Edward Wilson-Lee: “Para Hernando Colón, una biblioteca sin un sistema de búsqueda eficaz estaba muerta”
Como si de un relato de Borges o de Umberto Eco se tratara, Edward Wilson-Lee retrata en 'Memorial de los libros naufragados' la azarosa vida de Hernando Colón, hijo bastardo del Descubridor, navegante y bibliófilo, y estudia su aventura más genial, la creación de una biblioteca única de más de quince mil volúmenes, en todas las lenguas, para preservar el saber universal
Lo primero que llama la atención de Edward Wilson-Lee es su cordialidad y su estupendo español. También lo azaroso de su propia vida, y su pasión por la historia del libro. Nacido en Mt. Vernon, un pueblecito de Ohio, en 1980, cuando tenía cuatro años su familia se instaló en Kenia porque sus padres, conservacionistas, “trabajaban con animales salvajes”. Vivió en África hasta los doce años, y al regresar a Europa estudió interno en un colegio suizo. Doctorado en Oxford y Cambridge, en la actualidad da clases de Historia del Libro. Tras publicar en 2014 un estudio sobre el comercio del ejemplares en el Renacimiento (Translation and the Book Trade in Early Modern Europe) y dos años después Shakespeare in Swahililand, acaba de editar en español Memorial de los libros naufragados. Hernando Colón y la búsqueda de una biblioteca universal (Ariel), fruto de una década de investigación en bibliotecas y archivos públicos y privados de medio mundo.
Pregunta. ¿Por qué Memorial de los libros naufragados?
Respuesta. Porque es el hermoso nombre de uno de los catálogos de Hernando Colón, que enumera los libros que se perdieron tras el naufragio de un barco que venía de Italia con algunos de sus tesoros bibliográficos. Y es un símbolo perfecto de su biblioteca, pues captura a la vez su obsesión por la integridad –conservó hasta el final la lista de los 1637 títulos perdidos, ilusionado con poder reemplazarlos–, y también retrata la imposibilidad de su ambición, siempre a punto de hundirse derrotada por su propio peso.
P. ¿Cuándo nació su interés por la Biblioteca y su creador?
R. Tras trabajar durante más de una década con José María Pérez Fernández, amigo y colega de la Universidad de Granada, sobre cómo los libros cruzaron las fronteras en el Siglo de Oro, decidimos que la biblioteca de Hernando Colón era un ejemplo perfecto de la riqueza e internacionalismo de los libros en esa época. Sin embargo, me sorprendió descubrir que no existía un relato solvente de la vida de Hernando a pesar de lo asombrosa que fue su vida. ¡Si parece un relato de Borges! Su biografía me permitió relacionar aspectos históricos, culturales y sociales a través de una sola vida, así como vincular el impacto del Descubrimiento de América y el de la imprenta con las ideas y los grandes personajes del Renacimiento, de Erasmo a Magallanes o Carlos V.
Retrato de un visionario
Por si eso no fuese suficiente, Wilson-Lee se entusiasma con las aventuras de Hernando, hijo bastardo del Descubridor, al que, con trece años recién cumplidos, su padre enroló en su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo.
“La de Hernando Colón no solo fue una vida llena de peripecias, gracias a las cuales fue testigo de muchos de los principales acontecimiento de su época. También es una historia muy emotiva sobre la relación entre un padre y su hijo: a pesar de ser ilegítimo, Hernando estuvo muy cerca de su padre durante los últimos años del Almirante, cuya reputación se estaba desintegrando. Por eso escribió la primera biografía de su padre, en un intento desesperado por salvar su legado ocultando o negando los defectos del anciano navegante. Pero Hernando, como hijo bastardo, también sintió la profunda necesidad de consagrarse como heredero espiritual de su padre emprendiendo su propio gran proyecto, una biblioteca infinita y universal en todas las lenguas y sobre todos los saberes.
“Con su biblioteca Hernando Colón quiso consagrarse como heredero espiritual de su padre, emprendiendo su propio proyecto universal”
P. ¿Por eso creó la Biblioteca, para reivindicarse como hijo de Colón?
R. Sí. Hernando la concibió como contrapartida a los descubrimientos de su padre. Había vivido cinco años en Roma y allí se aficionó a frecuentar las librerías y a comprar tratados de las más variadas ciencias (física, astronomía, botánica, cartografía). Y envió a emisarios de confianza a París, Amberes, Venecia y Núremberg para reunir una inmensa biblioteca universal que igualara la ambición de su padre por la navegación universal.
Colón, explica Wilson-Lee, no se conformaba con acumular volúmenes: en cada uno de sus libros anotaba la fecha, el precio, el lugar, incluso anécdotas y detalles sobre el libro o el autor.
P. ¿Y no contó con ayuda, por ejemplo, de la Corona?
R. Bueno, como su padre, intentó poner su creación al servicio de la corona española, proporcionando a Carlos V una suerte de sistema nervioso central para su imperio. Pero muy pocos compartieron su visión, porque en lugar de acumular las ediciones más elitistas y valiosas quiso que su biblioteca tuviera de todo, especialmente obrecillas, panfletos, pliegos de ciego, romances, baladas, que la mayoría culta consideraba innecesarios. Ese fue el genio de la biblioteca de Hernando Colón como precursor del Big Data: en lugar de deducir todo el conocimiento sobre el mundo a partir de un pequeño número de autoridades, él coleccionaría todo lo existente en el mundo, y destilaría la esencia de todo lo que había que saber. Desgraciadamente, solo al final de su vida Carlos V comenzó a comprender la importancia del proyecto y contribuyó a financiarlo. Hasta entonces, Hernando hizo lo que pudo, dados los vaivenes de la fortuna de los Colón, porque aunque en ocasiones pudo aprovechar la herencia que su padre le había asignado, a menudo se vio reducido a la miseria y huyendo de sus acreedores.
P. ¿Cuáles eran para él las joyas de la biblioteca?
R. A pesar de todo lo que logró reunir, sus posesiones más preciadas fueron siempre las cartas, los registros de navegación y el pequeño número de libros, 238, que heredó de su padre. A medida que resultaba cada vez más evidente que Cristóbal Colón estaba equivocado en muchas de sus suposiciones sobre el Nuevo Mundo y sobre el destino de España, Hernando intentó quebrar el universo y la razón para mantener en su centro al padre que idolatraba.
“Para mí los tesoros de la biblioteca son esos libros que los bibliófilos de la época despreciaban y que sin él se hubieran perdido”
P. Y para usted, ¿cuáles son los mejores?
R. Quizás los más emocionantes sean aquellos que de otro modo se hubieran perdido, como las obrecillas que Hernando recolectó, basura para la mayoría de los bibliófilos de su época, y que a menudo son los únicos ejemplares que quedan en el mundo. Resucitan la sensación de contemplar los despertares de la impresión. Pero también hubo otro descubrimiento extraordinario durante el curso de este proyecto: el Libro de los Epítomes de Hernando Colón, en el que se propuso resumir cada libro de la biblioteca. Apareció en Copenhague, formando parte de la Arnamagnaean Manuscript Collection, después de estar desaparecido durante 400 años. Tenemos un proyecto para transcribir y traducir el manuscrito.
Comenta Wilson-Lee que aunque la Biblioteca llegó a tener 15.000 volúmenes, se han encontrado ejemplares dispersos en El Escorial, Italia, Estados Unidos o Dinamarca, aunque el grueso de la colección es hoy el tesoro de la Biblioteca Colombina que custodia la catedral de Sevilla.
El primer motor de búsqueda
P. Antes relacionó la Biblioteca con el Big Data. ¿En qué sentido puede entenderse como “el primer motor de búsqueda de la historia”?
R. Hernando estaba convencido de que no bastaba simplemente con recopilar toda la información, de hecho consideraba las bibliotecas sin sistemas de navegación adecuados como “muertas”. Por eso comenzó a elaborar una serie de catálogos que se cruzaban con la colección, que ordenarían y resumirían la información que contenía e incluso respondería a preguntas particulares, al igual que un motor de búsqueda moderna. Colón fue un compilador compulsivo de listas: de los libros, imágenes y música en sus incomparables colecciones, pero también de información sobre plantas, lexicografía e incluso objetos cotidianos. Sin embargo, estas listas, utilizadas adecuadamente, no solo nos dan una imagen de su mundo con detalles casi milagrosos, sino que también desvelan cómo vio el mundo.