Editorial: Venezolanos piden refugio
El aumento del número de solicitudes apunta al recrudecimiento de las privaciones causadas por los fracasos del chavismo. Costa Rica no puede recibirlos a todos, pero sí puede ser consecuente con sus valores democráticos cuando se presente la oportunidad.
El 29 de diciembre, cuando Costa Rica disfrutaba las celebraciones de fin de año, La Nación publicó una noticia reveladora de la tragedia sufrida por el pueblo venezolano. Ciudadanos de ese país alegan falta de medicamentos para respaldar sus solicitudes de refugio.
La escasez de medicinas en Venezuela es crítica y hay muertes documentadas como consecuencia. También a finales de diciembre, el New York Times publicó la conmovedora historia de un joven de 16 años, fallecido el día en que los cumplió, a consecuencia del consumo de una variedad tóxica de yuca. La familia llevaba tres días sin comer y desenterró el tubérculo en un predio cercano. Cuando la intoxicación se hizo evidente, los médicos del hospital más cercano pidieron a la familia conseguir el suero necesario, pero no tenían los $4 exigidos por los comerciantes en el mercado negro.
El hambre y la falta de medicamentos costaron la vida al joven. Ambos son argumentos de peso desde el punto de vista humanitario, pero el gobierno costarricense expresa un bien fundado temor por la posible avalancha de solicitudes si alguna de ellas fuera aceptada. El refugio se le podría conceder a quien sea privado de medicinas como represalia por su militancia política, pero no al común de las personas.
El aumento del número de solicitudes apunta al recrudecimiento de las privaciones en Venezuela cuyos gobernantes, a falta de un embargo estadounidense, acusan a la “guerra económica” desatada por la “burguesía”. El argumento se repite con insistencia, como si el mundo no fuera testigo del irresponsable desmantelamiento del aparato productivo, los ríos de dinero desperdiciados para promover el liderazgo “internacionalista” del chavismo, el irreparable daño causado por la ignorancia económica del régimen y las cortapisas impuestas a las libertades públicas, con la consecuente desestabilización política.
En el 2016, Costa Rica recibió 1.211 solicitudes, dos tercios de ellas planteadas a partir de medio año. El alegato de persecución política es el más común y también el más seguro si se comprueba la veracidad de lo dicho por el solicitante. Sin embargo, la viceministra de Gobernación Carmen Muñoz señala el creciente número de solicitudes con sustento en la escasez de medicamentos.
El tema, dice la funcionaria, alcanzó méritos suficientes para ser materia de conversaciones con la agencia de las Naciones Unidas encargada del problema de los refugiados. El refugio se le concede a quienes comprueban estar en peligro y desprotegidos en su país de origen. En ese marco, la carencia de un medicamento vital podría entenderse como una amenaza suficiente, pero eso abriría las puertas de nuestro país a solicitudes de muchas naciones afligidas.
Venezuela, con la inflación más alta del mundo y un gobierno autoritario e ignorante cuyas esperanzas están depositadas en la emisión de nuevo papel moneda, sería fuente inagotable de inmigrantes. Costa Rica no puede recibirlos a todos, pero sí puede ser consecuente con sus valores cuando la invocación de la Carta Democrática de la OEA vuelva a ser tema, como lo será inevitablemente, o tal vez antes, cuando la próxima oleada de protestas sea reprimida en Caracas.
El régimen de Nicolás Maduro, con el silencio cómplice de demasiados países, logró evitar el referendo revocatorio consagrado en la propia Constitución Bolivariana cuando el chavismo se creía poseedor de una mayoría inmutable. Luis Almagro, secretario general de la OEA, denunció el “rompimiento democrático”, también evidente en los múltiples escollos interpuestos a la labor del Congreso dominado por la oposición. Demasiados países del continente no se animaron a atender el llamado. Ojalá lo hagan en cuanto surja la siguiente oportunidad, que será pronto.