El Congreso impide a Castillo salir de Perú por “riesgo de fuga”
El presidente, cercado por los escándalos, no podrá asistir a la toma de posesión de Petro en Colombia
Pedro Castillo comprobó este jueves que es un presidente maniatado. El Congreso peruano le negó el permiso para salir del país por el “riesgo de fuga” ante las cinco investigaciones que la Fiscalía sigue sobre su gestión en el Gobierno y la participación de familiares y allegados en presuntos casos de corrupción, una decisión sin precedentes que vuelve a poner de manifiesto la magnitud de la crisis política peruana y el descrédito del mandatario.
Castillo tenía previsto asistir entre el próximo 6 y 8 de agosto en Bogotá a la juramentación de Gustavo Petro como nuevo presidente de Colombia, por lo que había solicitado la preceptiva autorización del Legislativo para abandonar el territorio nacional. Pero, en un nuevo capítulo de sus diferencias con los congresistas, la mayoría de ellos (67) le negaron el permiso.
La congresista Adriana Tudela, portavoz de la bancada opositora de Avanza País, expresó las razones de la negativa: “La evidencia e indicios que implican al presidente en actos de corrupción son abrumadores y abundantes. En ese contexto, el peligro de fuga se vuelve más real”.
El fujimorista Héctor Ventura se preguntó en el hemiciclo: “¿Un presidente con cinco investigaciones ante el Ministerio Público, tres de ellas por actos de corrupción, va a representarnos de manera internacional?”.
Castillo criticó en su cuenta de Twitter la decisión. “Lamento que, de forma inusual y prepotente, el Congreso me impida asistir a un acto protocolar internacional”, afirmó. Para Castillo, su ausencia en la juramentación de Petro “mella los lazos democráticos” de Perú con la vecina Colombia.
Solo unas horas antes de recibir el nuevo revés del Congreso, Castillo había tenido que comparecer ante la fiscal de la nación, Patricia Benavides, para responder en uno de los casos en los que está implicado, el de las supuestas irregularidades en los ascensos en la cúpula militar. La fiscal investiga si Castillo, su exministro de Defensa y su exsecretario, formaron una trama para colocar a militares leales en lo más alto del escalafón y cobrar por ello.
La Fiscalía mantiene abiertas otras cuatro investigaciones, entre ellas una que salpica a la esposa y la cuñada del presidente por presunto tráfico de influencias en la adjudicación de obras estatales. El caso más avanzado es el que investiga una supuesta red para adjudicar proyectos de infraestructuras a compañías chinas a cambio de pagos ilícitos.
Ante este panorama, algunos congresistas ya trazan paralelismos entre el viaje frustrado de Castillo a Colombia y el abrupto final de la presidencia de Alberto Fujimori en 2000. Fujimori aprovechó uno de sus viajes oficiales para marcharse a Japón, y enviar su carta de renuncia, escapando así a la acción de la justicia peruana, que no pudo echarle el guante sino años después.
Al contrario que a Fujimori, a Castillo no se le imputan delitos de sangre ni violaciones de los derechos humanos, pero las investigaciones de la Fiscalía y su falta de explicaciones a la opinión pública han malogrado el discurso de líder honesto que acabaría con la corrupción generalizada con el que concurrió a la campaña.
Las últimas noticias para Castillo llegan además en un momento en que se recrudece la inestabilidad en que ha instalado al país. La dimisión hace pocos días del primer ministro, Aníbal Torres, obliga a una nueva recomposición del Ejecutivo. Será su quinto gabinete en el poco más de un año que Castillo lleva en la presidencia.
Torres deja el cargo marcado por sus constantes enfrentamientos con los medios de comunicación e intervenciones desafortunadas como aquella en la que elogió a Hitler. El veterano Torres era uno de los últimos supervivientes del primer gobierno de Castillo y deja ahora la escena política para retomar su labor como profesor de Derecho en Chota, la provincia de la que también es oriundo Castillo. Se espera que los nuevos ministros asuman esta noche. Nadie apuesta a que vayan a devolver la calma a la política peruana.