El centro-derecha: Uno y trino, entre la pelea y el acuerdo
PP, Ciudadanos y Vox, el centro-derecha, la nueva-vieja categoría con tres partidos que deben pactar pero compiten fieramente. De momento, la pugna deja inquietud en el PP
Primera escena. El 18 de junio del año que acaba de terminar, un Pablo Casado con cara de susto y circunstancias, anunció por sorpresa su candidatura a la Presidencia del PP. El aspirante definió así sus objetivos: «Quiero recuperar a los votantes que perdieron la confianza en el PP y se fueron a otros partidos. A los que se fueron a Ciudadanos y a los que se fueron a Vox«. Habida cuenta de que entonces aún no había votantes que se hubieran ido a Vox, cabe decir que, o bien Casado lo veía venir, o bien pudo alentar él mismo -sin querer- deseos en una parte de su electorado.
Segunda escena. En los días previos al Congreso del PP, cuando la batalla se dirimía ya entre Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría, en la cúpula de Ciudadanos hubo un intenso debate acerca de cuál de ellos era el adversario más cómodo para el partido. Mientras que algunos colaboradores de Albert Rivera sostenían que Casado sería más difícil de batir, el líder opinaba lo contrario. Para Rivera, Sáenz de Santamaría -mujer y de perfil centrista- era más competitiva con Ciudadanos. Casado escorará el PP a la derecha y nos dejará libre el centro, le vino a decir Rivera a sus colaboradores.
Ambas escenas han acabado cobrando sentido político en este convulso, excitado, incierto y desconocido comienzo de año. Las elecciones andaluzas han dado lugar a un concepto antiguo, pero nuevo. El centro-derecha como alternativa al Gobierno socialista. El centro-derecha ya no es uno, sino trino. Un sólo concepto político, pero tres partidos distintos. Es un espacio político que limita con la izquierda del PSOE por Ciudadanos y con la derecha más extrema por Vox. Un campo de batalla donde ni se han dado tregua por Navidad.
Pablo Casado logró su objetivo de ser el líder del PP, pero está lejos de conseguir su segunda meta de recuperar los votos de Ciudadanos e impedir la sangría hacia Vox. Las elecciones andaluzas así lo demostraron, si bien la actual dirección del PP presentó los resultados con mucha habilidad, casi contando como propios los votos de Vox y hasta de Ciudadanos. El milagro de la unidad del centro-derecha se apareció la noche electoral, gracias a que Susana Díaz perdió toda posibilidad aritmética de mantenerse en el Gobierno andaluz.
Un mes después de las elecciones en Andalucía, el centro-derecha ha tomado la apariencia de su auténtica realidad. Tres partidos obligados a formar Gobierno para no defraudar las expectativas de cambio, pero que compiten fieramente por el mismo espacio, a seis meses de la triple convocatoria electoral de mayo. Que la unidad del centro-derecha no iba a ser tan fácil, lo ha descubierto esta misma semana Pablo Casado.
No hubo apenas dificultades para el rápido acuerdo PP-Ciudadanos. Pero la tercera parte del concepto centro-derecha, Vox, reclama ahora su lugar bajo el sol de la política oficial e institucional. Sorprendidos de haberse convertido en la llave de Gobierno andaluz, Santiago Abascal y sus colaboradores habían expresado desde la noche electoral su desprendimiento de todos los sillones, prebendas y concesiones. Sólo querían echar a Susana Díaz. Con el paso del tiempo, se lo han pensado mejor y quieren salir de la penumbra. Pertrechados en las redes, Abascal y Vox dieron señales de vida estas Navidades a base de poner a parir a Albert Rivera. Ahora han dado otro paso, sin duda crecidos por los sondeos de las empresas privadas –no del CIS por cierto-, y por el indiscutible protagonismo estelar que han logrado -para bien y para mal- en la opinión pública, publicada, tuiteada y wasapeada. Quieren respetabilidad y una foto con PP y Ciudadanos.
No es difícil imaginar la delectación con la que Abascal debe observar desde sus redes el pánico que despierta en el PP, partido que abandonó tras comprobar que sus posiciones -extremas- no tenían cabida en la formación liderada por Mariano Rajoy. Vox no es un aliado fácil, sino peligroso. Su programa contempla el fin de consensos básicos asumidos históricamente por el PP. Como es el caso de la ley de violencia de género.
La nueva dirección del PP varió la posición del partido en el transcurso de 24 horas, cuando Vox amenazó con reventar las expectativas del cambio en Andalucía. Del mantendremos el pacto con Ciudadanos y no cederemos a las pretensiones de Vox, se pasó de un día para otro a asumir un giro sustancial en la ley de violencia de género. Aunque el cambio real de la ley se presenta como un escenario remoto, la actuación de Casado ha supuesto una convulsión en el PP hasta ahora conocido y reconocible.
El PP que José María Aznar condujo desde la derecha al centro en la década de los 90. El PP de «centro reformista», como le gustaba decir al ex presidente. El PP de la moderación de Mariano Rajoy. El PP, partido de Estado y de Gobierno. Ese PP de siempre no oculta la sorpresa, inquietud y preocupación ante la actuación política de su dirección que aparentemente asume el lenguaje y los conceptos de Vox. El desasosiego del PP puede resumirse así. «La fragmentación del centro-derecha no nos lo pone fácil. Tenemos dos caminos: o reafirmar con todas las consecuencias nuestras señas de identidad de gran partido moderado que quiere representar a la mayoría, o acercarnos tanto en la forma y en el fondo a Vox que acabemos por reforzar al nuevo partido». De momento, parece que Casado es más sensible a las apelaciones a la «derechita cobarde» que le hace Abascal, que a las peticiones de moderación del discurso que le llegan desde muchos ámbitos del PP.
En el centro-derecha uno y trino, no todos los partidos están con los ánimos a la par. Mientras entre los populares cunde la incomodidad, en Vox están encantados de haberse conocido. Y Ciudadanos se escapa libre y cómodamente del dúo PP-Vox, en el convencimiento de que le queda todo el centro-izquierda por ocupar hasta las próximas convocatorias electorales. En las andaluzas, ya le pegó un buen bocado al PSOE.