El director de la RAE: «Es falso que la Academia haya reconocido la palabra ‘cocreta'»
Ser director de la RAE se ha convertido en un trabajo controvertido. El actual responsable de la Real Academia, Darío Villanueva, está «curado de espanto» y dispuesto a dar guerra a quienes pretenden que se retiren del diccionario palabras o expresiones que consideran inconvenientes.
¿Cuándo comenzó a ser polémica la RAE?
La Academia se creó en 1713 y en 1715 ya hubo polémica. Una de las primeras fue porque algunos aducían que sólo debía haber académicos procedentes de Madrid y de Castilla, ya que entendían que la pureza de la lengua estaba en la metrópoli y en el centro. Estamos muy acostumbrados a las polémicas.
¿Usted está vacunado?
Pues sí. Estoy curado de espanto y ya nada me quita el sueño. Pero las polémicas tienen un lado positivo, demuestran que la Academia es una referencia, algo que tiene vida, que no está fosilizado.
¿Qué es lo que más quebraderos de cabeza le da?
Lo que genera más conflictividad es la corrección política: grupos y personas que piden, con frecuencia de manera agresiva, que se quiten del diccionario palabras que consideran inconvenientes. Eso es algo que jamás vamos a hacer, jamás censuraremos el diccionario, y la corrección política es una forma posmoderna y perversa de censura. La censura ya no la ejerce el Estado, la Iglesia o un partido, sino esa entidad etérea de lo políticamente correcto.
¿El diccionario seguirá recogiendo «sexo débil» o «mujer pública»?
El diccionario pretende ser útil para comprender el castellano desde el año 1500 hasta ahora, de manera que alguien que lea una obra literaria del siglo XVIII y encuentre una palabra que ya no se usa, vaya al diccionario y éste le resuelva la papeleta. Por eso «mujer pública» o «sexo débil» seguirán en el diccionario.
¿Las palabras están cargadas de política?
Sí. La política, si no quiere recurrir a la violencia, tiene que recurrir a la convicción, y se convence a través de palabras. Lo social, y en consecuencia lo político, está en el fundamento y en la base de la lengua.
Dicen que el castellano invisibiliza a las mujeres…
No, no las invisibiliza. Sólo lo hace en lo que se refiere al uso del masculino como genérico no marcado. Pero en todo lo demás no las invisibiliza. Hay cientos, miles de palabras que definen a la mujer, las condiciones de la mujer, las circunstancias de la mujer…
¿Nada de miembros y ‘miembras’, de portavoces y ‘portavozas’?
Si aceptamos miembros y miembras y nos ponemos rigurosos, a partir de ese momento a los brazos habría que llamarles miembros y a las piernas, miembras. La lengua es un ecosistema y si alteras un aspecto del sistema, alteras todo él y tienes que ser coherente con esa alteración. La gente se cree que en cuestiones de lengua uno puede decretar y que las cosas cambien mañana. No es así: las lenguas resultan de la decantación de siglos. Es una cosa muy seria, no podemos frivolizar con ella.
La palabra «heteropatriarcado» no está en el diccionario. ¿No le parece que define una realidad?
Sí. «Heteropatriarcado» es una palabra que tiene su significado, que nace de una reflexión social que hace 50 años no se hacía, que obedece a una realidad y que se está utilizando, yo mismo la uso. Además, es una palabra con una construcción perfecta. La palabra está recogida, documentada y entrará en el diccionario en cuanto la Academia considere que cumple con los dos requisitos fundamentales para ello: frecuencia de uso y dispersión en su uso.
¿Le ofendería que alguien le llamara «caranchoa»? Han absuelto de un delito de injurias al youtuber que grabó un vídeo llamado Caranchoa a un mensajero con el argumento de que ese término no está reconocido por la RAE.
A mí me han llamado cosas mucho peores, así que si me llaman «caranchoa» no me sentiría especialmente agredido. Efectivamente, en el diccionario no está la palabra «caranchoa», igual que no están otros muchos insultos. Como le decía, en el diccionario sólo entran las palabras que se usan frecuentemente y de manera dispersa.
¿De dónde viene el mito de la «cocreta»?
No lo sé, es una leyenda urbana. A mí me desespera: en todas las conferencias que doy, sin excepción, siempre hay alguien que en el coloquio final me pregunta sobre la dichosa «cocreta», generalmente increpándome. Es falso que la Academia haya reconocido la palabra «cocreta», es una fake news.
Pero en el diccionario sí que están «almóndiga», «crocodilo», «murciégalo»…
Claro que están. «Almóndiga» es como se denominaba inicialmente ese producto alimenticio, que luego evolucionó a «albóndiga». «Crocodilo» era la denominación exacta etimológica del bicho, lo que ocurre es que, como tenía difícil pronunciación, se simplificó. Y con «murciégalo» se produjo lo que en lingüística se llama una metátesis, una alteración del orden de las sílabas.
¿Echa mano de vulgarismos?
De vez en cuando, de alguno.
¿Escribe «güisqui» o «whisky»?
Soy muy disciplinado con la ortografía y escribo «güisqui». Pero más que escribir «güisqui», lo que hago es beberlo, y eso no me plantea ningún problema.
¿Qué no soporta?
La pérdida del valor impersonal del verbo haber. Lo correcto es decir «Hubo muchos muertos en el accidente» y, sin embargo, se está generalizando «Hubieron muchos muertos en el accidente».
¿Cuál es el mayor error que ha cometido la RAE?
Haber rechazado en el siglo XIX a las mujeres. A las primeras mujeres en condiciones de ser académicas, como Gertrudis Gómez de Avellaneda o Emilia Pardo Bazán, les dio con la puerta en las narices. Ése es el mayor error que ha cometido la Academia y que ahora hay que tratar de enmendar. Ahora, en la RAE hay ocho mujeres, seis han sido elegidas en los últimos siete años.