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El 11J desde lejos de Cuba

Artistas, escritores e historiadores cubanos cuentan cómo vivieron ese día desde el exilio

Artistas, escritores, historiadores, cuentan a este diario cómo vivieron el 11J desde la distancia. (Collage)
Artistas, escritores, historiadores, cuentan a este diario cómo vivieron el 11J desde la distancia. (Collage)

Miles de cubanos en el exilio se unieron a sus compatriotas dentro de la Isla en la sorpresa y la esperanza que supuso el 11 de julio de 2021. Un año después de aquellas manifestaciones históricas, 14ymedio preguntó a 15 de ellos –artistas, escritores, historiadores– qué significó el 11J, cómo lo vivieron desde la distancia y si piensan que viene pronto otro estallido social.

 

Ernesto Hernández Busto. (Facebook)
Ernesto Hernández Busto. (Facebook)

Ernesto Hernández Busto (poeta, ensayista y traductor, Barcelona): «Se rompió el tabú de ‘la calle es de los revolucionarios'»

Cubrí los acontecimientos para un periódico digital, así que me obligué a ver todos los videos que inundaron las redes casi en tiempo real. Confieso que me sorprendí, no sólo por la magnitud y extensión de las protestas sino por las consignas, claramente políticas. Era como si se hubiera roto un maleficio. También me di cuenta de que los manifestantes estaban, ellos mismos, sorprendidos de lo que habían hecho, de lo que consiguieron. No sabían muy bien qué hacer con esa energía opositora. Poco después, cuando las autoridades (también sorprendidas) reaccionaron, ya era tarde para conseguir el cambio. Recomenzó la represión, convertida en lucha por la supervivencia de la casta dominante. Y empezamos a ver cómo esos mismos videos que nos habían hecho gritar de emoción eran utilizados para cazar a los manifestantes. De cualquier modo, se rompió el tabú de «la calle es de los revolucionarios», de que en Cuba nunca iba a haber una protesta en las calles de esa envergadura, de la omnipotencia de la Seguridad del Estado y las fuerzas represivas. Fue importante ver el espectro de los que criticaron la represión, algo se resquebrajó de manera decisiva. Lamentablemente, el régimen ha preferido el «escarmiento» y la huida hacia adelante. Es decir, hacia ninguna parte.

 

Jacobo Machover. (Facebook)

Jacobo Machover. (Facebook)

Jacobo Machover (escritor y catedrático en literatura hispánica, París): «El tiempo se está acabando para los que mantienen a los nuestros en la opresión y en la miseria»

Para mí, el 11J fue una sorpresa total, pero tan esperanzadora… Me enteré en París por mensajes y videos, posteados por disidentes de dentro y fuera de la isla que llegaban por las redes sociales. Todos enumeraban los lugares donde se estaban produciendo esos movimientos espontáneos. Periodistas amigos me mantenían al tanto en tiempo real. Lo que me pregunté en esos momentos fue: ¿cómo ayudar? Por la palabra, claro, interviniendo en los medios que me brindaran esa oportunidad. Escribí el relato de un sueño en que las aspiraciones a la libertad se iban haciendo realidad y me encontraba en una Habana destartalada caminando con mi gente, como si el tiempo, casi seis décadas de exilio, no hubiera pasado. Me venían a la mente muchos ex presos, y poetas y artistas, muertos en el destierro. Los cubanos que quedan dentro del país se seguirán yendo por todos los medios, arriesgando sus vidas, lo que constituye, a mi juicio, otra forma de rebelión. Y el tiempo se está acabando para los que mantienen a los nuestros en la opresión y en la miseria. mNo sé si lograré ver otro día como aquel. No hay que quedarse en una mera conmemoración. Muchos de sus protagonistas siguen presos, pero creo que se ha dado un vuelco en cuanto a vislumbrar algo nuevo en el futuro, tanto en la Isla como en el exilio. Nuestra Cuba está en todas partes.

 

José Prats Sariol.(Facebook)

José Prats Sariol.(Facebook)

José Prats Sariol (escritor, Miami): «Ni temo ni deseo un baño de sangre, nunca ha estado en nuestras tradiciones»

El 11J fue un elocuente síntoma de la situación objetiva del país, de los estados de ánimo de la población, sobre todo de los jóvenes y sus frustraciones, ante la opción de resignarse o huir. Estuve al tanto, desde aquí, en Aventura, al noreste de Miami. Soy un desterrado que mantiene su cordón umbilical. Creo que tales estallidos desordenados no suelen triunfar. Siempre fui pesimista, nunca he subestimado a los oficiales del Minint y a sus amanuenses en el Partido y el aparato burocrático, incluyendo el Ministerio de Cultura. Daban risa las alaracas triunfalistas de cierto exilio. (Por cierto, agradezco a 14ymedio sus textos informativos y de opinión, termómetros sin edulcoramientos). Tal vez otro estallido social debiera provocar –pensamiento desiderativo– que algún mando de tropas se niegue a reprimir, servir de argumento para acelerar cambios en la Junta Militar y provocar aperturas, que beneficiarían al solapado sector aperturista dentro de la élite gobernante. Ni temo ni deseo un baño de sangre, nunca ha estado en nuestras tradiciones. Además, habría que tener la cara de amianto para incitar desde Miami al combate.

 

La poeta y narradora cubana Odette Alonso. (Facebook)

La poeta y narradora cubana Odette Alonso. (Facebook)

Odette Alonso (poeta y narradora, Ciudad de México): «Todos esos jóvenes que podrían protestar por la situación del país están ya en Estados Unidos»

El 11 de julio estábamos en casa de mis suegros, en la tradicional comida dominical, cuando empezaron a llegar mensajes de familiares y amistades que avisaban que algo estaba pasando en Cuba. De inmediato nos conectamos a redes sociales, donde ya había muchas transmisiones en vivo desde varias ciudades de la Isla, que daban cuenta de las manifestaciones populares que estaban ocurriendo y de la represión policial que comenzaba. El Maleconazo de 1994, su único antecedente histórico, había sido un suceso acotado a la zona de Centro Habana, donde sucedió, y fue reprimido en cuestión de horas, sin repercusión en medios de comunicación (lo que se supo fue lo que pasaba de boca en boca). Esto, en cambio, era algo masivo, nacional, y estaba siendo visto, al instante, en vivo, en todo el mundo. En poco tiempo, ya lo transmitían también los canales de noticias mexicanos, y mientras los veíamos, tuvimos la interminable conversación acerca de los detalles escabrosos, e inentendibles para alguien no cubano, de cómo ha sido y es la vida en Cuba, llena de restricciones, vigilancia, represión y miseria. Como consecuencia de esos sucesos, el Gobierno cubano ha vuelto a hacer lo de siempre: juicios «ejemplificantes», condenas de escarmiento y abrir la válvula de escape: el puente de migración masiva a través de Nicaragua, por el que han salido casi 150.000 personas en lo que va de año. Todos esos jóvenes que podrían protestar por la situación del país están ya en Estados Unidos.

 

El escritor y traductor Jorge Ferrer. (Marlene Rodríguez/Cortesía)

El escritor y traductor Jorge Ferrer.(Marlene Rodríguez/Cortesía)

Jorge Ferrer (escritor y traductor, Barcelona): «No sé si yo deba seguir alimentando ilusiones respecto al futuro del poscastrismo»

No soy un hombre que vacacione mucho en la playa, pero cuando el 5 de agosto de 1994 la gente desbordó las calles en el llamado Maleconazo, yo pasaba unos días en Platja d’Aro, al norte de Cataluña. Entonces, me acababa de mudar a España y tuve la amarga sensación, siguiendo en las sábanas de los periódicos los acontecimientos de aquel mes, de estarme perdiendo algo que casi alcancé a vivir. Una sensación amarga de esas que preludian, en la historia política de Cuba, amarguras aún más acerbas. Veintisiete años después, ¡veintisiete!, el pasado 11J, en otra pero a la vez la misma Cuba, un nuevo levantamiento ciudadano me encontró en otra casa en la playa, en el Delta del Ebro, esta vez con la realidad derramándose por los smartphones. Ahora sin la sensación de que me había perdido algo, pero sí con la ardiente ilusión de que otros podrían ganarlo. El saldo del 11J, una protesta hija de esa mezcla de rabia y desesperanza que produce los mejores cócteles, aunque parece que no el «Cuba libre», es conocido: un muerto, cientos de detenidos y procesados, miles de personas huyendo despavoridas de aquella isla. Más dolor, más violencia del Estado, más ostentación bruta del control que el aparato represivo ejerce sobre el país. De modo que no sé si yo deba seguir alimentando ilusiones respecto al futuro del poscastrismo, sumándole prefijos al nombre de esa maldición, pero sí parece que conviene que de tanto en tanto me vaya de vacaciones a la playa.

 

Enrique del Risco. (Facebook)

Enrique del Risco. (Facebook)

Enrique del Risco (historiador y escritor, Nueva Jersey): «El día de la pérdida casi unánime del miedo en un país corroído por el terror a desobedecer»

El 11J es la fecha más importante en la historia cubana desde el primero de enero de 1959. Aunque aparentemente no se haya conseguido nada, lo alcanzado ese día fue enorme: fue el día de la pérdida casi unánime del miedo en un país corroído por el terror a desobedecer. Lo viví casi en tiempo real, dentro de las limitaciones que impone la distancia de residir al norte de Estados Unidos. De inmediato vi los videos que se estaban transmitiendo en Facebook en aquellos momentos y la impresión era inequívoca: la gente marchaba pacíficamente, pero coreando consignas muy claras como «abajo el PCC» o «libertad», muy distantes de la interpretación que luego le dio la prensa extranjera presentándola como una protesta estrictamente económica. En medio de la sorpresa, a muchos nos quedó claro que debíamos mostrar nuestro apoyo inmediato a lo que en ese momento eran todavía manifestaciones dispersas en San Antonio y Palma Soriano, así que un grupo de amigos nos pusimos de acuerdo para manifestarnos a las dos de la tarde de ese mismo domingo en Times Square, en el centro de Manhattan. Ese momento era de inmenso júbilo y esperanza. Dudo que se repita pronto otro estallido social, porque la condición decisiva del 11J fue el factor sorpresa. Desde entonces el régimen se ha venido preparando para que no se repita. Pero si ya nos equivocamos el año pasado, pensando que nunca ocurriría algo así, bien podríamos equivocarnos de nuevo.

 

Alexis Romay. (Facebook)

Alexis Romay. (Facebook)

Alexis Romay (poeta y narrador, Nueva Jersey): «La Cuba del futuro comenzó a la vista de todos ese día»

El 11J fue un parteaguas. Por más que le pese a ese sistema político anquilosado en los años 70, la Cuba del futuro comenzó a la vista de todos ese día. Y esa Cuba posible se nos ha revelado no sólo en el valor de quienes pisaron las calles nuevamente de lo que fue esa tierra ensangrentada, sino además en la actitud de los familiares de los cientos de arrestados por las protestas. El 11 de julio dejó al descubierto la naturaleza represiva del gobierno que ha heredado Díaz-Canel como si se tratara de una reliquia. A los entusiastas de todas las latitudes ya se les acabó la excusa de que esa revolución es de los humildes y para los humildes o de que no sabían lo que pasaba. A principios de los noventa, Willy Chirino me curó del deseo de pronosticar el devenir sociopolítico de la Isla. Ya viene llegando está a punto de cumplir 30 años. Por tanto, me resisto a vaticinar el futuro de Cuba. Tengo claras dos cosas: que no me corresponde, desde el exilio, convocar ni pedirle a nadie que salga a la calle a protestar en contra de ese régimen despreciable. Y que cuando la gente en la Isla salga a la calle a exigir sus derechos –que son los míos– mi deber será apoyar y amplificar esas voces que sueñan con una Cuba con todos y para el bien de todos.

 

Wendy Guerra. (Facebook)

Wendy Guerra. (Facebook)

Wendy Guerra (escritora, Miami): «Hay una Cuba infinita que está ahí, como una bomba de tiempo, en la cabeza de los cubanos»

El 11 de julio significó para mí la certeza de que la Revolución no es la historia de Cuba, que hay una vida insurreccional antes y después de 1959. Ver esos cuerpos, que parecían pintados por Goya, atravesando la luz desarmados pero con cara de mambises, fue para mí regresar a la verdadera patria, la patria que no tiene gobierno, que no tiene absolutamente ningún compromiso con partido alguno, sino con la legitimidad de ese mismo mar y esa misma tierra que nos vuelve isla y que nos hace sus hijos. Para mí fue lágrimas, fue alegría, fue rabia por no estar ahí en ese momento, caminando, con sandalias gastadas, el borde del Malecón como quien camina por el filo de una navaja. Hay un antes y un después. Hay una Cuba infinita que está ahí, como una bomba de tiempo, en la cabeza de los cubanos, intentando resurgir cada día de sus penas cotidianas.

 

Manuel Vasquez Portal. (Facebook)

Manuel Vasquez Portal. (Facebook)

Manuel Vázquez Portal (poeta, periodista y ex prisionero de la Primavera Negra, Miami): «El 11 de julio no ha terminado, apenas empezó en 2021»

El 11J fue la renovación de la esperanza, la resurrección de mi Pueblo, los jóvenes tomando la riendas de sus sueños. Como si no existiera la distancia, estuve en cada grito de mi gente, sufrí cada golpe que recibieron, padezco sus celdas junto a ellos y ellas. Lo viví en mi casa, en Miami. Facebook me avisó de la primera transmisión desde San Antonio de los Baños. Y de ahí en adelante, vi como cada ciudad se sumaba. Amé como nunca internet y a los muchachos que saben usarla. Me sorprendió aunque lo ansiaba. Supe que era el final de la dictadura. El inicio de otra época. Las redes sociales son el fin del monopolio de la información. Gracias, internet. El 11 de julio no ha terminado, apenas empezó en 2021. Adiós, dictadura. No hay retorno.

 

Antonio Guedes. (CubaProxima)

Antonio Guedes. (CubaProxima)

Antonio Guedes (médico, Madrid): «No me sorprendí, sabía que pronto tendría que ocurrir algo así«

El 11 de julio fue el estallido espontáneo del pueblo cubano después de 62 años de dictadura (lo que pedía la juventud en la calle era «abajo el comunismo»), la falta de esperanza en un futuro mejor y el convencimiento y de la ineficacia endémica del régimen. Lo viví con cierta esperanza en una juventud que había dicho basta, pero al mismo tiempo consciente de que, con la intensa represión, no sería el final de la dictadura. No me sorprendí, sabía que pronto tendría que ocurrir algo así. La asfixiante falta de libertad, el deterioro económico provocado por un sistema incapaz de generar desarrollo, más la convergencia de la pandemia, la disminución significativa de la ayuda de Venezuela y otros aspectos, llevaron al límite a los cubanos, provocando la primera gran manifestación de protesta del pueblo cubano. Me informé por los medios independientes cubanos (14ymedio, Diario de Cuba, Cubanet), periódicos españoles y estadounidenses, DW de Alemania, mensajes de WhatsApp, el teléfono, y algún periodista que me llamó. Seguramente volverá a ocurrir una protesta así, pero su éxito estará en la espontaneidad y la resiliencia del pueblo en mantenerse en la calle. Ello llevará a mayores conflictos con el mando político/económico/militar cubano.

 

Daína Chaviano. (Facebook)

Daína Chaviano. (Facebook)

Daína Chaviano (escritora, Miami): «Cuando esos civiles decidan enfrentarse en masa contra los policías, las cosas podrían ser diferentes»

El 11J fue una especie de «prólogo de una muerte anunciada», resultado de décadas de hambruna, atropellos y promesas no cumplidas que han acabado con todo resquicio de esperanza. Sin embargo, aunque era algo que se veía venir, creo que nos sorprendió a todos. Fue una reacción tan espontánea que tomó desprevenidas a las propias autoridades. Nunca olvidaré las imágenes de los policías atónitos, contemplando en silencio el desfile de ciudadanos furiosos que gritaban consignas contra el Gobierno. Me enteré de lo que ocurría a través de los videos que aparecieron en internet. Fue una jornada que viví con bastante angustia, porque esperaba la respuesta represiva del régimen. No dudo de que, en cualquier momento, se produzca otra explosión social. Los problemas que provocaron el 11J, en lugar de disminuir, han ido en aumento. Cada día aparecen nuevos videos de madres cubanas que piden la libertad para sus hijos menores de edad, condenados a años de cárcel solo por protestar o que se quejan por la falta de alimentos, ropas y medicinas para sus hijos. Me temo que, cuando ocurra, la gente no se limitará a gritar. Las imágenes mostraron que el número de protestantes superaba con creces el número de represores. Algunos han pronosticado protestas más violentas, con personas protegiendo su identidad a través de máscaras. Cuando no se trate de cinco policías golpeando a un civil indefenso mientras otros 20 miran, cuando esos civiles decidan enfrentarse en masa contra los policías, las cosas podrían ser diferentes.

 

Pavel Urkiza. (Facebook)

Pavel Urkiza. (Facebook)

Pavel Urkiza (músico, Miami): «Hay un antes y un después del 11 de julio»

Hay un antes y un después del 11 de julio, marcó un hito en la historia de Cuba de los últimos 60 años. Yo no creo que la esperanza haya muerto porque no se lograron los resultados esperados, porque la represión ha sido tan grande que no ha podido haber un cambio, aunque sea paulatino. La esperanza nunca va a morir aunque la represión sea profunda. Hay mucha gente, y somos muchas personas, dentro de Cuba y fuera, que estamos deseando profundamente la democracia. El pueblo de Cuba ya no aguanta más y no se puede sostener una dictadura que viola los derechos humanos, anula la individualidad, reprime los pensamientos abiertos y de libertad que desde hace mucho tiempo están ya muy dentro del pueblo cubano. La gente dijo basta y, si no pasa nada este 11 de julio, o dentro de tres meses, o de cuatro, de cinco, de seis, de un año, en algún momento sí pasará algo, y por fin los cubanos volveremos a participar de un proceso democrático dentro de la Isla que nos lleve a un lugar de riqueza espiritual y económica.

 

"La cuestión es que yo descubrí mi país en el extranjero y sigo fiel a eso", afirma Ramón Fernández-Larrea. (Cortesía)

«La cuestión es que yo descubrí mi país en el extranjero y sigo fiel a eso», afirma Ramón Fernández-Larrea. (Cortesía)

Ramón Fernández Larrea (escritor, Miami): «Otro estallido social es inevitable. Cómo y dónde será, no lo sé»

El 11J fue para mí algo inesperado, un suceso asombroso y doloroso que ilustró la honda decepción del pueblo y el grado tremendo de pobreza y desesperanza de los cubanos. Fue un aviso que todavía tiene temblando a la dictadura y preguntándose cómo les pudo haber pasado. Lo viví con intensidad y nerviosismo. Aunque los que vivían en zonas como El Vedado nunca se enteraron, fui viviendo cada explosión en cadena en los distintos lugares de Cuba. Fue como una mecha que iba explotando. Trabajaba, como cada día, en mi casa en Miami Beach. En una de las frecuentes entradas que hice a Facebook para promocionar el programa de radio que hago todas las semanas vi las primeras imágenes que alguien acababa de subir a la internet desde San Antonio de los Baños. Paré todo y comencé a buscar en la red. Me sorprendí mucho, mucho. Intuía que el juego estaba más cerrado que nunca. Que la pandemia había espantado la única entrada que tiene Cuba, el turismo, y quienes más lo sufrían fueron quienes primero saltaron: los más pobres, los postergados, los jóvenes que ya no creen en más promesas. Otro estallido social es inevitable. Cómo y dónde será, no lo sé. La dictadura ha puesto todo en la represión. Quieren asustar y amedrentar. Les han salido bien algunos chantajes y deportaciones, pero es como el chiste: no importa que haya muchos coroneles, el desencanto los supera porque es general.

 

Adolfo Fernández Sainz. (Facebook)

Adolfo Fernández Sainz. (Facebook)

Adolfo Fernández Sainz (periodista independiente y ex prisionero de la Primavera Negra, Miami): «El 11J fue la constatación de que el pueblo despreciaba el comunismo»

Para mí, el 11J fue la constatación de que el pueblo despreciaba el comunismo. Abrí el teléfono aquel domingo por la tarde y vi lo que estaba pasando. Fue una formidable sorpresa. Hoy todo está peor que hace un año y las condiciones están ahí. Pero también quedó evidenciado que el régimen no se detuvo ante la revuelta popular y la reacción fue cruel.

 

Camilo Venegas Yero (CC)

Camilo Venegas Yero (CC)

Camilo Venegas Yero (blogger, República Dominicana): «Llegará el día en que tengamos calles y escuelas que se llamen 11 de Julio»

Paseé en bicicleta el 5 de agosto de 1994. Iba por el Malecón y alcancé a ver el principio de la manifestación. Pedaleé duro hasta mi casa para abrazar a mi hija. Celebré antes de tiempo. Todos sabemos cómo acabó aquel día, con camiones del Blas Roca reeditando la escena final de Memorias del subdesarrollo. El 11 de julio de 2021 también llegué a creer que lo lograríamos. Recuerdo que no me moví de la pantalla en todo el día. Nunca mi país me había esperanzado tanto. Luego sobrevinieron el apagón digital, la salvaje represión y, finalmente, la persecución casa por casa de los manifestantes. Si al régimen instaurado por Fidel Castro le quedaba un ápice de legitimidad, renunció a ella después que Miguel Díaz-Canel compareció en la televisión para ordenar a una minoría de cubanos que combatieran y reprimieran a una mayoría de cubanos. En Chile (un país que también sufrió una dictadura, aunque no tan larga como la nuestra) miles de jóvenes se lanzaron a la calle igual que los nuestros. Hoy los jóvenes chilenos que protestaron están en el poder. Los cubanos, en cambio, están en la cárcel. Llegará el día en que tengamos calles y escuelas que se llamen 11 de Julio. Es probable que esa fecha llegue a ser también una fiesta nacional. No sé si los jóvenes que hoy están presos lleguen al poder, pero inspirarán muchísimo a los que sí lo logren. El 11J para mí es esa esperanza.

 

 

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