaria y su delicada situación como presidente popular. Se trata de la misma estrategia que utilizó en su día Mariano Rajoy con el propio Sánchez, creyendo que así sofocaría el auge de Albert Rivera. Casado se ha dejado regalar los oídos obviando que Rivera no solo le disputa en el plano simbólico el rol de líder de la oposición, sino que las urnas han recrudecido su pugna por el centroderecha nacional. Así, en una decisión que encuadra en su idea de oposición responsable pero firme, declaró que de ningún modo facilitará la investidura de Sánchez. «Responsable» en el sentido de que los ciudadanos, con su voto fragmentado, exigen que se llegue a acuerdos en materias esenciales, como por ejemplo las pensiones. Y «firme» porque el entendimiento será improbable si Sánchez es investido por los independentistas o se compromete a otorgar a quienes quieren destruir España ciertas prebendas a cambio de una legislatura apacible.

Desde la obstinación en leer el 28-A con las lentes de un bipartidismo ya no hegemónico, Casado emplazó a Cs a desempeñar el papel de bisagra. Argumentando que ya «ha llegado a acuerdos» con el PSOE y que se trata de un partido que «respeta la Constitución», el presidente popular no se opondrá a que Rivera se abstenga para que Sánchez no caiga de nuevo en los brazos del independentismo. En honor a la verdad, la posición de Casado ante tal desiderátum sería irrelevante, porque nadie puede oponerse a la aritmética parlamentaria.

Casado dice actuar movido por el «bien de España». Pero por el bien de España no se trabaja adoptando una actitud pasiva frente a los acontecimientos ni descargando la responsabilidad en los demás. La defensa de los intereses nacionales requiere tomar parte activa en el presente del país.

 

 

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