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El dolor que carga la nueva canciller Claudia Blum

Las Farc asesinaron a su papá en su finca en el Valle y sin embargo tuvo la entereza de mirar a los ojos a Manuel Marulanda en los diálogos del Caguán

Lo más difícil para Claudia Blum fue mirar a los ojos a Manuel Marulanda Vélez, el comandante de las FARC, el grupo guerrillero que había asesinado a su padre 17 años atrás, en la finca familiar Flores Amarillas en la zona de Pradera en el Valle del Cauca. Claudia Blum había sido elegida senador por el Partido Liberal y formaba parte de la Comisión de paz del Congreso junto a Juan Manuel Ospina y Roberto Camacho. Los diálogos de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana estaban en pleno arranque y el 28 de abril de 1999 la comisión viajó a San Vicente del Caguán en un avión de la Fuerza Aérea para desplazarse luego a Los Pozos.

Claudia Blum asumió el riesgo, más emocional que físico, en cuanto viajaba en misión oficial. Sin embargo cuando aterrizaron en San Vicente, los congresistas se percataron que estaban solos, sin policía ni ejército; en representación del gobierno nacional estaba el Comisionado de paz Victor G Ricardo. Recorrieron unos cuantos kilómetros para terminar frente a frente con Manuel Marulanda Vélez, Jorge Briceño, el Mono Jojoy e Iván Rios.  Entonces recordó el dolor.

El 27 de octubre de 1982 Claudia Blum tuvo un mal presentimiento y le pidió a su papá tomar precauciones  para viajar a Flores Amarillas, su finca en una suave ladera del pie de monte de la Cordillera Central en la vereda Aguaclara en la carretera que va de Palmira a Pradera. Harold Blum era una persona recia al que nada ni nadie lo intimidaba nada, ni siquiera la muerte de su amigo y socio en  una empresa arrocera, Tory Castro, quien había sido asesinado en un intento de secuestro, también en el Valle. Tampoco las continuas amenazas y sobornos de la guerrilla en la zona donde todos los finqueros vivían ahogados: “Uno no puede dejar que lo intimiden –le respondió- acá nadie va a pagar boleteo”.

En Flores Amarillas Blum tenía un hato de vacas lecheras, pero también corderos y cerdos y decenas de mascotas entre los que se contaban micos exóticos y papagayos, caballos, recuerdos dulces y nostálgicos que Claudia Blum tiene clavados en su memoria como lo relata en su libro «Mi vida». –  Los domingos la familia entera se reunía alrededor del patriarca, donde no faltaban la conversación de política nacional. No confiaba en la decisión del recién posesionado presidente Belisario Betancur de entablar diálogos con las guerrillas del  M-19 y las Farc, que consideraba ingenuo y casi premonitorio de que las cosas saldrían mal.

El mal presentimiento la rondaba sin dejarla concentrar en el trabajo combinado que tenía como psicóloga de lnstituto Nacional de Educación Media, -INEM- y la redacción del periódico El Pueblo, una iniciativa impulsada por su tio político Luis Carlos Londoño Iragorri, y dirigido por Felipe Lleras Camargo, para equilibrar las cargas políticas en la región, como prensa liberal, frene al tradicional periódico conservador de la familia Lloreda.  La voz de su esposo Francisco Barberi al otro lado de la línea del teléfono, confirmó su premonición:

-Claudia, a su papá le pasó algo muy grave, unos hombres lo atacaron en Flores Amarillas

-¿Cómo así que lo atacaron? ¿Dónde está mi papá?

La angustia fue tan grande que se tragó la respuesta de su esposo. Tomó su auto y fue hasta la Plaza Caicedo donde trabajaba su hermana Liliana. Angustiadas encendieron la radio y escucharon las noticias:

Cerca de las diez de la mañana el industrial y ganadero caleño Harold Blum fue ultimado a tiros a la salida de su hacienda en Palmira, en un intento de secuestro por parte de una cuadrilla de las Farc…Harold Blum deja a su esposa, Lily Capurro y a sus tres hijos, Harold, Liliana y Claudia.

En ese momento todo se le vino como una avalancha a la mente, las tarde en Flores Amarillas enseñándola a amansar a los caballos más fogosos, el orgullo que sentía al ver que era una profesional ejemplar. La impresionó que el tono de la noticia fuera tan plano, tan frío. ¿Cómo el locutor no se doblegaba ante tanto dolor?

Lo primero que quiso saber Claudia Blum era la verdad y pudo reconstruirla gracias a Medicina Legal y a la Unidad Investigativa del diario El Pueblo, donde dirigía la revista cultural Contrastes:

Harold Blum salía de Flores Amarillas rumbo a su otra finca, Los Lagos, cuando encontró el portón cerrado. Se bajó para abrirlo y en ese momento siete hombres armados se acercaron hasta él. Se devolvió corriendo al campero buscando su pistola, alcanzó a sacarla de al lado de la palanca de cambios donde la tenía guardada, incluso alcanzó a disparar una vez pero los guerrilleros le dispararon en la espalda y en un brazo; lo tiraron en la parte de atrás del campero y tumbaron el portón de hierro con el carro. Avanzaron hasta un paraje a unos 10 kilómetros de la finca, en el corregimiento de La Buitrera. Allí dejaron que se desangrara. En ese lugar, en la vía que va a Palmira, lo encontró la policía.

Una tragedia que la ha marcado. Con la misma firmeza que acompañó a Andrés Pastrana, a quien le aceptó la invitación a conformar las listas al Senado de la Nueva Fuerza Democrática y con quien se estrenó en la política nacional porque ya había sido concejal de Cali, en su intento por lograr una negociación de paz con las Farc en 1998, no dudó en entender, ante el fracaso del Caguán que había llegado la hora de la mano dura. A las Farc había que combatirlas con toda las fuerzas del Estado. Y fue así como se unió desde el Congreso a la candidatura a la presidencia del entonces desconocido nacionalmente gobernador de Antioquia Alvaro Uribe Velez y se convirtió en su escudera mayor. Concluido su período en el Congreso fue su embajadora ante Naciones Unidas en Nueva York. Y no dudó ahora en romper su reposo en Cali para responder al llamado a ser canciller de Ivan Duque, o mejor del Presidente Uribe.

*Información tomada de la autobiografía de Claudia Blum Mi vida

 

 

 

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