Por más que en un momento de postrera lucidez Fidel Castro pidiera que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran utilizados para nombrar instituciones o lugares públicos, sus herederos no pueden permitirse dejar de explotarlo como material de propaganda y aglutinador emocional.
Para sostener el culto a su personalidad, se ultiman los detalles de lo que será el Centro Fidel Castro Ruz. Según Alberto Alvariño, director de la Oficina de Preservación del Patrimonio Documental, tendrá «carácter político, público» y estará «equipado con alta tecnología que estimule la información interactiva», con «énfasis en los niños, adolescentes y jóvenes».
La institución se acondiciona en la manzana formada por las calles A, Paseo, 11 y 13 del Vedado capitalino. La casa principal es una soberbia mansión que perteneció a Lila Hidalgo-Gato, conocida benefactora de la época republicana que poseía, entre otros negocios, el hospital de Rancho Boyeros. El inmueble era conocido por los bailes a los que asistía la clase alta de aquel entonces, eliminada precisamente por la persona cuyo nombre llevará ahora el lugar.
Los Hidalgo-Gato emigraron al triunfo de la Revolución y la enorme vivienda pasó a ser centro de menores del Ministerio del Interior. Ese organismo dejó que el inmueble se convirtiera en una ruina, al extremo de que hubo que clausurar una parte por peligro de derrumbe.
Este antecedente hace más espectacular el resultado visible hoy. La mansión ha sido restaurada hasta el último detalle, recuperando —si no es que superando— el esplendor original. Para gastar en este centro no han importado ni coyuntura, ni pandemia, ni «ordenamiento», ni bloqueo. Los vecinos confirman que desde que comenzaron las obras no ha habido interrupciones.
Aun así, y para no variar, aunque el entonces primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, fue personalmente encargado por Raúl Castro para controlar el cumplimiento de esta «misión», su inauguración, prevista para finales de 2019, lleva más de un año de atraso. El castrismo es incapaz hasta para cumplir con Castro.
Aparte de la restauración pormenorizada y lujosa de la casa principal —ya enorme de por sí—, se han añadido varias edificaciones nuevas en los jardines adyacentes para que la institución cumpla su cometido, que, según Raúl Castro, es una «ardua labor de suma importancia» e incluye cosas como:
—Edición y producción de libros y otras publicaciones; o sea, propaganda y adoctrinamiento.
—Articulación de relaciones de trabajo con otras instituciones nacionales e internacionales vinculadas con la figura de Fidel Castro; es decir, viajecitos al exterior para sus directivos.
—Contribuir al enfrentamiento de las campañas enemigas dirigidas a tergiversar la vida, obra y figura del comandante; de las cuales, a juicio del Gobierno cubano, formarían parte artículos como este.
Cuando en 2016 se «discutía» en la Asamblea Nacional la ley sobre el uso del nombre y la figura de Fidel Castro, Ena Elsa Velázquez, ministra de Educación, dijo: «nunca podremos erigir un monumento en cada lugar donde esté presente la obra de Fidel, porque sería en toda Cuba. Lo que sí podemos hacer es que su legado continúe en los niños».
Aleccionar a las nuevas generaciones es fundamental para la élite gobernante que, a falta de una figura mínimamente atractiva entre los vivos, se aferra a la memoria del finado dictador; aunque, por lo que muestran las estadísticas migratorias, por mucho que despilfarre el dinero del pueblo cada vez tiene menos éxito en eso de adoctrinar a los cubanos. Ya nadie se lo cree.