Con el propósito de montar cuanto antes su circo electoral, Daniel Ortega puso en práctica, una vez más, sus acostumbradas maniobras. Ya sabemos cuáles son sus tácticas favoritas: ganar tiempo; llevar los asuntos claves al borde del abismo; y embestir, mientras no encuentre resistencia, para jugar después a los hechos consumados. De este modo estrecha espacios, limita opciones y acalambra adversarios. Por décadas, estás tácticas le han dado resultado.
En efecto, como en los últimos meses no tuvo presiones externas ni internas, dejó correr el tiempo mientras aprovechaba para imponer un conjunto de leyes de corte fascista. Ahora, contra el cacho, convocó a la elección de magistrados al Consejo Supremo Electoral (que tienen más de dos años con período vencido) y presentó un proyecto de ley, con al menos seis meses de rezago, que restringe aún más las condiciones para elecciones democráticas.
Evidentemente, los andamios que el dictador intenta ensamblar son, por un lado, imponer un Consejo Supremo Electoral con sirvientes fieles a sus designios, adornándolo con uno que otro opositor de mentira, cómplice de verdad. Por otro lado, pretende imponer una ley electoral que es un cuchillo en la yugular de precandidatos y de organizaciones opositoras. Si no percibe resistencia, la dejará tal como la presentó. Si percibe obstáculos, hará una concesión por aquí y otra por allá, en función de la intensidad de la resistencia. O concesiones reales si el asunto se le pone serio. En cualquier caso, impulsará maquinaciones para confundir o distraer a la comunidad internacional y lanzará operaciones efectistas para dar excusas a quienes siguen empeñados en prestarse al circo electoral. Por ejemplo, excarcelar rehenes políticos.
No habrá que esperar mucho. En las próximas semanas conoceremos el marco electoral que regirá para noviembre del 2021.
¿Una ventana de oportunidad?
Sin embargo, por ahora, no todo es blanco y negro: Al pretender cerrar la puerta, el portazo fue tan fuerte que asustó hasta a los más aguados y así, imprevistamente, abrió una ventana de oportunidad para que tanto los actores políticos locales como la comunidad internacional puedan dar pasos acelerados para entorpecer los designios del dictador.
Se trata de una ventana pequeña, efímera y volátil, pero de que es una oportunidad, es una oportunidad. La indignación y el temor se conjugan para posibilitar la defensa colectiva y colocar la racionalidad por encima de intereses y sectarismos.
Podríamos resumirlo en una frase: Oportunidad para concertar y oportunidad para conectar.
Tiempo de concertar
Oportunidad para concertar entre las fuerzas políticas que aspiran a representar a la oposición nicaragüense. Hasta ahora, no se habían podido poner de acuerdo ni siquiera en las condiciones electorales indispensables para propiciar elecciones libres, justas, competitivas, observadas y legítimas. Los precandidatos presidenciales dieron un primer paso al suscribir un sólido pronunciamiento de rechazo al proyecto de reformas electorales, con razones y argumentos esclarecedores. También debemos reconocer el paso que dieron las principales organizaciones opositoras al emitir una declaración de rechazo, en el mismo sentido que los precandidatos.
¿Que es muy poquito? Sí. Pero hay que arrancar de algún modo y por algún lado. ¿Que es tarde? Sí. Han desperdiciado demasiado tiempo. Pero todavía no es demasiado tarde.
No obstante, serían pasos insuficientes y estériles si no logran eslabonar rápidamente otros pasos. Hay dos al alcance: presentar candidaturas de consenso al Consejo Supremo Electoral, es uno. No se puede dejar lugar al pretexto de que no se presentaron candidaturas.
El otro paso es urgir a la Secretaría General de la OEA que, cuanto antes, cumpla la encomienda de presentar un informe sobre la situación actual, en el marco de la resolución adoptada por la Asamblea General sobre Nicaragua. Y urgir también al Consejo Permanente para considerar y debatir ese informe, y el que pueda presentar, si fuera posible, el Grupo de Trabajo que en su momento estructuró el Consejo Permanente.
Lo que debe resultar claro a Ortega es que los resultados de un circo electoral no serán reconocidos como legítimos por la comunidad internacional. Un mensaje en este sentido corresponde demandar a las autoridades de la Unión Europea.
Si las organizaciones opositoras logran avanzar, quedarán en mejores condiciones para dar otros pasos más sustantivos, principalmente sobre un método compartido para elegir la fórmula presidencial y candidaturas a diputados. Y para librar nuevas batallas frente a la dictadura.
De eso hablamos cuando decimos que es tiempo de concertar.
Tiempo de conectar
Pero también decimos que es tiempo de conectar.
El mayor problema en la lucha en contra de la dictadura es la distancia que existe entre la inmensa mayoría de los nicaragüenses que nos oponemos a Ortega, y las organizaciones que aspiran a representarnos. Según las encuestas, al menos el 75% de los nicaragüenses se opone a Ortega, pero solamente el 10% respalda a las organizaciones que se declaran opositoras y esto que sumándolas a todas.
La conmemoración del tercer aniversario del estallido de las protestas de abril mostró, a lo interno y a lo externo, que el ímpetu de hace tres años sigue vibrando. La dictadura con su represión solamente ha logrado contener, pero no abatir el anhelo de cambio, ni doblegar las banderas de libertad, justicia y democracia.
El gigantesco despliegue de las fuerzas represivas precisamente es evidencia fehaciente de los temores del régimen ante el generalizado descontento y rechazo popular.
Este tercer aniversario crispó sensibilidades y renovó ánimos. Esta crispación ofrece también un momento propicio para que organizaciones y liderazgos intenten sintonizar con el sentimiento popular, ganar confianza y estrechar la distancia hasta ahora existente. Si logran ponerse a la altura de las circunstancias, pueden lograrlo. Las iniciativas y los procesos políticos también encierran un componente de emotividad.
De esto hablamos cuando hablamos de conectar.
Concertar y conectar, señores. Hay una ventana de oportunidad. Ni es muy grande, ni hay mucho tiempo. Con sensatez, diligencia y generosidad pueden aprovecharla.
Por supuesto, si se imponen la mezquindad y la miopía, también pueden malograrla.