LA HABANA, Cuba. – Que el canje del dólar en el mercado informal supera los 100 pesos cubanos por voluntad de la prensa independiente es el último gran disparate generado por los “cerebros” del régimen comunista.
Pensé que solo en los grupos de compra-venta de divisas en las redes sociales ―tan plagadas de ingenuos y “cibercombatientes”― podía encontrarme con esa estúpida teoría pero la publicación de tan “genial” acusación en el periódico Granma ―que no es poca basura sino el vocero oficial del Partido Comunista― me confirma que algunos por “allá arriba”, viendo cuán caldeados están los ánimos por aquí abajo, promueven esa tontería que no solo se salta las leyes que rigen la economía sino que pretende ignorar que los cubanos asistimos a otro éxodo masivo, quizás mucho más terrible que los anteriores.
Un zafarrancho vía Nicaragua es, sin duda alguna, la principal causa de que hoy la moneda estadounidense, a pesar de prohibida su circulación en la Isla, esté a punto de alcanzar una tasa de cambio parecida a la de los años 90, cuando desapareció el campo socialista en Europa del Este.
Bastaría con revisar publicaciones y clasificados de compra-venta de divisas, anteriores y posteriores al anuncio del libre visado al país centroamericano para comprobar cómo, a partir de la apertura ―totalmente intencional― de ese nuevo corredor migratorio, el dólar inició la escalada. Porque se cuentan por miles los cubanos que hoy buscan desesperadamente usar esa costosísima puerta de escape, aunque para ello deban sacrificar lo que va quedando del patrimonio familiar.
Ante el temor de que ese agujero en el muro se cierre de imprevisto, tal como lo hiciera el de Panamá, el de Rusia con sus deportaciones forzadas, el de Trinidad y Tobago y el de Guyana con sus políticas de abandono, persecución y condena al emigrante, los cubanos se apuran por llegar a Nicaragua en tiempo. Pero la moneda nacional, esa con la que le pagan el salario mensual, no sirve ni para eso ni para nada. La “solidaridad” del dictador Daniel Ortega no llega a ese punto de recibir a los cubanos con pesos en los bolsillos. Él quiere dólares, y siempre que llegues con los suficientes te dejará entrar y seguir camino hacia el norte.
Panamá como ruta migratoria ha quedado casi en el olvido. Hoy en las calles de ese país es difícil tropezarse con grupos de cubanos. Ya nadie habla de nosotros. En los comercios nadie nos espera ―como en años anteriores― con promociones especiales “para la gente de Cuba”.
Los cubanos se esfumaron de la nación istmeña. Apenas se los ve en el aeropuerto de Tocumen pero rumbo a Managua. Pagan una fortuna por un pasaje y un destino que jamás lo valdrían para vacacionar pero que, aunque parezca demasiado, les acorta la ruta, la hace menos riesgosa, los salva de enfrentar los peligros en la selva del Darién. Además, la red de traficantes, ladrones y estafadores por la que deben pasar obligatoriamente para llegar a los Estados Unidos no desaparece pero se reduce muchísimo. Y vale la pena pagar un poco más por esa relativa “seguridad”.
Y los “cerebritos” de aquí no dudo que hayan pensado en lucrar con ese detalle. Porque lo de Panamá se les salió de control. Aumentaban las muertes de cubanos, incluso de ancianos y niños, durante la travesía por las selvas, se volvieron constantes los reportes en la prensa internacional y eso no hablaba bien de las cosas en Cuba porque nadie expone la vida de ese modo si no es porque huye de algo a lo que teme.
Así que pactar una disimulada ruta migratoria con Nicaragua no solo ayudaría económicamente a ambos regímenes aliados ―incluso hasta la dictadura de Venezuela, por medio de la aerolínea Conviasa, se beneficiaría vendiendo pasajes aéreos Habana-Managua―, sino que, primero, se alejaría la posibilidad de otro estallido similar al 11J, al disponerse de una válvula de escape que alivia las tensiones internas en Cuba; y segundo, se eliminaría la pesadilla mediática del Tapón del Darién.
Que la gente huye porque están hartas de décadas de fracasos o porque terminaron de convencerse de que eso que llamaron “gobierno” es a las claras una dictadura cuyo poder reside esencialmente en fomentar el empobrecimiento de la mayoría en beneficio de un grupo privilegiado, es algo que los comunistas no están dispuestos a reconocer de manera pública.
Necesitan, sí, fomentar la emigración para continuar con el jugoso juego de las remesas y los rehenes remesados pero sin que el asunto, con las muertes de cubanos en la selva panameña, se torne más escandaloso de lo previsto, sin que los organismos internacionales que monitorean el fenómeno de la migración los obligue a rendir cuentas.
Primero están dispuestos a pasar por imbéciles y publicar en Granma algo tan descabellado como que la prensa independiente ha influido en la tasa de cambio del dólar que revelarse impopulares, rechazados por la mayoría, incapaces de generar prosperidad para todos y a la vez monstruosamente “capaces” de sacrificar a un pueblo por tal de mantenerse en el poder hasta que las muertes por decrepitud los separen de él.