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El ciudadano postotalitario en Cuba: un nuevo estudio de CubaData

El estudio 'Más allá del miedo. ¿Qué está cambiando cuando nada parece cambiar?' descubre la existencia de una 'disidencia latente' en la población de la Isla.

Un cubano ante una valla alegórica a Fidel Castro.

 

¿Qué opina el cubano hoy sobre el acto de protestar? ¿Es consciente del entorno represivo en que vive? ¿Siente empatía por los presos políticos del régimen o prefiere no complicarse con el tema? ¿Expresa una genuina necesidad de cambio o sus preocupaciones van por otro rumbo?

A ello responde el estudio «Más allá del miedo. ¿Qué está cambiando cuando nada parece cambiar?» que el proyecto CubaData acaba de presentar a partir de los resultados que arrojaron las cinco encuestas realizadas entre septiembre de 2024 y enero de 2025 a 1.685 personas residentes en la Isla.

CubaData, creada ante la dificultad de obtener información independiente sobre la Isla, y que aprovecha las nuevas tecnologías para auscultar los deseos, creencias y miedos de los habitantes de la Isla, protegiendo su identidad y bajo absoluta confidencialidad, consigue en este estudio un diagnóstico de la condición política de la Cuba de hoy pese a la complejidad que supone obtener información confiable sobre contextos autoritarios y restrictivos.

Al decir de Karla Velásquez, directora de proyectos de CubaData, la investigación, coordinada por el doctor Arístides Alfredo Vara-Horna, tiene como su principal aporte «mostrar la complejidad de la subjetividad política cubana: no se limita a la dicotomía entre ‘apatía’ y ‘resistencia’, sino que revela un entramado más sutil de percepciones, actitudes y emociones».

Según señala, «Más allá del miedo…» es, aparte de «un hito en el esfuerzo por comprender la vida social y política en Cuba desde las voces de sus propios protagonistas», un trabajo que se sirve de la evidencia empírica y de la combinación de técnicas innovadoras de recolección de datos, triangulación y validación estadística, «para reflexionar sobre los retos y las oportunidades de construir una ciudadanía más activa y consciente».

El estudio tiene por centro el intento por explicar «cómo están cambiando las formas en que las personas piensan, sienten y actúan frente a la política, la economía y la vida social en Cuba».

Entre sus hallazgos están detectar el aumento de la desconfianza hacia las instituciones del Estado cubano; la fragmentación de las ideas políticas; el crecimiento del emprendimiento como forma de autonomía, y la existencia de nuevas maneras de expresar agencia política sin llegar a la confrontación directa con las autoridades.

«Los resultados muestran una crisis sostenida de legitimidad del Gobierno, junto con una creciente distancia emocional e ideológica frente al relato oficial. Aunque las protestas abiertas siguen siendo poco frecuentes, existe un estado extendido de disidencia latente, donde muchas personas expresan su malestar a través de gestos cotidianos y persistentes: apoyan a causas sensibles como la de los presos políticos; usan las redes sociales para informarse fuera del control estatal y construyen pequeñas comunidades críticas, a pesar de desconfiar tanto de los medios oficiales como de los independientes», apunta CubaData.

El estudio enfatiza que la ciudadanía cubana «vive una transición subjetiva no lineal: la disidencia no siempre se ve, pero está presente en emociones, vínculos y decisiones cotidianas. En este contexto, las pequeñas acciones de autonomía, los gestos de cuidado mutuo y el malestar contenido pueden ser claves para imaginar formas nuevas de cambio democrático desde abajo, sin necesidad de grandes rupturas. Esta disidencia latente, aunque muchas veces silenciosa, representa una reserva de energía política que podría convertirse en fuerza transformadora si se crean condiciones de seguridad, confianza y articulación colectiva».

La investigación de CubaData se sirvió de la recolección de datos vía digital mediante encuestas autoadministradas, aplicadas durante cinco meses, y que arrojaron 2.200 respuestas cada una, lo cual permitió dar seguimiento al sujeto encuestado a lo largo de un periodo de tiempo.

Todos los consultados son adultos, que participaron de forma voluntaria, anónima y protegida mediante protocolos de doble cifrado, el 61,5% de ellos hombres y el 38,5% mujeres, con edades entre los 19 y los 88 años, y residentes en todas las provincias del país, aunque con una mayor representación de habitantes de La Habana (18,9%), Holguín (13,6%), Santiago de Cuba (11,5%) y Villa Clara (10,1%).

Los autores del estudio enfatizan que la «disidencia latente» que detectan entre los cubanos de la Isla «no es simplemente un nuevo nombre para un concepto existente, sino una herramienta analítica para describir un estado del ser político: una forma crítica, emocionalmente cargada y prácticamente encarnada de habitar un régimen autoritario, cuya complejidad y riqueza exceden la noción de una simple preferencia oculta».

Lo anterior lleva a concluir que la sociedad cubana vive «en transición subjetiva, lejos del imaginario oficial de homogeneidad ideológica y pasividad ciudadana. La ciudadanía no está inmóvil: está fragmentada, crítica y en búsqueda de autonomía, desplazándose entre la cautela, la resignación estratégica y nuevas formas de agencia cotidiana».

Además, precisa que aunque los cubanos no decidan protestar públicamente en masa, «el malestar con el régimen es amplio, persistente y multiforme: desconfianza institucional, desafección hacia el relato revolucionario, uso selectivo de redes sociales, expansión del emprendimiento como vía de autonomía, y solidaridad emocional con causas sensibles, como la de los presos políticos».

«A ello se suma una percepción extendida de abandono estatal, evidenciada por la informalidad y la inequidad en el acceso a servicios esenciales, como la salud, que ha erosionado el contrato social incluso entre quienes no se alinean con discursos disidentes», añade.

CubaData enfatiza que en un contexto como el cubano no debe idealizarse a la ciudadanía, sino entender a partir de lo que denomina «una lectura sensible del entorno» cómo el miedo opera «como racionalidad adaptativa», para a partir de esa comprensión «validar la agencia cotidiana y construir caminos de cambio desde las grietas de lo posible. El cambio en Cuba ya no se expresa en grandes relatos revolucionarios, sino en la suma de pequeñas disidencias que, juntas, pueden redibujar el futuro político del país».

Por último, «Más allá del miedo…» identifica cuatro oportunidades estratégicas para fortalecer la agencia de la ciudadanía. Son ellas «expandir redes de apoyo comunitario, base clave para la organización colectiva y la protección mutua»; «visibilizar causas sensibles, como la de los presos políticos, desde enfoques empáticos y no ideologizados»; «crear espacios de expresión protegida, online y offline, que permitan canalizar el disenso sin exponerlo», y «fortalecer el emprendimiento como vehículo de autonomía económica, simbólica y política».

«La Cuba contemporánea no está dormida: está gestando nuevas formas de ciudadanía crítica, silenciosas pero contundentes, que reclaman ser comprendidas, acompañadas y potenciadas», finaliza el estudio.

 

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