Democracia y Política

El Duque

Con señorío apacible, el presidente Duque se retira a sus cuarteles de invierno. Fue nuestro, en cierto modo: venía de las batallas ganadas (y más tarde perdidas) contra los proyectos de Santos. Era la continuidad; la izquierda política, derrotada por el no rotundo ciudadano, no le perdonó en sus cuatro años de gobierno el haber triunfado, el haber llegado a la cima del poder en juventud y de la mano de quien se fue convirtiendo en el más controvertido jefe político de nuestro tiempo. Había sido considerado “el irreemplazable”, en épocas de bonanza.

Duque no hizo nada malo, pero sí algo bueno y muy importante. Seguimos creyendo que nadie, mejor que él, hubiera podido sortear la calamidad de salud pública que sobrevino durante su mandato. Todas las tardes decía: “Nos acompaña el señor ministro de Salud, doctor Fernando Ruiz”, y este, más tranquilo aún, ilustró los caminos, trabajó con apenas tiempo para domeñar su cabello y convencer a la opinión de su sincero interés público.

De la caída económica propia de ciudades cerradas por meses, del desempleo altísimo, de la mortandad inevitable, de la pérdida entre estos muertos de su ministro de Defensa, de los altos costos de los implementos de salud y de vacunación que se pensó no llegarían oportunamente, levantó al país con una sorpresiva reactivación económica. Nada se le reconoce hoy en día y sólo le caen los improperios de una pretendida y nueva revolución en marcha que hoy asume el poder, apoyada en el desconocimiento de quien será reconocido más tarde, como un hombre firme y apacible.

Falló posiblemente en algunas cosas. Nadie está autorizado para juzgar, en especial cuando las fallas son menores o en asuntos de buen gusto, sobre los cuales no hay nada escrito. Su gran entusiasmo por Guaidó, que compartimos muchos (con decir que Estados Unidos aún lo tiene como presidente de Venezuela), lo llevó a tirarle alfombras en la selva profunda; asuntos menores y de moda en la Casa de Nariño, con todo respeto, no llegaron al extremo de presentarse el mandatario a recibir credenciales de presidente en bluyín y tenis, lo cual por ser popular y de apariencia extrema no se critica.

Frente a una inoportuna reforma tributaria y en agitación provocada, un mal manejo policial (profanos somos en estos temas) llevó a tremendas consecuencias en vidas y lesiones. Está por verse quién responde por la juventud cuando el riesgo es provocado por extremistas, que juegan a que se produzcan resultados imputables a un Gobierno y si los temibles escuadrones antidisturbios son o no son imprescindibles. El nuevo Gobierno dará luz sobre el tema.

Pasará este de Duque como otros gobiernos de derecha, infamado injustamente por una historia sesgada. Pero ya se puede comenzar a escribir la de la administración que comienza, con signos a favor y luces verdes.

 

 

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