El extraño caso de los bosnios que siguen hablando español medieval
Fazer, lavorar, pasharo o djente. No, no se trata de errores tipográficos; son, como su forma sugiere, palabras en español antiguo. En concreto, ‘hacer’, ‘trabajar’, ‘pájaro’ o ‘gente’. Todavía hay un grupo reducido de personas que las usa en un país cercano a nuestra Península Ibérica pero lejano en cuanto a historia, costumbres y modo de vida. En Bosnia, existe una comunidad de judíos sefardíes que usan esta lengua antigua, también llamada ladino, judeoespañol, judezmo, espanyolit, djidió y haketia (en el norte de África).
Las lenguas representan el más básico nexo de unión de una comunidad. Aunque su función sea eminentemente práctica y a veces seamos incapaces de valorar su importancia, es la esencia de la identidad y del sentido de pertenencia a un país o una cultura determinada. La historia nos lo ha demostrado en innumerables ocasiones. Cuando un pueblo estaba condenado al exilio o abandonar forzosamente un territorio, el idioma pervive entre ellos como el más arraigado vínculo de toda la cultura.
Según la Unesco, el ladino es una lengua que está condenada a la extinción en los próximos años.
Si hay un año determinante en la historia de España ese es 1492. En esos doce meses, sucedieron tres hitos que supusieron un cambio completo de paradigma, tanto político como social: el descubrimiento de América por la expedición comandada por Cristóbal Colón; el final de la Reconquista con la entrega de las llaves de Granada de Boabdil, último reducto de Al-Andalús ya convertido en reinos de taifas; y, por último, la expulsión de los judíos de la Península Ibérica como minoría religiosa. Este último hecho es clave para comprender la deriva de un pueblo, los judíos sefarditas, a los que no les quedó más remedio que huir debido a la mala convivencia con los distintos grupos religiosos, que hasta entonces había sido difícil pero buena, y que en dicho año se volvió completamente insostenible.
En la actualidad, la población de judíos sefardíes alcanza los dos millones y la mayor parte de ellos residen repartidos entre países como Israel, Francia, Estados Unidos, Turquía y Alemania, entre muchos otros. Uno de ellos, quizás el más curioso, es Bosnia. Nadie diría que en pleno siglo XXI y después de seis siglos de su expulsión, se continuara hablando español sefardí en la parte occidental de la península de los Balcanes.
La noticia surge del diario digital británico BBC, en el que una de sus periodistas llamada Susanna Zaraysky decide viajar a Sarajevo para investigar las raíces de la cultura de esta comunidad cuya lengua, según la Unesco, está condenada a extinguirse. “De camino a la sinagoga Ashkenazi para el servicio del shabat (sábado), mi amiga Paula Goldman y yo caminamos por calles empedradas, pasando por mezquitas, tiendas y una madrasa (escuela islámica). Era el año 2000, y la capital de Bosnia-Herzegovina todavía tenía visibles las cicatrices de la guerra de los Balcanes”, comienza Zaraysky.
Las dos amigas se internaron en el centro de rezo y escucharon el Torá recitado y cantado por David Kamhi, un habitante de la zona. “Adonaj es mi pastor”, escucharon de repente. Después del servicio, Zaraysky preguntó a la esposa de Kamhi, llamada Blanca, que por qué la multitud estaba rezando en español. “No es español”, le contestó. “Rezamos en ladino”. La periodista se quedó sorprendida. De pronto, se encontró entre los descendientes de los judíos sefardíes expulsados de España por el Edicto de 1492. La Inquisición les obligó a convertirse al catolicismo bajo pena de muerte o destierro. De esta forma, el sultán del Imperio Otomano, que por aquel entonces era Bayezid II, decidió acogerles en el seno de su territorio, en los Balcanes, permitiéndoles mantener su religión y sus costumbres. Otros acudieron al norte de África, a los Países Bajos o, incluso, a las Américas recién descubiertas.
Una de las peculiaridades más curiosas del ladino es que conserva las estructuras sintácticas y fonético-fonológicas del español medieval, de tal forma que escucharlo puede resultar como una especie de viaje en el tiempo hacia épocas remotas. “No pudimos tener contacto con España y su idioma, de ahí que suene así”, asegura Kamhi a la BBC. “Antes de la Segunda Guerra Mundial, la población judía de Sarajevo era de aproximadamente 12.000 personas, incluso había un periódico en ladino. Pero después del Holocausto, solo regresaron a la ciudad unos 2.500, y muchos de ellos tuvieron que restringir el uso del idioma para sobrevivir”, explica Zaraysky.
A principios de los 2000, la periodista se encontraba trabajando en Sarajevo en proyectos de desarrollo económico de la posguerra. “A menudo, acudía al centro comunitario judío de la sinagoga a la hora del almuerzo para reunirme con los pocos habitantes que hablaban ladino que quedaban y aprender su historia”, narra. “Hoy, el ladino tiene un profundo significado de pertenencia cultural y supervivencia para aquellos que todavía lo hablan”.
A muchos de ellos, el idioma les salvó la vida durante la Segunda Guerra Mundial. ya que les ayudó a comunicarse con oficiales del ejército italiano cuando fueron internados en un campo de concentración frente a las costas de Croacia. “Los padres de Kamhi usaron el idioma para hablar con los oficiales”, cuenta Zaraysky. “Para el propio Kamhi, hablar ladino facilitó su asistencia a la escuela en la isla”. Dado que ambos idiomas, ladino e italiano, son más o menos parecidos, Kamhi pronto aprendió italiano.
La situación de los judíos sefardíes tuvo visibilidad en los medios de comunicación gracias a una noticia de 2015 por la que el gobierno de Mariano Rajoy anunciaba que permitiría solicitar la ciudadanía española a los descendientes de los judíos expulsados durante la Inquisición. El por entonces ministro de Justicia, Rafael Catalá, ordenó otorgar la ciudadanía española a 4.302 judíos sefardíes expulsados de la Península Ibérica en 1492. Entre los requisitos se encontraba demostrar sus conocimientos básicos del idioma, aprobar un examen de cultura española y demostrar de alguna forma una hipotética conexión moderna con España.
“Ahora, a sus 70 y 80 años, los últimos cuatro oradores de ladino en Sarajevo lamentan que el uso del idioma en la ciudad probablemente termine tras su muerte”, reconoce Zaraysky. “Para ellos, el ladino representa de forma única sus historias e identidades, recordándoles a la intimidad familiar”. Nadie sabe con exactitud si de aquí a unos años se extinguirá por completo. En todo caso, será una gran pérdida para la cultura española y judía y, sobre todo, como un bien histórico que nos retrotrae a una época que ya solo podemos imaginar o vislumbrar a través de restos arquitectónicos, libros arcaicos y lenguas a punto de desaparecer.