Editorial: Responsabilidad rusa
El fiscal Fred Westerbeke habla junto a una pieza del misil ruso disparado contra el avión de pasajeros. ROBIN VAN LONKHUIJSEN AFP
La conclusión de una comisión de expertos de que una lanzadera rusa disparó el misil que el 17 de julio de 2014 derribó un avión civil en vuelo entre Ámsterdam y Kuala Lumpur causando la muerte a sus 298 ocupantes, coloca a Moscú ante la prueba de una gravísima acusación.
Expertos de Australia, Bélgica, Malasia, Holanda y Ucrania han sido capaces de rastrear con espectacular precisión tanto el origen como el recorrido del arma que destruyó el vuelo MH17 de Malaysia Airlines. Se trató de una lanzadera perteneciente a la 53ª Brigada Antiaérea del Ejército de la Federación Rusa con base en Kursk. El transporte ingresó en Ucrania y después del disparo regresó a Rusia. Haciendo gala de una extrema prudencia, que otorga más credibilidad a su actuación, la comisión no ha querido deducir que fueron soldados rusos quienes dispararon desde territorio controlado por rebeldes ucranianos.
El resultado de la investigación echa por tierra la versión defendida por el Gobierno ruso, que aseguró no tener nada que ver con el mayor ataque deliberado contra un avión civil en suelo europeo de las últimas décadas. Y sucedió en el marco de un grave conflicto en el que además Moscú tiene especial responsabilidad.
Ayer mismo el presidente francés, Emmanuel Macron, visitó a Vladimir Putin en un esfuerzo por normalizar las relaciones de Europa con Rusia. Pero Moscú también debe hacer un esfuerzo especial para que su actitud hacia Europa sea normal. Un buen ejemplo es lo que sucede en Ucrania, donde separatistas prorrusos desencadenaron una guerra civil —en la que Rusia aprovechó para invadir y anexionarse Crimea— cuando Kiev anunció su aproximación a la UE.
Rusia ha actuado en Ucrania con evidente imprudencia y mala fe. Su responsabilidad en la muerte de 298 civiles extranjeros corrobora esta visión.