El chavismo acumula millas de violencia
El régimen de Nicolás Maduro está acumulando millas de violencia. Cree que con las agresiones va a derrotar a Juan Guaidó y a todos los millones de venezolanos que le adversan. No, es todo lo contrario. Lo está ayudando a surgir como un héroe fuera de serie.
Está comprobado históricamente que la víctima del poderoso despierta más empatía y solidaridad que el victimario. La victimización es más rentable políticamente.
Y eso es lo que está ocurriendo entre los dos gobiernos paralelos y antagónicos que mandan en Venezuela desde hace un año: el ilegítimo del usurpador Maduro y el legítimo del presidente interino y de la Asamblea Nacional, el joven ingeniero Guaidó de 36 años.
El primero tiene el poder de las armas y de un Ejército corrupto que lo sostiene en el poder junto a las mafias de criminales narco guerrillas y terroristas mientras que el segundo tiene a su favor nada menos que el 85% de la mayoría nacional y 59 países que lo apoyan internacionalmente.
El régimen de Maduro no pierde oportunidad de atacar y arremeter contra Guaidó y su entorno como ocurrió este martes cuando regresó a Caracas tras cumplir una exitosa gira por las Américas y Europa en la que la comunidad internacional le brindó su reconocimiento y apoyo, incluido el de Donald Trump.
Si el chavismo no hubiera atacado en el aeropuerto caraqueño, a Guaidó no le hubiera pasado nada como lo había prometido el número dos del régimen Diosdado Cabello y no hubiera sido el centro de la atención mundial. La violencia que desataron los “colectivos” paramilitares del régimen, disfrazados de empleados de la sancionada aerolínea Conviasa, le regalaron a Guaidó los titulares de la primera página de la prensa mundial.
El régimen debería haber aprendido la lección desde enero pasado cuando al dar el golpe parlamentario con el nombramiento del vendido Luis Parra catapultó a Guaidó a las primeras páginas de la prensa internacional, saltando las rejas del palacio legislativo. Y ayer fue igual cuando volvió a Caracas tras su gira internacional de tres semanas.
La golpiza que le dieron a Guaidó y su esposa la primera dama Fabiana Rosales, los diputados, la desaparición forzosa de su tío Juan Pablo Márquez al pasar la migración del aeropuerto y los ataques contra los periodistas que fueron a cubrir la llegada al aeropuerto es inadmisible que siga ocurriendo. Al régimen le convendría liberar al tío de Guaidó, que ya lleva más de 24 horas secuestrado.
Los caprichos del número dos del régimen meten en problemas a Maduro y ya es hora de que se pongan de acuerdo y concilien sus planes porque a la hora del cese de la usurpación cada quien mirará por lo suyo donde salvarse y ninguno le dará la mano al otro.
Los periodistas venezolanos fueron el objetivo de los “colectivos” que armados con cuchillos y sustancias tóxicas desplegaron su odio y violencia para rociar a los reporteros en el aeropuerto de Maiquetía. La lista es larga de los afectados.
Nurelyin Contreras, cuya larga cabellera rubia fue arrancada por una chavista rabiosa, fue golpeada y mordida. El ovillo de pelos arrancados es la prueba de la agresión que mostraron en el canal digital Corte de Punto para el que trabaja. Otros periodistas también sufrieron el embate de la violencia chavista y el robo de sus teléfonos y cámaras.
La cuenta de las violentas millas acumuladas del régimen la llevan las ONG y las organizaciones de los derechos humanos. Son miles y miles cada año, que no se olvidan ni prescriben.
A Maduro le conviene abandonar su política de martirizar a los opositores. El ejemplo de que a la dictadura cubana lo ha hecho así y le ha ido bien durante más de 60 años no aplica para Venezuela porque siempre le saldrá uno como Guaidó que le reclame el secuestro de su tío: “Nada nos detuvo a regresar al país, pero retienen a un miembro de mi familia ahora desaparecido por la cobarde dictadura. Maduro es un cobarde que no da la cara ni se atreve a pisar una calle del mundo sin seguridad, arremete contra los demócratas”.