El castrismo es una máquina de fabricar delitos
Lo que vivimos en Cuba la última semana no fue más que la ejecución de otra finta política, una "nueva" cortina de humo ideológica para ocultar los desastres del continuismo.
Durante los días del «Ejercicio de prevención y enfrentamiento al delito» el régimen cubano reforzó su sistema de vigilancia y patrullaje (Foto: Granma)
LA HABANA, Cuba. – El régimen castrista es una máquina de fabricar delitos. Las normativas, resoluciones, decretos, leyes y cuantas correcciones inventan los gobernantes para disciplinar a un pueblo caído en la inopia moral por culpa de la escasez, el desabastecimiento, la falta de transporte y de medicamentos, la intromisión estatal en la vida de las personas y hasta en lo que resulta “lícito” expresar, en lugar de ponerle fin al delito, incentivan el robo, la corrupción y la deshonestidad.
El deterioro de los valores morales ha llegado a un nivel tan crítico que no hay planes gubernamentales o nuevas medidas coercitivas o represivas que logren acabar con la debacle que asola al país en todos los estratos sociales y esferas institucionales.
Solo un cambio radical en lo político y la economía podría evitar la denominación de Estado fallido que tanto irrita a la cúpula del poder.
De nada sirve el llamado “Ejercicio de prevención y enfrentamiento al delito” que se desarrolla en todo el país hasta este sábado, por mucho que el gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la reunión donde anunció el “ejercicio”, apostara al éxito del mismo por realizarse entre dos fechas históricas ―el desembarco del yate Granma y la caída en combate del lugarteniente general Antonio Maceo― que, según el gobernante, “levantan el patriotismo del país, y que son, además, fechas de combate”.
Al parecer, Díaz-Canel olvidó que el patriotismo de los cubanos deambula, valija en mano, entre Miami, Barcelona y Madrid, y muestra su machete legendario desde Yibuti a Estambul, pasando por República Dominicana.
En cuanto a los combates, no tienen fechas señaladas, pues se celebran a diario en la cola del pan, las paradas de ómnibus, en el cuerpo de guardia de los centros hospitalarios, así como en bodegas, funerarias, puntos de venta de gas licuado, oficinas de trámites y embajadas.
De acuerdo con el jefe de Estado, “la participación y control populares en estas acciones fortalecen la unidad en el enfrentamiento a manifestaciones de corrupción, delito, e ilegalidades, indisciplina social, actitudes antisociales o comportamiento antisocial”. Es como si estos hechos y comportamientos deleznables los cometieran alienígenas o extranjeros y no funcionarios corruptos y un gran número de habitantes de un pueblo necesitado, oprimido y enajenado.
Asimismo, añadió Díaz-Canel, que el ejercicio “también permite enfrentar la evasión fiscal, las inadecuadas relaciones y distorsiones que pueden existir entre el sector estatal y el sector no estatal, todo lo que afecta la tranquilidad ciudadana, y contra los precios abusivos y especulativos”, cual si estas relaciones fraudulentas las hicieran los parvulitos de un círculo infantil y los vejetes de un hogar de ancianos.
Para no mencionar “la soga en casa del ahorcado”, el gobernante ni por asomo se refirió a los apagones, la inflación, la escasez y el hambre que, junto a la falta de libertades, son las causas fundamentales de la intranquilidad ciudadana que agita al país.
Si la memoria de Díaz-Canel funciona con un chip de continuidad de “glorias pasadas”, ¿cómo desconocer los resultados de aquellas acciones y ejercicios que tuvieron lugar en un pasado reciente, ejecutados por militantes del Partido Comunista, integrantes del Ministerio del Interior (MININT) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y “jóvenes promesas de la Revolución y el socialismo” convocados antes por Fidel Castro y luego por sus sucesores con similares fines e idénticos niveles de fracaso?
Lo que vivimos en Cuba la última semana no fue más que la ejecución de otra finta política, una “nueva” cortina de humo ideológica para ocultar los desastres del continuismo castrocomunista, y, estando el régimen al borde del precipicio, prolongar el compás de espera.
¿Acaso no recuerda el gobernante los 28.000 trabajadores sociales que, bautizados como “médicos del alma” por Fidel Castro, convocara el entonces “máximo líder” en octubre de 2005 para extirpar el tumor de la corrupción que había hecho metástasis en los delitos, el desvío de recursos, el nepotismo y otras enfermedades endémicas del socialismo, sin poder evitar que se contagiaran con el mismo virus y terminaran corrompiéndose?
¿Dónde están, qué se han hecho, en cuál país residen hoy, aquellos cientos de militantes del Partido, militares, policías, administrativos de tiendas para el turismo y otros elementos seleccionados por “su sentido de lealtad y de compromiso con la Revolución y el socialismo”, que integraron aquellas “Brigadas de Respuesta Rápida” para luchar contra coleros, revendedores y acaparadores de productos, conformadas en centros laborales, parques y plazas, bajo el sol de la Patria, el ondear de la bandera de la estrella solitaria y las notas del Himno Nacional?
La diferencia existente entre aquellos cubanos que fueron por lana y salieron trasquilados de los que hoy rebosan de compromiso es nula. Ninguna. O, mejor dicho, más de lo mismo: miseria, desarraigo, y otras similitudes en las carencias que, en lugar de hacerlos mejores, los convierte en más taimados, resbaladizos y con mayores recursos para el delito.
Por eso es que no hay dudas de que este ejercicio será una simple fotocopia de los anteriores; en términos periodísticos, un refrito.