El bordillo
De pela’ito frente al bordillo montaba patín y patineta. Cuatro balineras, unos palos, clavos por todos la’os y dale. Baja la loma, y pasa antes que venga la ‘mionca’, pasa el policía-acosta’o’ por el blanquito o deja un diente pega’o, ponte pilas o te vas de jeta contra el planeta.
Si no tienes nada que hacer, sientate en el bordillo, con alguien te encuentras, de algún chisme te enteras o al menos, a alguien le mamas gallo y matas la jartera.
En el bordillo te encontrabas al Gordo todos los medios días, frente a su casa, con la puerta cerrada, es que la mamá lo echaba de tanto que formaba la jodedera. ¡Primo, que ladilla!
El bordillo era el lugar del cuento y el encuentro. De día o de noche. Ahí iban cayendo, uno a uno, los llaves de la cuadra. Se formaba la guachafita y la montadera. El bordillo era pura recocha y jodedera.
Un bordillo, en la 84 o la Ciudadela, en Barrio Abajo o San Pachito, es pa’ lo mismo, te sientas en uno y te sentante en todos o todos son ese mismo.
En el bordillo, a los 13, le echó Lucho el cuento a Gise, que le dio ‘chelow’ de una, safa’o antes de llegar a primera; es que de la emoción, él muy romantico, no se percató que con una mano sostenía la de ella y con la otra se agarraba al basurero de la casa de su amada.
Del bordillo sale la vaca pa’ la panchita y el cuarto pa’l dominó. En el bordillo te enterabas de todo, ahí hubo clases de urbanidad, de machismo, sexualidad, de tirar muñeca y matoneo, de todo. Ahí te enteraste que es la regla, la virginidad y la bareta.
El bordillo es el palco del juniorista, somos técnicos, jugadores y cronistas. El juniorista no paga boleta, el juniorista, se ve los goles en la radio, pilla a Edgar Perea y a Poveda, se come el cuento en radio oreja y pa’l bordillo. ¡Es que Didí y Julio Cesar Uribe son que calidad papá!; ya mas grandes, la banda del Pibe, Valenciano y Pachequito. Lucho Grau es una vaca, pero no lo sacan, ¡me da es cola vale!
De tanta cátedra, aparecía la ponina pa’ la bola’e trapo, dos piedras acá, dos piedras allá, cuatro pasos reglamentarios, unos talla 36 y otros 44. Que ruede la bola y gane el mejor.
En el bordillo se quedaba el paquete montador: «Mira al Diegui, corre como pinguino; «Yaye, corre, que corre mas mi abuela»; «el Feli’ tiene las batatas como Coca-Cola dos litros boca abajo». «Tu si hablas y no juegas ni con la cagá», le ripostaba un desesperado jugador. «10 a 8, que clasico apreta’o», a tomar agua a pico’e manguera o, ya más grandes, unas buenas frías.
En un clasico de esos pasó miss Universo, con tremendo barrigón y el Omar, con la vocecita chillona esa, le piropeó: «Uy mamita, que barriguita linda». A lo que ella, sin dejar de caminar, le respondió: «Si quieres le digo a mi marido que te haga una igualita».
El bordillo era el Disneylandia del barranquillero, ya no hay. Ahora hay edificios altos, celador y corredera. Pasa mucha ‘rata’ y los pela’os pasan pega’os a la Play y el chateo. Ya no hay vaca, ni recocha, ya no hay ‘rayu’era’.
Ya no se conocen, ahora son más, pero parecen menos; ahora es puro Twitter, Youtube y moridera, pasan amarga’os, en su encerradera; echen esos pela’os pa’ la calle pa’ que cojan sol, trepen paredilla, echen la pateada y coman bordillo, pa’ que sepan lo que es bueno y dejen la jodedera.
PD: A mi amiga Moni que me picó con el videito del ‘bordillo barranquillero’.
PD2: Todas las fotos robadas del dios Google.