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El aporte de quienes volverán

El economista Benjamin Tripier sugiere en recientes colaboraciones en EL NACIONAL seguir el ejemplo de Estonia cuando haya que hincarle el diente a la tarea del renacimiento nacional después de un cuarto de siglo de metódica, malvada y absurda destrucción.

Porque teniendo en cuenta las diferencias obvias con la minúscula y amable república del Báltico, y a salvo de la incómoda vecindad de cuya garra pudo Estonia zafarse gracias al colapso soviético, es mucha la enseñanza que podríamos extraer para una operación que será cualquier cosa menos pan comido, digna de quienes han sufrido adentro y de los que tuvieron que emigrar buscando mejores horizontes.

Son varios millones fuera de la patria, en circunstancias tan recurrentes en la historia que en el caso venezolano pudiera hasta considerarse una retribución por la marea humana que nos enriqueció después de la Segunda Guerra, durante la anterior dictadura y mientras fuimos puerto acogedor en un Continente sometido al despotismo militar. Para cambiar el perfil de nuestra gente y contribuir al progreso que el reventón petrolero había impulsado desde 1917 y se interrumpió, paradójicamente, cuando el milenio llegaba cargado de esperanzas.

 

Por supuesto que no toda la diáspora optará por el retorno, pero es lógico imaginar que lo hará una fracción significativa de quienes votaron con los pies;  nostálgicos por el clima y la comida, ansiosos de abrazar a los familiares y amigos y de compartir  sus balcones con luminosas guacamayas. ¡En fin, por la refrescante guachafita! Sobre todo en quienes aprieta la urgencia de volver, según cantaba Gardel, a sembrar el esqueleto en la tierra de donde nunca quisieron escapar.

Por legítimas razones no a todos sería permitido abandonar las posiciones que lograron en Suecia, Australia o Canadá después de mucho sacrificio, pero podrían trasladarse de vez en cuando para trasmitir la experiencia acumulada y como enlace con sus universidades, empresas y centros de investigación en el exterior, en una cooperación donde todos saldrían gananciosos.

Las becas Erasmus, una de las ideas más exitosas de la Unión Europea, que facilitan a millares de jóvenes desplazarse cada año por el Viejo Continente, y el programa Vaishvik Bhartiya Vaigyanik con que la India patrocina el regreso de sus cerebros, deberían inspirar una iniciativa similar en el área educativa, de importancia estratégica dentro de los planes de recuperación. Sin olvidar, como señala Trippier, la formidable herramienta de la internet para las comunicaciones y la enseñanza on line.

Las conclusiones de la Cumbre sobre la Diáspora Global, que la Organización Internacional de la ONU para las Migraciones auspició en Dublín en abril de 2022, orientarán al nuevo gobierno, actualizando un esquema en la línea del estupendo programa Mariscal de Ayacucho de la bonanza petrolera.  Que ahora funcionaría a la inversa, facilitando la reinserción temporal o definitiva del vasto contingente de universitarios, técnicos y artesanos –científicos, informáticos, deportivos, culturales, incluso culinarios- anhelantes de ofrecer el bagaje acumulado en el áspero exilio.

¡Para que el país comience a renacer!

Varsovia, octubre de 2025.

 

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