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Eduardo Chibás, la muerte que cambió la historia de Cuba

Chibás se disparó porque, según el mismo alegó, desaparecieron de su portafolio las pruebas que había prometido presentar para probar que José Manuel Alemán, ministro de Educación del gobierno de Carlos Prío Socarrás, había robado una suma millonaria del presupuesto nacional

LA HABANA, Cuba. — Este 16 de agosto se cumplen 70 años de la muerte (en 1951) de Eduardo Chibás, un hecho que de no haber ocurrido siete meses antes de las elecciones presidenciales hubiera dado un giro muy distinto al curso de la historia de Cuba.

El líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), que había acabado de cumplir los 43 años, llevaba once días ingresado en el Centro Médico Quirúrgico de La Habana debatiéndose entre la vida y la muerte a consecuencia de un balazo que se dio al anochecer del 5 de agosto, durante su muy escuchado programa radial dominical Al aire.

Chibás, que era un hombre tan impulsivo y vehemente que muchos dudaban de su salud mental y lo calificaban de histérico, se disparó porque, según alegó, habían desaparecido de su portafolios las pruebas que había prometido presentar para probar que José Manuel Alemán, ministro de Educación del gobierno de Carlos Prío Socarrás, había robado una suma millonaria del presupuesto nacional.

Fue entonces que, trémulo de impotencia, con los ojos desorbitados tras sus gruesos lentes de miope, apoyó el cañón del revólver en su vientre y disparó. La detonación, amplificada por los micrófonos de la radio nacional, estremeció la conciencia de los cubanos. Y eso que no imaginaban cuánto torcería el rumbo político del país.

Siete décadas después todavía siguen sin esclarecerse las circunstancias en torno a aquel dramático suceso, conocido como “el último aldabonazo de Chibás”. Unos dicen que las pruebas contra Alemán las robaron del maletín de Chibás individuos al servicio de Aureliano Sánchez Arango, mientras que otros aseguran que dichas pruebas no existieron, ya que Chibás nunca logró obtenerlas.

Hay quienes afirman que Chibás no quiso realmente suicidarse, sino impresionar. La herida, que fue cerca de la ingle, no necesariamente tuvo que ser mortal. Si falleció fue por una infección y otras complicaciones que se presentaron.

Pero hay quienes aseguran que el responsable de las complicaciones que causaron la muerte de Eduardo Chibás fue el doctor Gustavo Aldereguía. Según estas versiones, sus jefes del Partido Socialista Popular (PSP, comunista), aún con esperanzas de volver a ser del gobierno aliándose con Fulgencio Batista y que no tragaban a Chibás por su anticomunismo, le habían advertido al médico que el líder ortodoxo no podía salir vivo del hospital. Querían impedir que triunfara en las elecciones del próximo año, como parecía que ocurriría.

Cuando estudiaba en la universidad, Chibás se había enfrentado a la dictadura de Machado. Fiel seguidor del doctor Ramón Grau San Martín, fue de los primeros en afiliarse, en 1934, a su Partido Revolucionario Cubano Auténtico. Pero en 1947, desencantado por la corrupción y la guerra entre pandillas políticas que caracterizaron al segundo gobierno de Grau (1944-1948), creó el Partido Ortodoxo, un desprendimiento del autenticismo, que con el lema “vergüenza contra dinero”, y una escoba como símbolo, prometía acabar con la corrupción administrativa y adecentar la política cubana.

En las elecciones de 1948 Chibás fue derrotado por el candidato del oficialismo, Carlos Prío Socarrás, quien era amigo y compañero de lucha suyo desde los tiempos de la Revolución de 1930 y el Gobierno de los Cien Días de Grau.

El tenaz y carismático Chibás, que era un consumado orador y polemista, no se dio por vencido, y como con Prío se agudizaron los males del gobierno de Grau, no tardaron en nutrirse las filas ortodoxas, donde resaltaban figuras como Jorge Mañach, Fernando Ortiz y José Pardo Llada, entre otros.

Tanta esperanza y simpatía generaron Chibás y su partido que a pesar de su muerte, en las elecciones que debieron celebrarse en abril de 1952, el candidato con más posibilidades era el ortodoxo Roberto Agramonte. Pero aquellas elecciones no llegaron a efectuarse porque un mes antes, el 10 de marzo de 1952, Batista, cuya candidatura no tenía posibilidades de triunfar, dio un golpe de estado y derrocó al presidente Prío.

Chibás, un político nacionalista y tan cercano a la social-democracia y el corporativismo como Grau, y quien aseguraba que “Cuba tiene reservado en la historia un grandioso destino, pero debe realizarlo”, padecía de mesianismo revolucionario, pero quizás hubiera resultado otro líder populista y demagogo más de los que tanto abundan en Latinoamérica. Como el brasileño Janio Quadros, por ejemplo.

Tal vez por intentar sacar a Cuba de la dependencia económica de los Estados Unidos habría tenido algún encontronazo de poca monta con Washington. Y difícilmente hubiera podido erradicar la corrupción y el pandillerismo, porque estaba tan comprometido como Grau y Prío con sus antiguos compañeros revolucionarios de las facciones en pugna devenidos en pistoleros.

Pero como fuera que resultara un gobierno de Chibás, o de Roberto Agramonte, su sustituto, no hubiera podido revertir el curso de la constitucionalidad y la democracia y se hubiera evitado todo lo que vino después de 1952: la dictadura de Batista, la insurgencia fidelista y la instauración de un régimen totalitario que ya dura 62 años y que tiene a Cuba, en estos momentos, sumida en la peor crisis de su historia.

Durante el multitudinario entierro de Eduardo Chibás, un joven abogado holguinero que no había logrado ascender en la Ortodoxia porque no era del agrado de Chibás, y que ya empezaba a hacer gala de su mente calenturienta, propuso enrumbar el cortejo fúnebre hacia el Palacio Presidencial, asaltarlo, tomarlo y matar al presidente Prío lanzándolo por el balcón.

De las frustraciones republicanas había brotado, como un genio embotellado, Fidel Castro.

 

 

 

 

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