El elefante vs. el mamut
LA HABANA, Cuba.- Cualquier acción que emprenda el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es criticada por los medios castristas de forma despiadada. En sus recientes viajes a Puerto Rico y Las Vegas lo han hecho ver como un elefante en medio de una casa de cristal: si visita el lugar de los hechos es malo, y si no asiste por cualquier motivo, peor.
Sin embargo, en favor de Trump (sin que sea un cumplido o una forma de defensa) habría que decir que al menos se ocupa, porque su “homólogo cubano”, Raúl Castro, ni eso. No se puede comentar algo, ni bueno, ni malo, porque un mes después del paso del huracán Irma, al General no se le ha visto por ningún lugar, llevando al menos la “solidaridad” de que tanto se habla a los damnificados.
También habría que decir que no ha dado opinión alguna sobre el “conflicto auditivo” con los diplomáticos americanos. Las caras visibles han sido las del Ministro de Relaciones Exteriores y la Negociadora, la señora Josefina Vidal. No obstante, su hija Mariela se encarga de llenar algunos de sus vacíos, a través de las redes sociales, o formando parte de la Presidencia de cualquier evento que se haga en el país, ya sea nacional o internacional. No sucede lo mismo con el resto de la familia. Su hijo Alejandro Castro Espín se mantiene detrás del escenario, aunque moviendo los hilos de los títeres, y su exyerno, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, se empeña en terminar de destruir la economía, a su vez bajo anonimato.
No obstante, es difícil escuchar a alguien haciendo un parangón entre Donald Trump y Raúl Castro; es tan grande la manipulación al pueblo que muchas personas le echan la culpa al Presidente de Estados Unidos de lo que está sucediendo en la Embajada con la suspensión de visas. En los primeros días en que la situación se puso muy difícil, pude escuchar –escurrida entre las personas que allí se encontraban- a un joven que exclamó: ¡Deberían matar a Trump!
Es difícil de entender cómo ha crecido ese odio que se ha inyectado en los cubanos por el inquilino de la Casa Blanca, pero si usted analiza las afectaciones que han sufrido algunas personas, se da cuenta que todo está relacionado con el aspecto material. Familiares reclamados de residentes y ciudadanos americanos que tenían pendiente la entrevista se anticiparon a vender sus propiedades personales, pensando que en uno o dos meses podría salir del país y ahora se encuentran con esta situación. Y hay daños colaterales, como por ejemplo los que llenaban planillas por 20 CUC en las casas alrededor de la Embajada e incluso los que cuidaban los bolsos y tenían servicio de baño.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, en su conferencia de prensa, se atrevió a hablar de la afectación a la “reunificación familiar”, pero lo que no dijo fue que si el régimen del cual es miembro no hubiera destruido la familia cubana desde el mismo momento que tomó el poder, no habría necesidad de volverla a unir. Tampoco contó que con un solo empleado en el consulado en Washington, las dificultades son muchas, porque para que un cubano que resida en Estados Unidos pueda visitar Cuba tiene que pedir un permiso y pagarlo. Incluso, si es ciudadano americano, tiene que sacar un pasaporte cubano.
Si se hiciera una lista de los problemas que sufre el pueblo cubano, ¡ni idea de la cantidad de páginas que habría que utilizar! Baste con recordar que existen dificultades con la vivienda, el transporte, las medicinas, los hospitales, las escuelas, la comida, la recreación, en fin. Es como el efecto del Rey Midas después de haberse bañado en el río Pactolo, aunque en este caso todo lo que toca no se convierte en oro, sino que se pudre.
Pero hasta ahora todo esto se ha soportado, en particular, porque el pueblo ha perdido su identidad, la capacidad de elegir entre la verdad y la mentira, el principio filosófico de “aquello que es, es; lo que no es, no es”.
Es un pueblo sometido.
Al régimen, en estos momentos en que el panorama social, económico y político es muy gris, no lo apoyan ni sus propios dirigentes. Pero antes de los ataques a los diplomáticos muchas personas se adaptaban a “vivir” así, porque tenían la esperanza de viajar a Estados Unidos a reunirse con sus familiares y comenzar un nuevo camino, otros incluso, se conformaban con ir de visita 2 o 3 meses. Considerando que se ha perdido esa ilusión, las cosas difíciles que tenemos que soportar en el día a día sobre nuestros hombros se harán más pesadas.
¿Tendrá el régimen cuidado en no subir la llama a la olla de presión, buscando evitar que se produzca un estallido social? Está servida la mesa.