Democracia y Política

El extremismo ahonda la peor crisis en la historia del SPD alemán

Espantada de las figuras que lideraron la transición del partido ante la nueva cúpula socialista, con poca experiencia de gobierno y escorada hacia la izquierda

«Ya no veo ninguna perspectiva. Este ya no es el SPD al que me afilié en 1976». Con esta desesperanzada despedida deja el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) Udo Schmitz, su representante en Stadland, una pequeña localidad a orillas del río Weser en la que el partido ha dominado desde Willy Brandt hasta la actual debacle. Es solo el último adiós de un goteo de dimisiones entre las que destaca la de Harald Christ, presidente del consejo económico, que huye tras escuchar a la nueva directiva la propuesta para un nuevo impuesto a las fortunas superiores a los dos millones de euros. Este empresario de 47 años, que asesoró a Andrea Nahles Frank-Walter Steinmeier, nominado incluso como posible ministro de Economía y que llevaba 30 años militando, dice ahora que «en este partido ya no hay sitio para gente como yo». Después de que las juventudes, Jusos, lideradas por el rupturista Kevin Kühnert, presionasen hasta la dimisión a la primera mujer presidenta del SPD, Andrea Nahles, y tras unas primarias que han dejado el partido en manos de una directiva sin experiencia de gobierno y radicalizada hacia la izquierda, el trío de figuras solventes que llevó las riendas durante la transición se disuelve. No quieren saber nada.

Manuela Schwesig, presidenta de Mecklemburgo-Pomerania Occidental a la que el cáncer no impidió seguir en primera línea durante los últimos meses, alega ahora su enfermedad para alejarse de Berlín. Malu Dreyer, presidenta de Renania Palatinado, se enroca en la política regional y Thorsten Schäfer, otrora parlanchín salvador de la formación en Hesse, no contesta ya al teléfono cuando se le pide su valoración sobre este dato: si hoy hubiese elecciones generales en Alemania, el SPD obtendría un 11% de los votos. El mismo partido que desde la II Guerra Mundial ha movilizado constantemente a más del 40% del electorado.

Solo humo

«La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la transmisión del fuego». Es una famosa cita del socialista francés Jean Jaurès que el expresidente del SPD, Oskar Lafontaine, colaba siempre en sus discursos más ardientes como excusa para justificar los malos momentos de un partido con 150 años de historia. Pero nunca hubo uno tan malo como este, en el que solo se ve humo. Los picos altos de su línea quebrada los fueron marcando dos factores, explica el autor Holger Schmale. «Por una parte la presencia de líderes carismáticos como Willy Brandt, luchador de la resistencia en Noruega; Herbert Wehner, exiliado soviético: y Helmut Schmidt, oficial de la Wehrmacht. Y por otra sus programas moderados y con visión de Estado por encima de los intereses del partido, desde su abjuración del marxismo, en el congreso de Bad Godesberg del 59». Ninguno de ellos se da en un momento en que el SPD, además, sufre ataques de esquizofrenia, con sus ministros implementando políticas contrarias a las que abiertamente defiende la nueva directiva.

«Existe una gran confusión sobre lo que ha sucedido y sobre lo que está por suceder», reconoce Henning Meyer, politólogo de la London School of Economics, militante del SPD y miembro de su Comisión de Valores Fundamentales. «En los periódicos se puede leer al mismo tiempo que se ha producido una revolución de izquierda o que todo sigue igual. Que Esken y Walter-Borjans tienen razón por cargar contra la gran coalición y han traicionado a las bases. Que es una gran oportunidad de renovación o que es mejor disolverse de inmediato», sigue, «la renovación programática no es un fin en sí mismo, sino un intento de romper la esclerosis, y solo tendrá sentido si nos proyectamos a 2030, antes de eso nada».

Según el último «Barómetro Político» publicado por ZDF, solo el 23% espera que Esken y Walter-Borjans lideren el SPD con éxito en el futuro. El 62% no confía en ellos. Cuando un entrevistador preguntaba ayer si han empezado con buen pie, la ministra federal de Familia, Franziska Giffey, miraba al suelo y decía solamente «Naja» (en fin…). Ni ella, ni sus dos más representativos y exitosos colegas en el Consejo de Ministros, el de Finanzas Olaf Scholz y el de Exteriores Heiko Maas, han podido entrar en la nueva directiva. Scholz, por cierto, ha pasado en cuestión de horas de defender los presupuestos de déficit cero a sugerir que no son imprescindibles, en lo que parece un retracto destinado a reconciliarse con los nuevos líderes. Maas, sin embargo, ha entrado en rumbo de colisión al defender públicamente el presupuesto de rearme ante la OTAN. El primer conflicto serio entre Maas y su partido se avecina, además, porque Francia está preocupada por la estabilidad en el Sahel, quiere expandir el despliegue militar en Malí y solicitará ayuda de la Bundeswehr.

Menos presupuesto

Y como a perro flaco todo son pulgas, está además la cuestión financiera. El tesorero Dietmar Nietan ha advertido sobre el inminente cuello de botella en la contabilidad. Desde 1998, el SPD ha perdido la mitad de sus miembros y, si en la campaña de 2017 dispuso de 27,5 millones, el Informe Financiero Federal alerta que en 2021 el presupuesto será «significativamente menor».

Una de las leyendas del partido cuenta que el presidente de turno recibe un reloj de bolsillo dorado de su predecesor, reloj que fue propiedad de August Bebel desde 1892. Willy Brandt estuvo en posesión de la reliquia, pero desde Gerhard Schröder no aparece y su posible destino sirve estos días para multiplicar los chistes internos. Aunque el más repetido en las redes es el que constata que «cualquier cerveza alemana tiene ya más porcentaje que el SPD».

 

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