La influencia del Mundial Amateur de 1941 en el desarrollo del béisbol venezolano será por siempre reconocida, con sus héroes en uniforme y aquellos tras bambalinas, como lo fue el principal promotor y cerebro de la gesta: El periodista Abelardo Raidi. Quienes hemos crecido, y aquellos que crecerán como fanáticos del béisbol, sabrán en algún momento sobre estos personajes. Sin embargo, los efectos inmediatos de aquella hazaña que cambió la fisonomía de nuestra pelota se produjo en la década de los cuarenta, y de ella nos estamos despidiendo en esta serie de relatos sobre la historia del deporte de las cuatro esquinas en nuestras tierras. Bienvenidos los cincuenta.
En nuestro recorrido por la historia del beisbol en Venezuela hemos visitado diferentes momentos que han moldeado el desarrollo y significado de la pelota en el país. Cada uno guarda su importancia y forma parte de la estructura que fue echando raíces en nuestra cultura. Cuando analizamos la evolución de algo nos es difícil escapar de esa manía de clasificar los hechos en etapas que ayuden a organizar y entender la relación de lo narrado con los hitos que le dieron a la historia un nuevo rumbo o impulsaron una nueva dinámica. La definición de un período como etapa, si bien se sustenta en hechos concretos, siempre contiene una dosis de subjetividad.
Unas veces definimos el inicio de una etapa tomando como referencia un hecho claro que lo cambia todo, mientras que en otros casos el comienzo de un período parece imponerse por la conjugación de circunstancias que de manera casi imperceptible llevan las cosas a un plano distinto. Esto último es el caso de lo que ocurría en los tiempos en que el puro criollismo terminó en el país, y de las situaciones que rodearon tal desenlace. Sobre ello hablamos en la entrega anterior. Era 1950 y estábamos a las puertas de una serie de acontecimientos que se me antojan como la evolución del béisbol hacia una nueva dinámica en la que el proceso de madurez comienza a notarse. Se trata de una sucesión de cambios sutiles que, tal como sucedía en otros ámbitos en el país, transformaron la forma de entender las cosas. Todo esto muy distinto del inicio de la etapa que estábamos dejando atrás, donde un acontecimiento marcó un antes y un después, quizás el mayor impacto que ha tenido nuestra historia del deporte en general: El Mundial de Béisbol Amateur de 1941. Entonces, antes de seguir adelante en el relato de la historia del béisbol en Venezuela, hagamos una pausa para rendir homenaje y asimilar lo que para el juego y el país significó aquel evento.
La Venezuela de 1941 luchaba aún por superar el atraso que heredó de la época gomecista, esa Venezuela de las “casas muertas” que nos narró Miguel Otero Silva. Hasta el momento, los únicos héroes que conocía el país eran guerreros de armas lejanos en el tiempo. Venezuela no había vuelto a ganar algo desde la Independencia. En los campos se libraba la batalla contra el paludismo que convivía con el hambre en un mundo que atravesaba los embates de la Segunda Guerra Mundial. En abril de ese año ‘41, un mes antes de abandonar Miraflores, Eleazar López Contreras firmó en Bogotá el tratado limítrofe con el que la nación perdió alrededor de 108.000 kilómetros cuadrados de territorio. En fin, no se podría decir que la moral de los venezolanos se encontraba en el mejor de los estados.
Entonces un grupo de muchachos tomaron un barco rumbo a La Habana para participar en el Mundial de Béisbol Amateur. Una vez allí, empezaron a ganar juegos y el país comenzó a enterarse de lo que sucedía. Civiles criollos, muchachos de campo y ciudad, de Caracas y del interior, personas como tú y como yo, Juan Bimbas en uniformes deportivos, escalaban posiciones en tierras extranjeras hasta llegar a la final para disputar la corona de la cima del mundo. ¡Vaya atrevimiento aquel! ¿De dónde salieron estos? Pues de aquí mismo, ¿quién lo iba a creer?
Cuando el 22 de octubre de 1941 cayó el out 27 en el Estadio La Tropical de La Habana, Cuba, proclamando a Venezuela soberana, los hombres con la “V” en el pecho habían conquistado más que una copa. En el terreno de juego los peloteros elevaron en hombros al lanzador del encuentro, el “Chino” Canónico, y celebraron el triunfo deportivo sin sospechar que el alcance de aquello se extendía más allá de las raya de cal.
“Con matrimonio canónico
en La Habana se han casado
la bandera de Juan Bimba
y el pendón del campeonato”
Primera estrofa del poema: Romance del Campeonato, de Andrés Eloy Blanco.
Ese día el país se había paralizado desde temprano. Por primera vez rico y pobre quedaban atrapados al unísono por las ondas hertzianas, diez años después de la primera transmisión por radio de un juego en Venezuela. Las calles del país se llenaron de algarabía, y la semana siguiente la muchedumbre se congregó en el Puerto de La Guaira para recibir a los campeones. Y los efectos del impacto del Mundial apenas empezaban.
“Nunca como esa noche fue generoso el trago y limpio
el abrazo y gratamente unánime el alborozo”
Guillermo Meneses, Libro de Caracas, 1967.
En el discurso de bienvenida a la selección en el recién inaugurado Estadio Nacional de El Paraíso, Andrés Eloy Blanco plasmó con su pluma privilegiada la dimensión de lo ocurrido.
“Hay algo muy lejos y muy por encima de lo que representa la celebración de un certamen campeonil: cuando los muchachos venezolanos iban amasando en La Habana… el campeonato…, otro evento se estaba librando en el espíritu nacional. … a medida que iban acumulando triunfos, iban poniendo, junto a la fe deportista, otra fe en otras cosas. Tanto ha conocido de derrotas desde hace tantos años este pueblo que su fuerza mayor era de resistencia y de asimilación”
“… sus problemas tradicionales; paludismo y anemia,… todo eso va haciendo estragos y va creando el complejo de inferioridad específica; la derrota se recibe con amable comentario. Pero la radio va anunciando los triunfos, nos dice que un grupo de los nuestros, y no de los que han vivido mejor, sino de los que tienen que correr más detrás de un pan que de una pelota, está imponiendo su músculo y su mente en un concurso con atletas internacionales. Y entonces el que ya va creyendo en la anemia como en un destino, cree en sí mismo como en un camino”
Para el béisbol lo ocurrido significó un impulso en popularidad. El interés por la pelota se propagó como nunca por todo el territorio. Los jugadores, a quienes pronto apodaron “los héroes”, recorrieron el país en calidad de estrellas. En las ciudades y en las calles polvorientas de los campos, los niños querían ser como ellos. Sus nombres se escuchaban una y otra vez en cada rincón.
“En la tarde del último juego, cuando volví a mi casa, me encontré con un niño flaco, amarillo, casi un hilo; era la estampa de la anemia. Mientras lanzaba una pelota contra la pared, hablaba solo; comentaba la victoria alcanzada; y en un gesto de atleta imaginario exclamó: Yo soy Vidal López. Antes, los niños venezolanos se bautizaban con nombres de guerrilleros y había un poco de eso en todos ellos; pero éste, así como es, es Vidal López”
La gesta fue abrazada por las clases populares, que desde las gradas reforzaron aquel dicho que rezaba: “Patiquín no juega béisbol”. El venezolano saboreaba algo inédito, un logro cercano, un ejemplo que le hacía creer y soñar. De pronto el gentilicio se vio fortalecido y sentirse de esta tierra era ser parte de algo grande.
El triunfo en Cuba inspiró a Jesús Corao a reeditar la fórmula del puro criollismo que años atrás él mismo había vivido como jugador con el equipo Royal Criollos. El orgullo nacional se había disparado y un equipo que alineara solo jugadores nativos era un buen gancho para aprovechar el momento, con el añadido de ofrecer la posibilidad de revivir la vieja rivalidad entre el Royal y el Magallanes. Así nació el Caracas, y sabemos lo que ello ha significado para la pelota en el país. Entre otras cosas, la compañía Cervecería Caracas compró el Estadio de San Agustín y lo acondicionó para ser la sede de la primera división, además de albergar los torneos internacionales que empezaron a organizarse en Venezuela a propósito del aumento de la popularidad de los juegos, como los Mundiales Amateur de 1944 y 1945, la Serie Monumental de 1946, las series interamericanas de 1946, 1947, 1948, 1949 y 1950. Este estadio, además, fue el escenario que vio nacer a la Liga de Béisbol Profesional de Venezuela en 1946.
Entre los efectos que se pueden atribuir a la conquista del ‘41 está la primera elección universal y directa realizada en el país. A propósito del Mundial Amateur de 1944, los organizadores idearon que la reina de la selección criolla fuese elegida a través de un proceso de votación nacional. Los revoltosos del ‘38 trabajaban por impulsar al país hacia un sistema democrático y la elección de la reina formó parte de una travesura revolucionaria que, además, permitió a Juan Bimba saborear otro triunfo al imponer como soberana a Yolanda Leal, la candidata que había surgido de las entrañas de las clases populares.
“Yolanda de Venezuela,
mi pueblo te necesita
por morena y por bonita
y por maestra de escuela”
Miguel Otero Silva, primera estrofa de: Glosa para Yolanda Leal, 1944.
Los héroes del ‘41 nutrieron la LVBP por más de una década. Venezuela conquistó también los Mundiales Amateur del ‘44 y ‘45, contando con la mayoría de estos peloteros como protagonistas. Con el tiempo los héroes fueron colgando uno a uno los spikes y pasaron de ser protagonistas en persona a leyendas vivientes, para luego, poco a poco, convertirse en leyendas lejanas; de esas de verdad, verdad.
Otras hazañas deportivas vinieron después, como el oro olímpico de Francisco “Morochito” Rodríguez en México ‘68, el subcampeonato de los héroes de Portland en 1992 y el segundo oro olímpico para el país de Rubén Limardo en Londres 2012. Sin embargo, el Mundial del ‘41 es aún considerado la gesta deportiva de mayor impacto en nuestra historia por la repercusión que tuvo más allá de lo deportivo.
La influencia de aquel mundial en el desarrollo del béisbol venezolano será por siempre reconocida, con sus héroes en uniforme y aquellos tras bambalinas, como lo fue el principal promotor y cerebro de la gesta: El periodista Abelardo Raidi. Quienes hemos crecido, y aquellos que crecerán como fanáticos del béisbol, sabrán en algún momento sobre estos personajes. Sin embargo, los efectos inmediatos de aquella hazaña que cambió la fisonomía de nuestra pelota se produjo en la década de los cuarenta, y de ella nos estamos despidiendo en esta serie de relatos sobre la historia del deporte de las cuatro esquinas en nuestras tierras. Bienvenidos los cincuenta.
“… en las manos de un pequeño grupo que se cultiva solo, no llega a prosperar el sentido social y verdadero del deporte, pero cuando esta cultura pasa a manos del pueblo entonces cobra su honda significación de conjunto; el sentido de equilibrio va extendiéndose hasta plasmar en forma de solidaridad colectiva y de disciplina nacional”
Andrés Eloy Blanco, extracto del discurso de salutación a los campeones, 29 de octubre de 1941.