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Eichmann camina por América Latina (viajando en tren)

 

Hermano de Ronald Ojeda: "Él sabía que estaba siendo perseguido"

 

 

Simón Wiesenthal fue un arquitecto nacido en el imperio austro húngaro, que en el año 1941 fue detenido por los nazis y enviado a campos de concentración por su condición de judío y  liberado por los americanos en 1945 del campo Mauthausen al final de la guerra. Wiesenthal que había pasado por cinco campos durante sus cuatro años de detención, logró anotar los nombres de los carceleros y torturadores de los cautivos en esas instalaciones de horror en las que perdieron la vida millones de judíos, gitanos, comunistas, homosexuales, opositores políticos, discapacitados y prisioneros de guerra soviéticos. Particularmente a los primeros se aplicó la política de Endlösung o Solución Final del Problema Judio, que consistió en el propósito de eliminar a toda la población judia de Europa y los territorios ocupados por el Tercer Reich.

Luego de su liberación Wiesenthal se dedicó a identificar, localizar y ayudar a capturar a los responsables del holocausto judio desde el centro que lleva su nombre y en colaboracion con el Centro de Investigación del Holocausto Yad Vashem, y aunque no estuvo vinculado directamente en su captura y ubicación, esos esfuerzos llevaron a la detención en Argentina de Adolf Eichmann uno de los más brutales asistentes de Heinrich Himmler, el jefe de las SS y cabeza del  Endlösung.

Es así como el Mossad, el instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales de Israel, logra ubicar con la información de una de sus víctimas en campos de concentración,  a un tal Ricardo Klement, falsa identificación bajo la cual se ocultó Eichman en distintos países por más de 15 años. Así quien había sido uno de los más activos agentes de la solución final y responsable de la muerte de miles de judíos en los campos de exterminio de Polonia y Hungría,  fue detectado en una casa de la Calle Garibaldi de Buenos Aires, secuestrado por agentes del Mossad y el Shin Bet y llevado a Israel donde se le juzgó y condenó a muerte.

La extracción de Eichmann, que fue un secuestro en toda la extensión del concepto jurídico, fue una operación tácticamente impecable que generó fricciones entre Israel y Argentina por algún tiempo, y llevó al antiguo funcionario nazi a un proceso en él que ni con el mejor abogado del mundo podría haber escapado de la ejecución. 

Los procesos de extracción de personas como el caso Eichmann no son tan comunes en América, como sí lo son los asesinatos de personas ordenados por gobiernos extranjeros que quieren deshacerse de rivales políticos o de personas “incómodas”, como en el caso del homicidio de León Trotsky,  ordenado por el camarada Stalin. También se han investigado las actuaciones de dictaduras militares como las que existieron en Chile y Argentina en los años 70 y 80 del siglo pasado, con ejemplos brutales como la explosión de un carro bomba en la que murió el exdiplomático Orlando Letelier en Washington. 

Podría hablarse, aunque no es común, del uso de policías, parapolicias y delincuentes en el secuestro y extracción de criminales solicitados en los Estados Unidos, del que tenemos un ejemplo en el caso del narcotraficante colombiano secuestrado y llevado a USA en una jaula para perros, con la complicidad de policías venezolanos. Pero la extracción de personas por gobiernos extranjeros no es un caso común en estos lados del mundo donde los gobiernos, al más puro estilo ruso que se ha puesto de moda, prefieren eliminar a sus rivales y villanos como lo hicieron con el exdictador Somoza de Nicaragua, volado en Paraguay con un cohete antitanque por agentes sandinistas.

Por ello el secuestro y posterior asesinato del teniente retirado Ronald Leandro Ojeda Moreno en Santiago de Chile despierta muchas interrogantes dada su condición de opositor al gobierno de Nicolas Maduro y su estatus de asilado político en ese país. Entre las preguntas que todos nos hacemos están los hechos de si fue un secuestro para extraer al objetivo o si solo se hizo para ejecutarlo en un sitio diferente al del lugar donde residía, si los uniformados que lo sacaron de casa eran policías o solo lo simulaban, si se trataba de una operación ordenada desde el exterior o era un operativo ideado y ejecutado por agentes locales.

La opinión ha generado una matriz que afirma que la orden fue emitida desde Caracas, ejecutada por grupos delictuales venezolanos radicados en Chile, y que la orden era extraer a Ojeda hacia Venezuela, lo que fue imposible por la alerta prontamente emitida por las autoridades chilenas, lo que produjo un cambio de órdenes que culminaron en el asesinato del secuestrado.

 De ser así las cosas -y ello pudiera ser determinado por los investigadores chilenos- estaríamos ante un gravísimo precedente de actuación internacional de un Estado, en este caso la República Bolivariana de Venezuela, que “extraditaría” irregularmente a opositores políticos y usaría a grupos delictuales venezolanos con presencia en el extranjero, como el llamado “Tren de Aragua”, para lograr sus propósitos. Una clara objetivación de la figura penal denominada asociación para delinquir, un estado y una organización criminal agavillados en practicas criminales que atentan contra el orden internacional.

Estos grupos criminales se dice que serian usados como elemento perturbador en otros países; en Argentina y Estados Unidos de América hay denuncias sobre ello, lo cual crearía severas distorsiones en la actuación política del Estado venezolano. Sobre ello comentaba hace poco un amigo muy dado al chascarrillo y a la tomadura de pelo, quien desconfiguraba el slogan chavista sobre la espada de Bolívar y decía en su lugar “Alerta que camina el tren de Aragua por América Latina”, y pareciera que, según las noticias que se reciben, también como que camina por otros sitios.

 

 

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