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El derrumbe y la implosión

La coalición oficialista que competirá en la primera vuelta en noviembre próximo será una que estará dominada sin contrapeso por el Partido Comunista.

 

La escena del domingo recién pasado en el Teatro Caupolicán no pudo ser más decidora. Fue casi como si hubiera estado dispuesta con antelación. Jeannette Jara debutaba como la recién elegida candidata presidencial de la izquierda ante un enfervorizado público -se celebraban los 113 años del Partido Comunista-, rodeada de banderas rojas con el martillo y la hoz, el más reconocible estandarte de su partido, y de los símbolos más icónicos de la izquierda chilena desde que se tiene memoria.

Allí no había signo alguno del llamado Socialismo Democrático, o eso pareció, ni mayores referencias al competidor político cuya inapelable derrota en la primaria lo ha dejado al borde la inanición.

El oficialismo, no hay como llamarse a engaño, se ha teñido de rojo, no solo porque la candidata comunista ha triunfado holgadamente, sino que por el derrumbe, por un lado, del Socialismo Democrático, cuyo peso en la coalición se va aligerando a ojos vista, y por el otro, la no menos vistosa implosión del Frente Amplio. El efecto devastador para la centroizquierda del resultado de la primaria -refrendado en las encuestas que se han conocido con posterioridad a ese acto electoral- ha reconfigurado radicalmente el mapa político del progresismo (como gusta referirse a sí misma la izquierda chilena).

En efecto, la coalición oficialista que competirá en la primera vuelta en noviembre próximo será una que estará dominada sin contrapeso por el Partido Comunista. ¿Cómo podría esperarse otra cosa? No tienen base las suposiciones en cuanto a que los partidos del Socialismo Democrático podrían imponer sus puntos de vista en el programa que se someterá a consideración de los electores, los que por lo demás dejó de defender con tenacidad y ahínco desde que el estallido social puso en duda sus convicciones políticas. No, lo que es dable esperar es que se impongan los puntos de vista del ganador, sobre todo cuando triunfa con holgura. Así funciona la política.

También, la política  indefectiblemente le pasa la cuenta a quienes abandonan sus principios y reniegan de sus logros, quizás los de mejor presentación de que disponga un sector político en Chile, los llamados “30 años”, buena parte de los cuales la Concertación lideró con virtuosismo. Cuando un activo político de esa envergadura y calidad se pone en tela de juicio y, peor aún, cuando se desdeña, se paga un alto precio en las urnas y se pierde el peso político indispensable para influir en las principales decisiones que dicen al desarrollo del país. Era del todo previsible, pero como afirmó alguna vez Andrés Allamand, la política es sin llorar. Mientras el comunismo sonríe a sus anchas.

 

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