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El Béisbol en Venezuela: Nuestras ligas, la MLB y el nacimiento de la Confederación del Caribe

En diciembre de 1947, en el McAllister Hotel de Miami, nació una forma de organización superior entre las cuatro ligas profesionales latinoamericanas: La Confederación de Béisbol Profesional del Caribe. Fue así como empezó la relación formal del Caribe con la MLB, dinámica que se ha mantenido hasta el presente. Por Venezuela asistieron Oscar “El Negro” Prieto y Pablo Morales, socios empresarios y publicistas ligados durante décadas a la pelota criolla, quiénes plantearon una idea inspirada en el éxito alcanzado en la Serie Interamericana realizada en el país los años 1946 y 1947; y que más tarde daría nacimiento a la Serie del Caribe.

 

La frontera del Caribe, en lo que a béisbol respecta, se desdibujó con rapidez en la década de los cuarenta. Por un lado, la Serie Mundial de Béisbol Amateur y los constantes intercambios entre clubes de distintos países impulsaron en la región la popularidad del juego de pelota. En Venezuela, las series mundiales conquistadas en 19411944 y 1945, seguida de experiencias como la Serie Monumental y la Serie Interamericana, elevaron el béisbol a su consolidación definitiva como deporte nacional.

Sin embargo, todo aquel proceso potenció, entre los equipos de la región, una dinámica signada por una guerra silenciosa, en la que el terreno a conquistar era los mejores jugadores del área. Los distintos clubes latinoamericanos luchaban de manera constante por hacerse de los servicios de los players destacados, y estos acababan dando saltos de un equipo a otro y de un país a otro de manera desordenada. No era extraño en aquellos tiempos ver a una estrella de la pelota jugar en dos o tres países en intervalos pequeños de tiempo una y otra vez. La idea de que un equipo fuera dueño de la ficha de un jugador aún no existía en estas ligas, y aunque había ciertas reglas implícitas entre los distintos clubes, por lo general jamás se respetaban. En algún momento esta situación, que en un principio favoreció la popularidad del juego en el área, comenzó a representar un freno para el desarrollo de las ligas profesionales del Caribe.

La informalidad con la que se manejaban las relaciones entre las organizaciones de la región comenzó a afectar también al sistema de las Grandes Ligas. Si bien los peloteros que militaban en equipos profesionales en los Estados Unidos estaban sometidos a las reglas de contratación establecidas por la National Association of Professional Baseball Leagues (NAPBL) -que eran claras, protegían a los equipos y promovían temas de seguridad para los jugadores-; los brazos reguladores de la NAPBL estaban limitados al sistema del gigante del norte y no tenían control alguno sobre las ligas de Latinoamérica. Esto fue aprovechado por el empresario mexicano Jorge Pasquel Casanueva, quien en 1940 había fundado el equipo Azules de Veracruz -que tenía sede en la Ciudad de México, pero se llamaba Veracruz porque Pasquel había nacido ahí… y yo le pongo a mi equipo como mejor me parezca-, del que también fue mánager, y uno competente. De hecho, bajo este rol consiguió dos de las cuatro coronas que ganó la divisa en sus doce años de existencia.

“¿Recuerdan que luego de la visita de las estrellas negras en la Serie Monumental de 1946 los caraqueños se dieron el gustazo de ver jugar en la naciente Liga Venezolana de Béisbol Profesional a luminarias de la talla de Quincy Trouppe, Roy Campanella, Parnell Woods, Sam Jethroe, Roy Welmaker, George Jefferson y Bill Anderson?”

Pasquel estableció como meta hacer crecer el béisbol mexicano y hacerlo competir en calidad con el de los Estados Unidos. Para ello contrató durante años a las mejores figuras de la Negro League e intentó sin éxito hacer lo mismo con varias luminarias de la MLB. Entonces, en 1945, este magnate decidió lanzar una ofensiva de gran envergadura para lograr la meta que se había fijado y arrancar jugadores estrellas de la Major League para llevarlos a su organización. Con este fin ofreció a una serie de peloteros de primera línea salarios muy superiores a los que predominaban en el sistema norteamericano. De hecho, cuenta la leyenda que este excéntrico millonario envió a Joe Di Maggio y Ted Williams dos cheques en blanco para que estos escribieran el monto que quisieran si accedían a jugar en la liga mexicana. A ver, ¿qué hubiese hecho usted en esa situación? Bueno, no importa, usted no es Di Maggio, y tampoco vio la película “Una propuesta indecente”. En cualquier caso, de ser cierta esta anécdota, lo que podemos tener por seguro es que ambas superestrellas rechazaron la oferta. Quién sabe, quizás creyeron que aquello no podía ser serio…

No obstante, Pasquel logró captar en 1946 a una serie de peloteros de renombre (sin cheques en blanco de por medio, eso estaría reservado para el nivel Williams – Di Maggio), entre quienes se encontraba nuestro Alejandro “Patón” Carrasquel. Sí, la ficha del “Patón” había sido vendida por los Senadores de Washington a los Medias Blancas de Chicago, pero este tomó la decisión de ir a México a jugar, violando los términos de su contratación como parte del sistema de la MLB: Específicamente la cláusula de reserva que otorgaba a los equipos la exclusividad de la ficha de los jugadores que firmaba. Es bien sabido que el “Patón” esquivó durante años la propuesta de jugar en el norte porque no le agradaba la idea de vivir en un país cuyo idioma no manejaba. Así que es posible que, además de la suma ofrecida, jugar en México, comer tacos, y hacer todo esto en castellano, le haya parecido una oferta difícil de rechazar.

En los Estados Unidos, el comisionado de las mayores, “Happy” Chandler, no estuvo muy “feliz” con lo ocurrido -no voy a explicar el chiste-. Sin embargo no podía hacer nada para impedirlo, ya que aquello estaba más allá de su jurisdicción. Entonces, procedió con lo único que podía hacer: Suspender de por vida a los desertores del sistema de la MLBAlejandro Carrasquel y compañía no les importó la pena impuesta y se marcharon a México.

Jorge Pasquel Casanueva, fundador del equipo Azules de Veracruz

En las ligas del Caribe tampoco caía bien lo que sucedía. La MLB empezó a presionar para que la sanción impuesta a los jugadores que habían violado el contrato fuese también acogida por nuestros países y no se les permitiera jugar en las ligas de invierno. Así, la situación se hacía cada vez más incómoda y llegaba, además, en un momento en el que el béisbol profesional en Latinoamérica tenía en puertas una amenaza que podría afectar de manera sensible el nivel del espectáculo. Hablamos del debut de Jackie Robinson con los Dodgers de Brooklyn en 1947, hecho que marcaba el fin de la barrera racial en la MLB y que a su vez anunciaba que pronto los principales jugadores de la Negro League empezarían a firmar contratos con los diferentes equipos de Las Mayores, lo que les impediría -al estar bajo las regulaciones de la NAPBL– continuar viajando al Caribe para jugar pelota en ligas que no tenían manera de competir financieramente con el mercado norteamericano. ¿Recuerdan, por ejemplo, que luego de la visita de las estrellas negras en la Serie Monumental de 1946 los caraqueños se dieron el gustazo de ver jugar en la naciente Liga Venezolana de Béisbol Profesional a luminarias de la talla de Quincy TrouppeRoy CampanellaParnell WoodsSam JethroeRoy WelmakerGeorge Jefferson y Bill Anderson? Bueno, con el debut de Robinson en la MLB aquel privilegio tenía los días contados.

Algo había que hacer. Ambas partes, la NAPBL y las ligas profesionales del Caribe, estaban interesadas en encontrar una solución que beneficiara a todos. Entonces el presidente de la NAPBL, George Trautman, trabajó el tema personalmente y de manera sistemática con los directivos de la región. Sin duda, luego del inicio de las hostilidades con la liga mexicana, la necesidad de alcanzar un mecanismo que regulara el intercambio de peloteros entre el Caribe y el béisbol norteamericano había pasado a ocupar un punto prioritario en la agenda de la National Association.

El primer gran logro en la tarea de Trautman involucró a la liga cubana, que para entonces era la más desarrollada y la de mayor nivel en la región. Esta liga y la NAPBL firmaron el 10 de julio de 1947 un acuerdo que daba a los equipos de la Isla la condición de “Afiliado no clasificado”, con lo que la participación de jugadores del sistema de la MLB y otras ligas que conformaban la NAPBL en el béisbol profesional cubano quedaba regulada. Además, el convenio fijaba las bases para que las distintas organizaciones de las Grandes Ligas instalaran granjas de formación de peloteros en la Isla. Sin duda alguna este fue un paso histórico para las relaciones entre el béisbol norteamericano y el béisbol del Caribe. Los beneficios que el acuerdo reportaría a las partes eran prometedores y, por supuesto, Trautman buscaría expandir lo alcanzado hacia otras ligas de la región. Y este momento llegó en la cuadragésima sexta reunión de la NAPBL en diciembre de 1947, en el desaparecido McAllister Hotel en la ciudad de Miami. Al evento acudieron mil doscientos delegados de equipos de béisbol, entre los que se encontraban representantes de las ligas de CubaPuerto RicoPanamá y Venezuela. El objetivo de los últimos tres era claro: Alcanzar acuerdos con la NAPBL como el que había firmado la liga cubana.

Y no solo se logró ese cometido, sino que en aquellos salones del McAllister nació una forma de organización superior entre las cuatro ligas profesionales latinoamericanas presentes en Miami: La Confederación de Béisbol Profesional del Caribe (CBPC). Fue así como empezó la relación formal del Caribe con la MLB, dinámica que se ha mantenido hasta el presente y en la que las Grandes Ligas ejercen un poder cada vez mayor en la medida en que se expande la brecha financiera entre la mega industria norteamericana y nuestras realidades.

El freno que buscaba Trautman a las consecuencias que podía ocasionar para el negocio el tener unos vecinos que escapaban de las regulaciones de la NAPBL se logró. En poco tiempo se hizo costoso -y suicida- para cualquier organización apartarse de las normas que imponían los acuerdos establecidos con la National Association. La guerra con la liga mexicana propiciada por Jorge Pasquel duró poco y, como sabemos, fue ganada por los “greengo”. Las costosas nóminas que mantenía el Veracruz y los otros equipos que siguieron la línea de Pasquel se hicieron insostenibles, entre otros motivos porque la infraestructura de los parques mexicanos no estaba preparada para albergar la cantidad de fanáticos que salarios de esa naturaleza requería para hacer el negocio rentable, en una época en la que los derechos de transmisión por televisión aún no representaban el ingreso que hoy significan.

Por su parte, vencidos en 1949 los tres años de contrato en México, el “Patón” tocó de nuevo las puertas de la MLB y fue perdonado: El buen hijo siempre regresa. Carrasquel jugó ese año con los Medias Blancas y se despidió de las Grandes Ligas, no sin antes recibir en el equipo a su sobrino, el “Chico”, que años después recibiría en el mismo parque a otro venezolano: Luisito Aparicio.

Para finalizar, regresemos por un momento a aquella reunión de diciembre de 1947 en el McAllister Hotel de Miami. Por Venezuela asistieron al evento Oscar “El Negro” Prieto y Pablo Morales, socios empresarios y publicistas ligados durante décadas a la pelota criolla, quienes cuatro años más tarde adquirirían el equipo Cervecería CaracasPrieto y Morales llegaron a Florida con una idea inspirada en el éxito que había logrado la experiencia de la Serie Interamericana realizada en Venezuela en los años 1946 y 1947. ¿De qué trataba la idea? Los empresarios querían impulsar un torneo en el que participaran las novenas campeonas de cada liga, espectáculo que aseguraban sería rentable y ayudaría a elevar el interés de la afición por el desarrollo del juego de pelota en nuestros países. En el seno de la NAPBL la idea fue bien recibida y la empezaron a llamar la “Serie Mundial Panamericana”. Bien, nosotros sabemos en qué paró todo esto, ¿verdad?: En el nacimiento de la Serie del Caribe. Pero de esto hablaremos en una próxima entrega.

 

 

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