El arte será libre o no será
Adrián Monzón, Lia Villares, Ana Olema y Diddier Santos contra el Decreto Ley 349. (TWITTER)
Cuando de cara al mundo el régimen cubano vende una imagen de «renovación» y «cambio» de la mano de Díaz-Canel y la reforma constitucional en marcha, la represión sigue desmintiendo esta fachada. Ahora la cultura también es blanco del hostigamiento: la amenaza de un nuevo periodo de censura en Cuba se cierne sobre los creadores con el polémico Decreto Ley 349.
Desde «Palabras a los intelectuales» Fidel Castro dejó claro en 1961 que «dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada», marcando así las pautas de la política cultural en la Isla, y ese corsé le ha servido a las autoridades hasta hoy para censurar y limitar la creación artística. Sin embargo, esta ley —que viene a «actualizar» lo ya dispuesto en el Decreto 226 del 29 de octubre de 1997— se plantea como un cerco a la creación independiente: «dentro de la Institución todo, fuera de la Institución, nada», dice entre líneas el Decreto 349.
Publicado en la Gaceta Oficial el pasado 10 de julio, el 349 pone el foco en la creación alternativa: señalando como hecho «grave» que se «preste servicios artísticos sin estar autorizado para ejercer labores artísticas en un cargo u ocupación artística». Y quien autoriza es, por supuesto, el Ministerio de Cultura y sus instituciones.
«Pedir permiso para cantar una canción, para que un jurado —que muchas veces no tiene nada de artístico, ni nada que ver con la cultura— dictamine si el tema está acorde con los ‘intereses de la nación’, si es ‘apropiado’ o políticamente correcto, si no ofende a nuestros sagrados símbolos patrios, si no es irreverente, si no le falta el respeto a los ‘supremos líderes históricos’, es uniformar a los artistas y meter en una jaula a la libre creación», opina la artista Lia Villares al habla con DIARIO DE CUBA.
El decreto permite imponer sanciones a quien «difunda la música o realice presentaciones artísticas en las que se genere violencia con lenguaje sexista, vulgar, discriminatorio y obsceno» o proyecte «audiovisuales» que contengan violencia, pornografía, «uso de los símbolos patrios que contravengan la legislación vigente», así como incurran en «discriminación por el color de la piel, género, orientación sexual, discapacidad y cualquier otra lesiva a la dignidad humana».
Con esta ley, «los estudios independientes serán violados como han hecho tantas veces con los periodistas independientes; la manera más rápida de acabar con un movimiento es quitándole sus herramientas de trabajo, hasta las casas, y, en el peor de los casos, encerrándolos a todos. Como ya viví la experiencia, durante el brutal registro que nos hicieran a la casa-galería El Círculo en febrero de este mismo año», recuerda Villares, en referencia al registro y decomiso de materiales de trabajo y personales de ella y su pareja, el artista Luis Trápaga, incluyendo la serie documental Arte libre vs. censura totalitaria, con testimonios de más de quince artistas censurados en Cuba.
Villares también llama la atención sobre «el apartheid ideológico» que viven los cubanos que se atreven a ejercer la libertad de expresión en la Isla, y cree que la única defensa «es trazar una estrategia de contraataque y resistir en la fuerza de la solidaridad gremial», lamentablemente escasa entre creadores cubanos.
La represión como fórmula para aleccionar
Esta oposición al 349 ya le ha costado a algunos vivir la represión policial en carne propia, es el caso del artista Luis Manuel Otero Alcántara, quien fue reprimido al intentar hacer una performance en La Habana para mostrar públicamente su inconformidad con este decreto.
Otero Alcántara es uno de los impulsores de una campaña contra el 349, pero son muchos más los creadores que están dando la cara para decir NO a esta ley. Ese es el caso del poeta Amaury Pacheco y su esposa Iris Ruiz, ambos miembros del proyecto OMNI-Zonafranca, y también de David D’OMNI, uno de los músicos que juntó su voz en un tema donde varios artistas se oponen a esta ley.
Algunos de estos músicos iban a participar en un concierto el pasado 11 de agosto, como otra de las acciones de la campaña #Noaldecreto349. Este evento fue prohibido por las autoridades, y los artistas que lograron llegar al lugar donde se iba a realizar, fueron reprimidos ante la mirada de los vecinos del barrio de San Isidro, quienes mostraron su solidaridad con los creadores como puede verse en alguno de los vídeos que circulan sobre este suceso.
La artista Sandra Ceballos, quien lidera desde 1994 el espacio independiente Aglutinador, calificó esta represión como una muestra al mundo de la violencia y el maltrato por parte de las autoridades hacia los artistas. «Pero sucedió algo muy impactante, los vecinos de la comunidad salieron en defensa de los artistas y manifestaron su indignación ante las acciones acometidas contra estos«, dice Ceballos, quien lamenta, en cambio, la falta de solidaridad y compromiso del gremio artístico, ya que, pese a que la mayoría de los «artistas e intelectuales no están de acuerdo en su totalidad con el Decreto Ley 349», manifiestan su rechazo «por detrás y nadie da la cara», dice.
Ceballos hace un llamado a la unión, y pide a los intelectuales y artistas cubanos que firmen una carta dirigida a Miguel Díaz-Canel Bermúdez y a Alpidio Alonso, ministro de Cultura, donde se rechaza esa medida de censura.
Esta carta la suscriben cubanos que residen tanto dentro como fuera de la Isla, entre ellos: las artistas Tania Bruguera y Coco Fusco, la abogada Laritza Diversent, la historiadora del arte Yanelys Nuñez y el escritor Enrique del Risco.
¿Por qué deben los creadores del exilio apoyar a sus colegas en Cuba?
En el exilio también se han sumado a la oposición a este decreto: escritoras como Legna Rodríguez Iglesias y Lizabel Mónica, artistas plásticas como Sandra Ramos y Ana Olema, el realizador Diddier Santos y el artista Adrián Monzón, entre otros, quienes han manifestado su inconformidad a través de las redes sociales.
«Qué es la libertad sino el ingrediente fundamental de la creación, de manera que sería lógico pensar que todo creador exiliado apoye naturalmente a sus colegas que abren cada vez más espacios de independencia creativa dentro de Cuba», señala el escritor Armando Añel al habla con DDC.
«El Decreto 349 da continuidad a una tradición represiva siempre vigente con el castrismo. Está en juego incluso la integridad física de los creadores allá dentro, pero tenemos la ventaja de que no es lo mismo reprimir a la intelectualidad y la cultura que reprimir sin más. La represión contra el pensamiento y el arte siempre cuesta más al poder no solo en términos de imagen, sino a nivel funcional», opina el autor residente en Miami.
La creación literaria tampoco queda al margen de la censura con este decreto. Un acápite señala que se considera una infracción «muy grave» quien «comercialice libros con contenidos lesivos a los valores éticos y culturales».
«Está claro que se trata de una medida de intimidación ante el crecimiento de la cultura independiente, incluida la literatura. Se dejarán intimidar los que siempre se dejan intimidar. Todo depende ahora de la respuesta de esa cultura independiente y, a juzgar por los primeros episodios ‘posdecreto’, al menos no se va a quedar callada. Desde el exilio apoyaremos a quienes defiendan y ejerzan su independencia creativa», afirma Añel.
El factor económico: el interés recaudatorio del Estado
Otra preocupación de los creadores tiene que ver con la demonización de mecanismos de financiamiento al margen de la oficialidad. En este sentido, se trata de un decreto que «va, no solo contra las opiniones o temas que puedan tratar los artistas, sino contra el financiamiento de sus proyectos», opina el escritor Antonio José Ponte, vicedirector de DIARIO DE CUBA.
«Y en una época donde abunda el crowfunding, se dispone a atacar esas estrategias de financiamientos de proyectos», señala Ponte.
La carta abierta contra el Decreto 349 señala que «el Estado cubano debe dejar de confundir estas plataformas con el financiamiento directo de una organización o de un gobierno hostil. El hecho de que un artista cubano logre financiar sus creaciones por medios propios no lo convierte en un opositor —millones de individuos en el mundo se benefician de las nuevas tecnologías para difundir sus obras al margen de las instituciones culturales establecidas».
Esta medida es parte de lo que el Gobierno denomina «adecuaciones» del sector privado, y pone el ojo en un incipiente mercado artístico que se escapa al control fiscal: la contratación de músicos en negocios privados, la compra-venta de obras de arte en transacciones que no pasan por las instituciones oficiales y tienen lugar en estudios, talleres y galerías independientes, y la exhibición de contenidos audiovisuales.
En concreto establece multas y decomisos, así como la posible pérdida de la licencia a quienes contraten músicos para realizar conciertos en bares y clubes privados así como en espacios estatales sin la autorización del Ministerio de Cultura o de las agencias de trabajo estatales.
También penaliza a los pintores o artistas que comercialicen sus obras sin la autorización del Registro del Creador. De esta entidad fue expulsado el pasado mes de mayo el pintor Luis Trápaga por su participación en la #00Bienal Alternativa.
Si bien en cualquier parte del mundo los creadores pagan impuestos por la comercialización de su trabajo —algo que en Cuba parece escandalizar a algunos—, lo realmente escandaloso es que el Estado cubano pretenda, a través del brazo ejecutor del Ministerio de Cultura, definir qué es o no arte, o quien puede ser artista, en su afán totalitario de controlarlo todo. Y además, impida el acceso a vías de financiación independiente para la realización de proyectos artísticos.
Según detalla Cubalex, «el decreto limita el acceso igualitario al trabajo digno a todas las personas. Instituye el trabajo forzado, al obligar a los artistas a calificarse y a establecer vínculos con una institución estatal, para obtener remuneración por su trabajo».
La expresión artística, tan ligada a la libertad de expresión, ha de ser libre o no estamos hablando de arte, sino posiblemente de panfleto y propaganda. Ojalá el gremio artístico dé el paso necesario para exigir al régimen dar marcha atrás a una ley que, como dice la artista Sandra Ceballos, llevaría a la cultura cubana de vuelta a los años 60.